Sí, compensa

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- ¿Y tu familia?- me pregunta Raúl, sacándome nuevamente de mi ensimismamiento.

- ¿Eh? ¿Mi familia? Pues en Málaga. Tengo una hermana menor, María. Ella vive allí con mis padres. Yo tuve que mudarme a Barcelona cuando me aceptaron en la universidad - le explico sin querer dar más detalles. 

- ¿Los ves mucho? Por mi trabajo, yo no puedo ver tanto como quisiera a mi familia y es, sin duda, lo que más echo de menos. No poder hacerle bromas a mi hermana, recibir a mis abuelos los fines de semana, cenar con mis padres en el sofá mientras vemos una comedia de Netflix...

- ¿Y te compensa? - lanzo el dardo envenenado. Me arrepiento en cero coma. 

Duda unos segundos. He metido la pata hasta el fondo. ¿Cómo se te ocurre preguntarle esas cosas? Mira que eres lerda, Lia. 

- A veces yo mismo me lo cuestiono, pero sí, compensa. Cuando salgo al escenario y os escucho cantar a pleno pulmón mis canciones, cuando me comentáis que gracias a mi música podéis superar vuestros problemas, cuando se acerca alguien y me dice que me quiere aún sin conocerme... Me compensa. 

- Siento si he sido brusca haciéndote la pregunta, no quería parecer insensible, solo que no sé si yo aguantaría ese ritmo de vida. Debe ser muy sacrificado - intento excusarme. 

- No pasa nada. Todo el mundo que me conoce me hace la misma pregunta en algún momento. Bueno, parece que ha dejado de llover. ¿Qué te parece si me enseñas un poco Barcelona? Por ahora solo he visto el mar y unos cuantos callejones. Seguro que tú sabes dónde se esconden algunos tesoros de esta ciudad. Me gustaría descubrirlos contigo. 

- ¿Ahora? - dudo.

- ¿Tienes algo qué hacer? Si es así, no pasa nada...

- No, no, solo es que ya es casi de noche... Aunque bueno, Barcelona de noche aún es más mágica. Venga, ¡vamos a vivirla!

Cincuenta sombras de Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora