Te veo mañana

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Sin querer separar nuestras manos, Raúl y yo recorremos las calles de Barcelona que, a estas horas de la noche y con el temporal que visita la ciudad, yacen desiertas. No queda nadie. Ni un solo ser se arriesga a ser preso de la lluvia o el viento, que en estos momentos, sopla con la fuerza de un huracán.

Pero no me doy cuenta. Pese a lo hostil del ambiente, voy flotando en nubes de algodón. Raúl bromea conmigo, me agarra de la cintura, y me da besos en el cuello. Todo muy de película romántica hasta que... rompo la magia al caer en un desnivel reconvertido en piscina municipal por la lluvia. ¡Bien Lia, que vea una vez más lo patética que puedes llegar a ser! Raúl se solidariza con mi momento "tierra trágame" y se lanza también. Reímos al unísono.

Seguimos saltando charcos, pisando aceras, y disfrutando del temporal hasta que nos encontramos frente a la puerta de mi casa.

- Y hemos llegado... Esta es mi casa - le señalo un pequeño edificio de mata de dos plantas que comparto con otras tres personas más.

- Muy bonita - me responde mientras baja la mirada.

- ¿Qué pasa? - pregunto al percatarme que algo ha frenado su entusiasmo.

- Nada, solo es que tengo que volver al hotel. A estas alturas estarán preocupados por mí. Ha sido un placer compartir este día contigo Lia.

- ¿No quieres pasar?

- No, será mejor que no. ¿Puedo pedirte un favor? Necesito que avises a un taxi para que venga a por mí. Me dejé el móvil en el restaurante y mi cartera está empapada.

- Ok, dame un segundo...

En menos de un minuto estoy de nuevo frente a él.

- Está de camino - le aclaro.

- Perfecto, pues... será mejor que entres y te des un baño de agua caliente. No quiero que pilles una pulmonía por mi culpa - afirma mientras se acerca a mi cara y agarra mi barbilla.

Me besa. Seguimos pegados hasta que un claxon irrumpe en nuestro silencio.

- ¿Te veo mañana? - pregunta mientras sostiene la puerta trasera del taxi.

- Ya sabes dónde vivo - respondo sin mucha convicción. ¿Por qué no ha querido pasar? Tal vez no le guste tanto como para llegar a querer tener sexo conmigo. Cierro la puerta con rabia. Me temo que pasaré otra noche en vela.

Cincuenta sombras de Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora