Esto es impresionante

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- Esto es impresionante - me suelta nada más coronar el pico más alto de los búnkeres del Carmel.

- Sí, lo es. Recuerdo que quedé en shock la primera vez que visité el lugar. Es, sin duda, el mejor mirador de Barcelona. Desde aquí, la ciudad se empequeñece en diminutos brillantes que eclipsa a visitantes y locales - afirmo con tono de guía turística. 

El pequeño aguacero de esta tarde, y que promete volver, ha dejado el sitio desierto. No hay ni un alma a un kilómetro a la redonda. Solo Raúl y yo. Le miro, intentando descifrar qué estará pensando en estos momentos. Se ha sentado en el suelo, con los pies uno encima del otro, y la cabeza hacia atrás, mirando un cielo que aún sigue encapotado. Yo le imito y me siento a su derecha.

Suspiro. Empiezo a temblar. Mi cuerpo empieza a notar el frío de la noche barcelonesa. Raúl se percata y se quita la chaqueta vaquera. Sin preguntar, me la pone sobre los hombros. Está caliente. Huele a él. ¡Dios, es tan masculino, tan cautivador! Le doy las gracias. 

Sus ojos. Esa mirada capaz de llevar a la locura al más cuerdo de los humanos. Intento esquivarla. No puedo. Vuelvo a fijar mis ojos en los suyos. Bajo la mirada hacia su boca. Sus labios carnosos. Están rosados de la fricción de la lengua y los dientes. ¡Deja de mirarlo! Pensará que estás loca. Bueno, un poco lo estoy. ¿Qué persona normal se trae a su artista favorito a un mirador solitario?

A estas alturas, creerá que eres una obsesa que quiere algo con él. ¿Y si quiero? Esta tarde he podido descubrir una parte desconocida del Raúl que se esconde tras el Mendes. Y me gusta, me gusta muchísimo. No deseo a Raúl Mendes, deseo a Raúl. Solamente a él. Al friki de Harry Potter. 

Cincuenta sombras de Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora