Perdón

1.4K 117 36
                                    

No puedo pensar en comida. En comida ni en nada, básicamente. Miro por encima del hombro de mi amiga Laura, a la que tengo frente a mí, y lo veo. Allí está Raúl, no es un espejismo. Es él disfrutando de una deliciosa comida junto a su equipo. De vez en cuando levanta la vista, y me mira. O eso pienso yo. ¿No hay nadie más tras de mí, verdad? Miro para cerciorarme. No hay. Solo una inmensa cristalera que da a un callejón sin salida.

El hambre que tenía se ha evaporado. Ahora no me entraría ni una aceituna. Mis amigas se dan cuenta de mi ensimismamiento e intentan traerme de vuelta.

- Lia, ¿me escuchas? - pregunta Amanda con cara de pocos amigos.

- Eh, sí, perdona. Es que sigo sin creerme que esté ahí. Mira que hay sitios en Barcelona, ¿por qué ha tenido que elegir este? ¿No lo habréis hecho a posta? - incrimino sin pruebas.

-  ¿Qué? ¡Nooooo! Tú te crees que nosotras sabemos la agenda de Mendes.

- Está bien, lo siento, es que no puedo creerlo aún. Espero que se vaya pronto.

Seguimos comiendo, pero yo no dejo de pensar que está ahí. Me levanto.

- ¿A dónde vas? - pregunta extrañada Laura.

- Voy al baño un segundo - susurro.

El baño del establecimiento se encuentra al final de un pasillo angosto que genera claustrofobia con solo mirarlo. Entro en él y cierro el pestillo. Me miro en el espejo. Estoy sofocada. Busco en el bolso mi neceser e intento arreglar con maquillaje lo que no puedo controlar con mi mente. "Deja de pensar en él. Has venido a pasar un agradable día con tus amigas" me repito como mantra.

Cuando me tranquilizo, abro el pestillo y salgo. Casi me lo como.

- Oh, perdona... ¿Lia?

De todos los comensales del día, me tengo que cruzar con él en ese maldito pasillo.

- Sí, soy yo. ¡Hola! - respondo sin mucho convencimiento de querer responder.

- ¿Qué tal? Oye, anoche me dejaste plantado.

- ¿Perdona? No me dirijes la palabra en el concierto y pretendes que me quede a esperarte como una tonta. ¿Para qué? ¿Para reírte más de mí? Sé que ayer te tuve que parecer la tía más imbécil de Barcelona, pero déjame decirte que por ser un artista famoso no voy a dejar que pisotees mi dignidad... ¿Sabes qué? Olvídame. Ah, no, que eso ya lo hiciste ayer, y muy bien.

No le dejo opción a réplica, me marcho a toda prisa. Llego a la mesa donde están mis amigas. Me dicen que han pedido postre. Les digo que yo me marcho ya. Ellas insisten en que me quede. Yo insisto en que me voy. Me despido de ellas y salgo de ese maldito establecimiento, que ya no me parece ni tan bonito ni tan mágico como a la entrada.

Cincuenta sombras de Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora