"Lia, Lia...". Intento abrir los ojos pero mis pestañas parecen selladas con pegamento. El susurro aumenta en intensidad. "Lia, Lia, me escuchas...". Noto una mano volar por delante de mi nariz.
- ¿Qué pasa? - respondo casi sin voz mientras intento no desnucarme con el salto.
- Hay una persona esperando por ti en el recibidor. Deberías bajar, ¡rápido! - me dice Luisa, una de mis compañeras de piso.
- ¿Una persona? ¿A esta hora? - miro el reloj y son las 09.00 de la mañana - ¿quién?, ok, voy ya. Dile que espere un segundo.
Limpio mis legañas mientras me acerco al espejo. ¡Dios, qué susto me he llevado!¡Estoy horrible! Mi pelo rizado se ha encrespado tanto que me temo que ni el mejor cepillo del mercado logrará domarlo. Primer paso: pasar por el baño. Me lavo los dientes, la cara, me cepillo el pelo con la amenaza de romper un nuevo cepillo (es el tercero en lo que llevo de mes). Segundo paso: elegir algo de ropa. Pantalones gastados y mi camiseta favorita, la que usé en el concierto de Maroon 5 hace unos meses. Casi nunca la uso por miedo a que se ponga fea, pero no tengo nada mejor en el armario. Toda mi ropa está sucia. Tengo que poner una lavadora urgentemente.
Bajo con la confianza de darle un buen tirón de orejas a Amanda. ¿Cómo se atreve a molestarme tan temprano? Sabe que odio madrugar. Ésta seguro que quiere saber qué ocurrió ayer. La verdad es que se me pasó mandarle un mensaje para contarle todo. Bueno, ahora se lo explico. Seguro que no me cree. Normal, yo tampoco lo haría. Si es que parece el guion de una película romántica de los domingos de Antena 3.
Estoy rozando el último escalón de mi escalera cuando lo veo. Allí está ¡ÉL! Esperando en la puerta, analizando con curiosidad todas las fotos colgadas en el pasillo. Mi corazón comienza a palpitar con fuerza. ¡No me lo puedo creer!