Proyección astral

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Empiezo a tartamudear. Las palabras se traban en mi cerebro mucho antes si quiera de empezar a tomar forma en mis cuerdas vocales.

- Yo, esto... ¿perdón? - contesto sin mucha convicción. "¡¿Pero qué has dicho Lía?!"

- Te he preguntado si vendrías conmigo a Toronto.

- ¿Estás bromeando, verdad? ¿Cómo voy a irme contigo si apenas nos conocemos? Bueno, yo te conozco desde hace mucho, pero tú no sabías de mi existencia hasta hace tres días.

- Ya, ¿y?

- ¿Y? ¡Qué es una locura, por el amor de Dios! - río por no echarme a llorar.

- Nunca te ha pasado de conectar con alguien tan rápido que sientes que lo conoces de toda la vida, como si ya formase parte de tu biografía. Que os compenetráis tan bien que parece que lleváis siglos compartiendo gustos, aficiones, sueños, desesperanzas... Pues eso me ha pasado contigo. Jamás me había ocurrido con ninguna otra chica. Es cierto que he tenido parejas. Es verdad que no he sido un santo, y que he disfrutado de numerosas aventuras, no obstante, nunca había sentido esta conexión tan fuerte por alguien. Siento... que te quiero, Lía.

"Siento que te quiero, Lía", esas palabras empiezan a resonar con fuerza en mi mente. "S-i-e-n-t-o-q-u-e-t-e-q-u-i-e-r-o", nuevamente escucho esa frase a cámara lenta. Como si de una proyección astral se tratase, me descubro fuera de mi cuerpo viendo como aquella Lía terrenal se queda paralizada frente a un Raúl atónico que espera con paciencia una respuesta. Intento hacerme entrar en razón, le pido a gritos que responda, que diga algo, que no se quede callada, pero todo mis esfuerzos caen en saco roto.

Por fin consigo entrar en mi cuerpo y controlar mi cerebro. Para ese entonces, Raúl se ha dado la vuelta y mira al horizonte, donde un sol apagado empieza a decir adiós. He metido la pata hasta el fondo, muy hasta el fondo...

Cincuenta sombras de Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora