Mi pequeño mundo

998 79 7
                                    

- En realidad te he mentido - me suelta Raúl nada más salir por la puerta.

- ¿A qué te refieres? - cuestiono.

- Hoy no serás tú mi guía. Ya tengo sitio dónde ir. Y quiero que vengas conmigo.

- ¿Qué estás diciendo? ¿De qué sitio hablas?

- Tienes que dejarte llevar.

Me enseña un pañuelo y, sin preguntar, me venda los ojos. Noto su respiración en mi cuello. Mis vellos se erizan. El corazón está a punto de abandonar su hueco vital y escapar por la boca.

- ¿A dónde me llevas?

- Es una sorpresa. Tú confía en mí.

Noto cómo dirije mis pasos hasta lo que adivino es un coche, taxi o furgoneta. Él me va hablando todo el camino, yo no escucho nada. Los nervios me están consumiendo. ¿Qué pretende con este juegecito de la gallina ciega?

En menos de 15 minutos, noto como el vehículo frena. Hemos llegado a dónde quiera que sea. Raúl me ayuda a salir a ciegas. Noto la brisa marina. Es el mar. ¿El mar?

Me quita la venda de los ojos y descubro frente a mí un pequeño barco.

- Ayer me dijiste que te encantaría conocer mundo a través del mar. No tenemos mucho tiempo, ¿qué te parece si empezamos a conocerlo hoy mismo? - me aclara por fin.

- No sé qué decir - titubeo - esto es simplemente...

Me acerca su mano y yo se la agarro con fuerza. Subimos por estribor. El barco es mucho más grande de lo que se puede apreciar por fuera. De unos 15 metros de eslora, parece un yate bicolor (azul marino y blanco) y tiene todas las prestaciones que cualquier embarcación soñaría con tener:  un salón comedor amplio, una habitación con un tamaño más que decente, un aseo y una pequeña cocina. Desde la popa puedo ver toda la costa barcelonesa. Es precioso. Simplemente precioso. Miro a Raúl, quien está hablando con lo que parece ser el patrón del barco. Sigue siendo real. No estoy soñando. Esto es ahora mi pequeño mundo.

Cincuenta sombras de Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora