Hemos llegado. El café bar es pequeño, situado en una céntrica plaza con suelo de ladrillo que puede presumir de tener más vida propia que La Rambla. Su decoración parece salida de un catálogo de Ikea, su personal es afable y la comida está deliciosa.
Raúl se sienta frente a mí y comienza a ojear la carta. Yo simulo hacer lo mismo aunque, en realidad, sé lo que voy a pedir. Llevo haciéndolo desde que llegué a Barcelona: mi cruasán de chocolate y batido de fresa para acompañar ("algo ligerito, dí que sí").
El camarero nos toma nota y se aleja. El silencio vuelve a ser protagonista de nuestro encuentro. Intento hablar, pero no se me ocurre nada inteligente. No consigo formular nada inteligible en mi mente. Sigo pensando en aquel beso imaginario. Mientras, Raúl observa a todo aquel que desfila por delante de las enormes cristaleras que sirven de pared en el café.
- ¿Y llevas mucho tiempo por Barcelona? - curiosea Raúl.
- Llevo unos tres años. Estoy estudiando Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma.
- ¿Cómo lo llevas?
- Bien, voy al día con todas las asignaturas, aunque a veces pienso que no voy a tener futuro. Hice prácticas hace un año en una televisión local, pero una vez finalizado el período, me dieron la patada. Tal vez no sirva para esto.
- No digas eso. Si tú misma no te valoras, nadie lo hará por ti. El mejor amigo de uno es uno mismo. Pero también puedes ser tu peor enemigo si te lo propones. Todo es cuestión de creer. Yo quise dedicarme a la música desde pequeño. Recuerdo mirarme en el espejo con un cepillo y cantar mientras me imaginaba que estaba dando un recital para miles de personas. Mi familia y amigos siempre me apoyaron. No obstante, hubo un tiempo en que pensé que todo era un sueño. Un hobbie con el que matar el tiempo. Hoy, ese hobbie es mi trabajo.
No puedo dejar de mirarlo. Con cada palabra que pronuncia, siento que caigo más rendida. No solo es bellísimo por fuera, también lo es por dentro. Sensato, inteligente, caballero... ¿Por qué tuvo que aparecer en mi vida si no es para mí? Cupido, eres cruel.