Necesito ir a un baño. Llevo fuera de casa más de tres horas y no aguanto más. Pregunto a un trabajador del estadio y me da indicaciones del servicio más cercano. Intento memorizarlas pero, de ser sincera, me he perdido en el primer "sube por las escaleras y gira a la izquierda".
Comienzo a caminar... Esto es enorme. Jamás pensé que podría tener tantas salas un estadio. Cierro los ojos con la esperanza de recordar lo que me dijo aquel amable trabajador entrado en años. Nada, era la primera escalera a la izquierda y luego... ¿a la derecha o a la izquierda? ¿Por qué hay tantos pasillos? Aquí se pierde hasta el explotador más sagaz. Sigo subiendo escaleras y perdiéndome por cuevas sin luz.
Es un hecho. No tengo ni idea de dónde estoy. A punto de empezar a gritar como una posesa, escucho susurros escabullirse bajo una puerta sin letrero. ¿Serán trabajadores del estadio? Si es así, ellos pueden ayudarme a encontrar la luz, digo la salida en este laberinto.
Me dispongo a tocar en la puerta, cuando descubro que está entreabierta. No doy crédito. Es Raúl y un amigo, charlando animadamente. Me paralizo. ¿Salgo corriendo? ¿A dónde? Tampoco puedo preguntarle a él nada porque pensará que soy una loca psicópata que le ha perseguido hasta allí con la intención de secuestrarlo y satisfacer sus bajos instintos. ¿Pero qué estás diciendo? Anda, sal de ahí sin hacer ruido antes de que hagas más el ridículo.
Me dispongo a hacerle caso a mi única neurona funcional del día cuando observo que Raúl me está mirando. ¡Mierda! ¿Qué hago? Hacerme la desorientada no servirá de nada. Anda que no habrá fans que hayan utilizado esta excusa para colarse en su camerino. Pero es cierto. No quería estar allí. Al final, él toma la iniciativa, una vez más.
- ¿Hola? Yo te conozco. Tú has estado en el meet and greet de antes, ¿verdad? - me pregunta Raúl con una sonrisa de oreja a oreja.
- Sí - reconozco, muerta de vergüenza - soy yo. Perdona, no quería molestarte. Sé que va a sonar a excusa barata pero intentaba ir al baño y me he perdido. Esto es enorme...
- No conozco bien el estadio, pero justo en este mismo pasillo hay un baño, por si te interesa.
- ¿En serio? ¡Mil gracias!
Levanto la mano a modo de despedida y doy media vuelta. Corro lo máximo que puedo, que en mi caso, y dado mi lamentable forma física, es entre 0 y 5 kilómetros por hora. Entro al lavabo y me miro en el espejo. Por primera vez en todo el día, me observo frente a uno y... madre mía, ¡doy pena! El rimmel se ha corrido y tengo los ojos como un panda, la base ha desaparecido y mi moreno ha dado paso a un color crema pálido sacado de un catálogo de muertos. ¿Raúl me ha visto así? Tendría que haber hecho como Amanda y retocarme antes de entrar.