Déjame llevarte...

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Barcelona nunca me pareció tan bella como aquel instante. Las luces, los escaparates, los edificios, las plazas, el bullicio... Todo se me antoja diferente. Con un nuevo matiz. Un nuevo color. Una nueva silueta. Un nuevo sentimiento. Y sé por qué.

Raúl va caminando a mi lado, atento a cada explicación que doy. Mientras él va descubriendo Barcelona, yo empiezo a trazar las luces y sombras de la persona que hay tras el artista. Me habla de su infancia, de su familia, de Toronto, de su apartamento, de sus deportes favoritos... Yo le escucho embobada, intentando no flaquear a cada paso que doy. 

Decidimos hacer un alto en el camino para cenar en una pizzería. Sentados, una vez más, uno frente al otro, no dejamos de hablar. Dios, ¡cuánto sabe! Música, arte, política o cine. Me comenta que ama Harry Potter y yo le contesto que soy una negada para aprenderme los nombres de todos los personajes de la saga.

- ¿Por qué todos tienen nombres tan raros? Hermione, Severus, Dumbledore, Draco Malfoy... ¿Por qué J. K. Rowling no pudo llamarles Pepe, Antonia y Francisco? 

Ríe con mi ocurrencia. Yo replico su acción. Los dos, a carcajadas, sin reparar en las miradas inquisitivas del resto de comensales del restaurante. 

- Déjame llevarte a un último lugar esta noche. Está un poco alejado pero merece la pena - le explico.

- Trato hecho. Tú eres la guía - me contesta. 

Cincuenta sombras de Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora