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Narra Camila
Había llegado un par de horas antes a la high, realmente estuve puntualmente pero las dos primeras horas de clases la habíamos librado gracias a que nuestro profesor de historia había enfermado. Aprovechando aquellas horas dejé a Sofí en sus clases y alcancé a charlar con su maestra.
Me alegró saber que todo marchaba bien con los estudios de mi hermana, tenía un poco de dificultades con la caligrafía, pero eso es un mal de los Cabello, mi padre tenía una caligrafía horrorosa y la mía... bueno, Dinah asegura que cada vez que le presto mis apuntes le pide ayuda al Sr. Jones, el viejo farmacéutico que es amigo de su papá.
Ahora estaba en el auditorio, en medio de un berrinche gracias a Rajmáninov y su Prelude Op. 23 No. 5, no había manera de que lograra acabar correctamente aquella composición y eso empezaba a exasperarme.
“¡Joder!” Refunfuñé dejando caer mis hombros y arrojando la cabeza hacia atrás hasta mirar el tejado del auditorio.
“Yo creo que estuvo genial.”
Decir que me asombró escuchar la voz de Ariana es poco. Quiero decir, ella ha estado evitándome desde nuestro último encuentro. Llegaba justo a tiempo para los ensayos y era la primera en marcharse, siempre manteniendo una significativa distancia entre nosotras.
Traía puesta una gran sudadera blanca con el escudo de la Regis en color rojo, le quedaba hasta la mitad de sus muslos. Un pantalón de mezclilla gastado y unas botas negras que llegaban a la mitad de su pantorrillas, estás combinaban con el choker negro en su cuello.
Me limité a resoplar, ella bajó la mirada con culpabilidad y con un suspiro caminó al borde del escenario y se sentó dejando sus piernas colgar contra este. Con algo de vacilación me coloqué de pie y me situé a su lado cruzando mi pierna izquierda y pasando la derecha por encima de mi tobillo izquierdo para quedar de frente a su perfil.
“Lamento haber actuado como una estúpida estos días.” Empezó enredando sus dedos entre sí, sus mejillas estaban enrojecidas. “Yo no sabía cómo acercarme nuevamente, estaba algo apenada.” Cubrió su rostro con ambas manos haciéndome reír.
“Venga, ya casi me hiciste dudar de mi existencia.” Bromeé para que se relajara un poco. “No pasa nada ¿Vale?” Puse mi mano sobre su hombro. “Pero es importante que hablemos sobre lo que pasó.” Indiqué logrando que reacomodara su postura; Subió sus piernas y las dobló como indio, quedando frente a frente.
“Yo... la verdad no lo creo necesario.” Debatió y yo fruncí el entrecejo ante su negación, pero la dejé continuar. “Yo...” Suspiró. “Sé lo que vas a decir ¿Vale?” Susurró sin mirarme.
Me sentí terrible, siempre ha sido tan irónico como evitamos que rompan nuestro corazón y terminamos destrozando el de los demás sin dificultad alguna.
“Lo siento.” Le dije mordiendo mi labio y ella elevó la comisura de sus labios en un intento por sonreír.
“No debes disculparte.” Meneó su cabeza en negación. “Lo sabía... desde que Jauregui hizo aquello en la feria.” Hizo una pausa y me miró fijamente. “Sabía que te tenía y por ello había tomado distancia.” Explicó apoyando el codo derecho sobre su pierna y acto seguido el rostro en su mano. “Luego estabas aquí y...” Mordió su labio. “Tú simplemente eres el imán y yo... yo algún metal ferromagnético." Susurró encogiéndose de hombros.
Mi pecho se estrechó ante sus palabras y mis ojos se desviaron al piso.
“Sería una falta de respeto de mi parte usar los clásicos clichés.”