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Narra Camila

“¡Esto está muy bueno!” Anunció Verónica metiendo una gran cantidad de macarrones con queso en su boca. “¿Qué le has puesto?” Curioseó examinando su comida.

“Macarrones y queso.”

La latina revoleó los ojos y cogió la taza de café. “Déjame adivinar.” Torció la cabeza, pude ver como presionaba su lengua contra el lado interno de su mejilla izquierda. “¿Le has puesto café al café?” Denotó con ironía dejando la taza junto a su plato.

“Y tres de azúcar.” Indiqué haciéndola resoplar.

Hinqué ambos codos sobre la cerámica y masajeé mis sienes ante el agudo dolor, era como si mí cráneo se resquebrajara en cuatro partes y ni hablar sobre las náuseas que sentía, ni siquiera me atrevía a olfatear la comida.

“Esto ayudará.” Ally dejó sobre la cerámica un par de pastillas y un poco de agua, la miré con adoración.

Si Jesús estaba sentado a la derecha de Dios, ella merecía sentarse a la derecha de Jesús.

“Te prometo que yo misma me encargaré de llevar lo necesario al Vaticano para tú beatificación.” Avisé, la pequeña rubia negó con diversión y se paró del otro lado de la encimera, yo me incliné sobre esta para besar la mejilla de Ally.

“Ese suéter te sienta de maravilla.” Normani aduló acercándose a la cocina, sonreí en su dirección y ella me guiñó el ojo  mientras se servía un poco de zumo de pera.

El suéter negro de algodón que traía me lo había regalado ella por mí cumpleaños «junto a otra tonelada de ropa» todas las prendas pertenecían a la firma de moda de sus padres.

Así que sí mis queridos amigos, Camila Cabello estaba usando ropa de moda y de marca.

Dejé a las chicas conversando en la cocina; Ariana, Kim y Dinah se les unieron minutos más tardes, yo me senté con Sofía y Lucy en la sala de estar y me apunté a la maratón de Toy Story.

El chillido del timbre me hizo fruncir el ceño ante el malestar en mi cabeza, casi corrí a la puerta para detener aquel molesto sonido.

“¡Ya voy!” Vociferé deseando que sea quién sea parase. “Ehhh... ¿Hola?” Saludé confundida al ver al chófer de los Jauregui del otro lado.

“Buenos días señorita.” Él hombre saludó de tan buen humor y energía que por un momento sentí envidia. “¿La señorita Jauregui se encuentra lista ya?” Consultó y lo miré con confusión.

“Dios, mi cerebro sigue adormecido.” Traté de sonreír de lado pero creo que hice una espantosa mueca. “No le estoy entendiendo muy bien.” Agité un poco mis manos en el aire.

Él sonrió con piedad ante la hecatombe que era yo ahora mismo.

“Vine a recoger a la señorita Lauren.” Expresó con serenidad.

“Ehhh.” Fruncí el entrecejo porque en mi reminiscencia había una difusa imagen de Lauren despidiéndose para ir a casa, además nadie la había mencionado. Sin embargo, para salir de dudas, le dejé pasar. “Lucy ¿Puedes venir un segundo?” La colombiana se acercó. “¿Lauren sigue aquí?” Pregunté y la castaña automáticamente negó.

Alegría (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora