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Narra Lauren
Abrí mis ojos con un poco de esfuerzo, la luz blanca era tan brillante que lo volvía un poco difícil. Quise restregar mis ojos pero cuando intenté levantar la mano para hacerlo algo lo impidió, estaba atada…otra vez.
Cerré mis ojos nuevamente hasta recordar porque estaba atada en una camilla; había vuelto a descargar mis frustraciones de la «manera equivocada» suspiré con frustración intentando una vez más abrir mis ojos lentamente, poco a poco fueron acostumbrándose a la iluminación del lugar.
“Lauren…” Escuché susurrar a Khalif, giré mi cuello hasta encontrar una tela azul colgando desde el techo, haciendo de pared. “¿Sigues dormida?” Averiguó y me pregunté por cuanto tiempo estuvo haciendo esa pregunta.
“No.” Respondí tan bajo como pude. “¿Qué estás haciendo aquí?” Indagué sin recordar muy bien si el moreno estuvo durante mi arranque de ira.
“Luego de que le pateaste la entrepierna al de disciplina y te arrastraron hasta aquí, le pise la mano accidentalmente.” Fingió inocencia en la última palabra. “Y aquí estoy, atado a una camilla siendo una amenaza para los demás.” Dijo con sarcasmo.
“No puede haber nada peor que este lugar.” Murmuré mirándome en las condiciones que estaba.
Escuché una pequeña risita de Khalif. “Créeme que los hay… estuve en peores, esto es el paraíso.” Aseguró. “En el primer centro de rehabilitación que estuve, cuando tuve mi primera crisis… estaba tan enojado; desobedecí ordenes, insulté a todo el que veía… cause una pelea en el comedor.” Hizo una pausa. “Recuerdo que un par de hombres me sujetaron y me desvistieron, luego ataron mis manos a mis espaldas como un delincuente.” Había cierto coraje en su voz y lo entendía. “Me llevaron al patio y allí me sumergieron en un tanque de agua helada, me retenían del cabello y me inmovilizaban bajo el agua hasta que mis pulmones ardiesen por la falta de aire, me sacaban un par de segundos y volvían a hundirme una y otra y otra vez…”
“Eso es…” Hice silencio sin saber que decir exactamente. “Suena como una prisión.” Comparé finalmente.
“Ellos no estaban ayudando a dejar las drogas, solo estaban allí humillándote de todas las maneras posibles… te hacían mentalmente más débil y cuando logras salir de allí estas más jodido emocionalmente.” Explicó.
“¿Tú…?” Dejé la pregunta en el aire.
“Yo escapé…” Lo escuché reír.
Después de eso no agregó nada más, comprendí que se había quedado sumergido en los recuerdos mientras que yo trataba de imaginar un sitio como aquel.
“¿Sabes qué es peor que estar atado a una camilla?” Preguntó repentinamente.
“¿Qué cosa?” Consulté.
“Estar atado a una camilla y que te pique la nariz.” Respondió haciéndome reír.
“Eso debe ser... desesperante.” Coincidí aliviada de no tener ese problema ahora mismo.
“Es una tortura si me lo preguntas.” Aseguró.
Hicimos silencio cuando unos pasos livianos se escucharon alrededor, Khalif murmuró un «finge dormir» y obedecí, cerré mis ojos y a los segundos alguien rodó la cortina y la volvía a su lugar. El perfume de mujer me indicó que se trataba de alguna enfermera, sus pasos se movían a través del pequeño cubículo pude escuchar el rasposo rocé del lápiz contra una hoja.