I. Sintonía

Capítulo 4.2

Pronto, Kongpob estuvo terminando su desayuno y, cuando lo hizo, se entretuvo mirando a su novio terminar el suyo.

—¿Qué tipo de película quieres ver, P'Arthit? —preguntó, terminando lo último de su bebida.

El mencionado alzó la vista.

—Uhmmm... Hay una extranjera que me dijeron que era buena —tomó un poco de su bebida rosa antes de continuar con que quedaba en su plato.

—¿En serio? Bueno, entonces será esa —hizo una seña al empleado para pedir la cuenta. Entretanto, se dio a la tarea de investigar en su celular los horarios de las películas—. La primera función del día es en un par de horas. Tendremos suficiente tiempo para hacer algo más, ¿tal vez quieras ir a dar una vuelta por el centro comercial? —propuso minutos después, guardando su celular y sacando de su billetera el dinero suficiente para pagar la cuenta, pero el mayor sacó su dinero antes y pagó antes que Kongpob.

—Tú invitas el cine —se levantó Arthit y caminó fuera del restaurante—. Vamos al centro comercial.

Kongpob se unió a Arthit en la calle mientras esperaban un taxi para ir a su destino, el cual no tardó en llegar. El trayecto tampoco fue muy largo ya que el centro comercial no estaba demasiado lejos y sorprendentemente el tráfico estaba bastante fluido.

Una vez bajaron del auto, Kongpob agradeció y también pagó al conductor, quien se había comportado muy amable con ellos durante el trayecto y que incluso les había dicho que hacían muy buena pareja.

—¿Quién lo diría, P'? Hacemos buena pareja —rio Kongpob una vez estuvieron solos frente a la entrada del centro comercial.

Arthit sonrió de esa forma que evidenciaba su hoyuelo.

—Claro que hacemos buena pareja... —tomó su mano—. ¿Quieres ir a alguna tienda en especial?

El menor apretó su mano con afecto y elevó la otra para hundir su dedo en la mejilla de Arthit, justo al lado del hoyuelo que tanto le gustaba besar.

—Estoy bien con solo caminar a tu lado.

En ese momento, Arthit no pudo evitar tomar la mano de su novio que estaba sobre su mejilla, luego haló de ambas y le dio un beso rápido en los labios.

—Vamos por un helado.

Kongpob se dejó guiar hasta el local de helados más cercano. Aún estaba un poco sorprendido por la muestra de afecto tan repentina, las cuales, podía darse cuenta, se estaban haciendo cada vez más frecuentes.

—Quiero... Un cono simple de vainilla —pidió Kongpob a la chica que atendía el local.

—Y yo uno de chocolate, por favor —dijo después un educado Arthit.

Cuando tuvieron sus helados en la mano, Arthit probó un poco del suyo y caminó hacia una banca que estaba frente al local. Kongpob no tardó en unirse a él en la banca.

Solamente se quedaron allí sentados, disfrutando de la compañía del otro en medio de un cómodo silencio, pues tampoco había mucha gente paseando por allí debido a que, además de ser antes de mediodía, también era día de trabajo para la mayoría.

—Es muy raro que tu familia no te haya buscado ya —observó Arthit de repente, después de ver a su menor de reojo en varias ocasiones.

—¿De verdad te parece extraño? —contestó Kongpob, soltando una risita suave—. ¿Después de que ayer nos abandonaran prácticamente a nuestra suerte fuera del restaurante?