Capítulo 8.2

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El semblante de Kongpob se puso serio al reconocer a quien había entrado con ellos al comedor. Era un hombre en sus treinta, vistiendo un elegante y pulcro traje en color azul. Parecía ser alguien muy importante.

—Khun Wuttichai —murmuró Kongpob, intentando esconder su ceño fruncido. Al mismo tiempo, su padre recibía al hombre diciendo lo mismo en voz alta.

Aquel hombre saludó a los presentes, pero detuvo su mirada en Arthit, quien estaba de pie a unos pasos de él.

—No te conozco, ¿quién eres? —preguntó, confundido. La elegancia que aparentaba se había ido de repente debido al tono de voz que había usado.

En ese momento, Arthit quería desaparecerse. Y si con tan sólo desearlo se hiciera realidad, sería muy feliz. No sabía qué contestar, así que se giró hacia Kongpob en busca de una respuesta.

—Khun Wuttichai, éste es Arthit Rojanapat —empezó a decir el señor Sutthilack—, es un am...

—Arthit es mi pareja, Khun —interrumpió Kongpob con voz firme, levantándose también de la mesa para ir junto con su novio.

El recién llegado esbozó una sonrisa de medio lado la cual denotó aún más confusión. Sus ojos se veían sorprendidos.

—Así que... Khun Arthit... —lo miró fijamente—. Me presento. Mi nombre es Wuttichai y soy representante de Engisan International aquí en Tailandia.

—La propuesta de trabajo que te platiqué —le susurró Kongpob a Arthit, con la esperanza de que éste recordara lo que le había contado días antes cuando tomaban el desayuno fuera.

—Así es —Wuttichai miró ahora a Kongpob—, y ahora vengo para hablar precisamente de eso.

Detrás, los padres de Kongpob intercambiaban miradas. El mayor de la sala había adoptado una postura rígida.

—Kongpob... Creo que debería irme —le dijo Arthit al oído de forma que nadie escuchara—. Parece que tienes cosas importantes por atender —miró de reojo al hombre que no quitaba la mirada de ellos.

—Khun Arthit no se ve muy cómodo ahora mismo, ¿por qué no dejas que se vaya? —señaló Wuttichai, quien seguía mirando a Arthit como si fuera una posible presa a la que atacar.

Aún bajo la mirada del hombre, Kongpob tomó la mano de su pareja.

—Te necesito aquí, Arthit, quiero que me ayudes a tomar una decisión sensata —acarició con sus dedos la mano ajena sin apartar los ojos del recién llegado. Se dirigió a éste luego de respirar profundamente—. Khun, debo admitir que tu propuesta es muy tentadora, pero aún no se cumple el plazo que me diste para decidir.

Arthit de verdad no quería estar ahí. Las miradas que le dedicaban tanto sus suegros como aquel hombre le hacían sentir entrometido. Pero estaba más que nada preocupado por su novio, pues con anterioridad le había dicho que tomara las cosas con calma, pero ahora venía ese tal Wuttichai a presionarlo.

—Kongpob... Cariño, no sé por qué lo piensas tanto. De las ofertas que tienes, esta sin duda es la mejor —intervino la señora de la casa.

—Sí. Tu madre tiene razón, Kongpob. Podrás estudiar lo que querías en una de las mejores universidades del país a tu elección, pero para eso debemos empezar los trámites lo más pronto posible... 

Kongpob suspiró. De verdad que no quería tomar una decisión aún, la presencia de ese hombre le ponía los pelos de punta.

Desde que había empezado su carrera en ingeniería, Wuttichai se había acercado al menor de los Sutthilack con tentadores puestos para un estudiante para él, pero Kongpob nunca había aceptado ninguna de sus ofertas. Por un tiempo, creyó que el hombre se había dado por vencido pues no lo molestó durante su tercer año, pero éste volvió a contactarlo semanas antes de su graduación con una propuesta que sabía que no podía rechazar. Sin embargo, además del hecho de que a Kongpob nunca le cayó bien el hombre, él quería hacerse paso por el mundo laboral por sus propios méritos y no por colegas de su padre o amigos de la familia.

I. SintoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora