Daishinkan me señaló que lo siguiera y lo hice con algo de cautela. Tratando de entender como iba todo el asunto de la apuesta, pues había sucedido tan rápido que apenas estaba pasando los acontecimientos por mi garganta cuando entendí algo un tanto espeluznante y me detuve porque no pude dar un paso más.-¡Ay por Dios!- exclamé y el Gran Sacerdote volteo a verme- ¡¡Soy responsable de ochenta vidas!!
De más de ochenta. Si mi historia no es buena y no logro el mínimo requerido, el sujeto que escogí para protagonizar mi historia será borrado lo que significa que sus familiares y amigos...-Finalmente lo ha comprendido -me dijo el Gran Sacerdote, con una leve sonrisa- Tal y como lo a dicho tiene usted ochenta vidas en sus manos, señorita Salieri.
-¿Pero que clase de juego enfermo es este?- replique especializada con la idea- ¿Cómo puede disponer de esa forma de... ¡Pero claro! Si lo ha hecho antes-reflexione en voz alta y un tanto ofuscada.
-Supongo que esto le parece inconcebible, absolutamente irresponsable; una auténtica locura- me dijo como si leyera mi mente- No es muy diferente a lo que usted hace todo el tiempo en sus relatos. Cuando crea sus historias, cuando las escribe, usted es una diosa que dispone de sus personajes prestados o creados, según sus juicios necesidades o simples caprichos ¿me equivoco? Esto es exactamente lo mismo. Solo que ahora hay consecuencias reales.
-No, no, no, no, no ¡No! De ninguna manera esto es lo mismo- le dije acercándome un poco más de la cuenta a él- Cuando yo escribo lo hago para contar algo más que una historia. Hay un mensaje entorno al que todo giran los acontecimientos. Cada acción tiene un propósito ¡Y para nada estoy jugando con el destino y la vida de personas reales! ¡Usted está mezclando todo!
-No, no es así- nego tranquilamente el Gran Sacerdote- Yo solo la traje aquí, para jugar un poco. Estamos apostando. No lo olvide.
-Sí esto es por la historia que escribí, puedo cambiarla-le dije con ánimo sumiso- Aunque estoy llegando al final y...-hice una pausa- Juro que no era mi intención dejar de usted una mala impresión...
-Esto no tiene que ver con su historia, señorita Salieri- me interrumpió- Es usted quien está mezclando las cosas.
-¿Y por qué yo? hay mejores autoras y con mucho más talento. Ante ellas me siento como un gusano con deseo de ser mariposa- confesé- ¿Por qué a mi?
-¿Y por qué no?
-Oiga, en serio, esto no es divertido- me quejé un poco cansada- Además dice que esto es una apuesta ¿no? bueno yo estoy apostando mi existencia
(cosa que con la que no estoy de acuerdo) ¿Qué es lo que usted está apostando?Me miró y con una sonrisa inocente me dijo:
-Eso es un secreto...
-¡Eso no es justo!-proteste fastidiada- Ni siquiera me preguntó si quería participar?
-¿Tenia que preguntarselo?
-¡Por supuesto que sí!- exclamé molesta, casi ofendida.
Daishinkan solo se encogió de hombros y me sonrió.
-Tendrá que quedarse aquí un tiempo- me señaló retomando el camino-He preparado un lugar adecuado para usted.
-¿Una celda con cadenas y grilletes?-dije en voz baja mientras caminaba viéndole la espalda.
-Una habitación con una cama, un baño y un escritorio además de otros accesorios que gustan las mujeres humanas-me dijo mirándome por encima de su hombro.
-No puedo quedarme aqui- le dije-Mi hermano me va a extrañar. Es un inútil. Hasta la lechuga se le quema, morirá de hambre sin mi- explique, pero no a Daishinkan, más como pensando en voz alta- Reportaran mi desaparición a la policía, a las redes sociales, a la prensa y para ese punto habran más teorías respecto a mi desapareción que respecto al origen de Merlot en mi historia "No"...
Me miro igual que antes, se sonrió medio encogiéndose de hombros y no hizo comentarios. Caminamos otros cuantos minutos completamente callados. Yo quería hacer muchas preguntas, pero no pude formular ninguna. Me quedé viendo la espalda del Gran Sacerdote hasta que él me miró de reojo solo para preguntar si iba muy rápido. Obvio no. Caminaba tan despacio que yo casi tropezaba con mis propios pies obligandome a ir a su ritmo.
Finalmente nos detuvimos ante una estrecha puerta blanca que se abrió por si sola dejándome ver una habitación bastante cómoda, pero que no me agradó nada.-Esta será su habitación. Espero sea de su agrado- me dijo extendiendo la mano hacia el interior- Puede hacer lo que quiera aquí. Excepto salir sin mi consentimiento-me señaló.
-Pero no es una celda ¿verdad?- le cuestione.
-No, no lo es ¿estaría más cómoda en una celda? Podría darle una. Tenemos varias aquí.
-Usted me asusta-le dije honestamente- Y bastante. Me resultaba más agradable del otro lado de la pantalla.
Ante mis palabras él se sonrió de manera inocente solo para después darme una aguda mirada y pararse tan cerca de mí que me obligó a dar medio paso atrás.
-No me tema por favor, señorita Salieri. Yo no la odio ni la detesto; tampoco la estimo-iba a decirme algo más, pero se interrumpió y se quedó en silencio, un momento, como escuchando- Ambos Zen Oh Sama están ansiosos por conocerla y piden su presencia de inmediato. Han estado aguardando su llegada desde hace dias. Por su bien no las vaya a decepcionar...
-¿Qué?-exclame- Pero si ni siquiera me aprendí todas las reglas- agregué bastante nerviosa. Estar ante la presencia de un ser tan caprichoso como Zen Oh Sama me ponía los pelos de punta- Tiene que darme tiempo. Una hora al menos. Las historias se planean...
Una mirada de Daishinkan bastó para terminar mis protestas.
¿Se han preguntado si es posible pensar en nada? Yo obtuve la respuesta ese dia. Sí, era posible. Mi cerebro estaba en blanco cuando llegue con los Zen Oh Sama. El Gran Sacerdote solo me hizo aparecer ante ellos que estaban sentados en sus tronos. Al principio me miraron indiferentes, luego volaron hacia mi con curiosidad para irme a darme palmaditas, tirar mi cabello y comentar que no parecía alguien especial.-Estimados Reyes De Todo les presento a la señorita Salieri- les dijo el Gran Sacerdote, con un tono bastante jovial- Ella a venido desde muy lejos para contarnos sus historias.
"Yo no vine,usted me trajo"
-Creo que se vería diferente si- dijo uno. El que me daba palmaditas en la cabeza.
-No parece venir de otro cosmos, se ve como un humano cualquiera-comentó el otro.
-Oye, oye nos contarás cuentos divertidos, si-señalo el primero.
-Tienen que ser muy divertidos, sí-apoyo el segundo.
Asintí con la cabeza nada más. Fue un movimiento en cámara lenta. Si estar ante Daishinkan era difícil, estar ante Zen Oh Sama era mucho terrible.
-No habla mucho, Daishinkan-le dijo uno de los Zen Oh Sama- ¿Estas seguro de que nos contara historia interesantes?
-Eso es lo que jugaremos ahora- les dijo y chasqueo los dedos.
Una esfera de cristal se materializó ante mi y la tome entre mis manos. Era ligera y parecía tan frágil como una burbuja de jabón.
-Toda la historia que la señorita Salieri nos cuente, podremos verla a través de esta esfera ¿No les resulta más divertido de ese modo?
-¡Síííí! Eres muy eficiente, Daishinkan-exclamaron ambos Zen oh sama- Comienza, comienza, comienza-me decían.
¿Qué más podia hacer? Me arrodille para descansar mis manos y la esfera en mi regazo.
Los Zen Oh Sama hicieron lo mismo para ver mejor las imágenes que comenzaron a formarse en ese globo de cristal. Pude escoger a cualquiera de los ochenta guerreros, pero por alguna razón fue ese el primero que vino a mi mente y todavía sin entender la envergadura de lo que hacía, comencé a relatar la historia.
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Cuentos al Rey De Todo
FanfictionYo escribía de él sin saber que desde su mundo podía leer aquellas historias. Un día, ofendido por mi prosa, me lleva ante él para proponerme un inusual juego.