Cinco

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Luego del grito vinieron los golpes a la puerta que por poco la derriban.

-¡Sal de ahí! necesito usar el baño- decía y no se oía nada bien-¡Sal de ahí o voy...a..!

-¡No vomites en el piso!-exclamé y abrí la puerta.

Ni siquiera me permitió salir, cerro la puerta y se fue de rodillas al inodoro a descargar toda la repulsión que le causó leer aquello. Aún sostenía la tablet en su mano e intente recuperarla, recibiendo una mirada fulminante que me hizo apartarme.

-Humanos despreciables-dijo limpiándose la boca con la mano y enseñando un semblante furioso-¡¿Cómo son capaces de escribir algo tan vulgar y repugnante como esto?! ¡jamás permitiría que me hicieran algo como eso! ¡¿Me oíste?! ¡¿Me estas oyendo?!

-¡No me grites!-exclame con firmeza- Te escucho perfectamente.

-Leíste eso ¿verdad?- me preguntó de pronto y girandose por completo a mí- Lo leíste ¿si o no?

-Sí, lo leí...no es que el lemon me agrade mucho, pero dentro del contexto de la historia, a veces viene al caso y...

-¡Cállate!-me ordenó-No quiero oír tus comentarios respecto a esta porquería ¡Y no me mires así!

-¿Asi cómo?-pregunte sin entender porque de pronto me miraba como si yo lo estuviera viendo desnudo o algo así.

Su expresión era una mezcla de asco, vergüenza e ira. Lo entendí. Se sentía ultrajado y casi me sentí culpable de haberle hecho leer aquello, después de todo en su posición yo me sentiría igual: transgredida.

-¿Tú también escribes escoria como esas no es así?-me pregunto poniéndose de píe-¡Responde!

-Mas o menos...el lemon no se me da muy bien...yo...no...

Súbitamente todo se volvió negro después de eso. Desperté recostada en mi cama o eso me pareció. La habitación estaba en penumbra y sentía un dolor en el costado de la cabeza. Lleve mi mano hasta allí y descubrí una venda. Me sentía algo aturdida y tarde en recordar lo que había ocurrido horas antes o quizás el día anterior y cuando todo eso llegó a mi mente me senté en la cama exaltada por ideas no muy gratas.

-Al fin despiertas- me dijo una voz que reconocí de inmediato.

Ahí estaba Zamasu, sentado en una silla a mi costado, demasiado cerca para mi gusto. Me miraba con desprecio (algo a lo que tendría que acostumbrarme).

-Tu nivel de azúcar en la sangre bajo abruptamente-me dijo-eres un humano muy frágil y tus historias son ridículas-agrego al lanzarme la tablet a un costado. 

Se puse de pie y fue hasta una mesa, donde había una bandeja que luego puso en mi regazo.

-Come...no quiero que cuando Daishinkan venga por ti, te encuentre en ese estado tan lamentable- me dijo- Si necesitas algo llámame, pero no grites. Tu voz me molesta.

-Grinch- murmure.

-Te escuché-me dijo mientras se iba a su habitación.

¿Comer o no comer? Comer decidí al fin, además aún tenia una posibilidad de salir de allí a diferencia de él. De hecho la posición de Zamasu era mucho peor que la mía, pues su vida dudaría lo que mi estadía allí.
Eso era muy cruel, aun para Zamasu. Todo ese maldito juego era cruel.

Comí, sin ánimo, al fin que si Zamasu hubiese querido desquitarse lo hubiera hecho ya (o trate de convencerme de eso)
Luego hice lo único que podía:
escribir esta historia casi hilarante. Escribir me relaja, me ayuda con mi memoria y sobre todo, permite que mi cabeza de rienda suelta a sus ideas y eso era lo que necesitaba en ese momento.

Cuentos al Rey De Todo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora