Un personaje ficticio de una novela,una serie,una película,un animé,etc cobra vida en los ojos de quien lo ve o lee. Los personajes nos cautivan y los sentimientos vivos ya sean un humano,un elfo o un dios de la destrucción.Se ganan nuestra simpatía por sus formas de ser,su aspecto,su historia,su humor y tantas cosas o bien los odiamos por esas mismas razones. Celebramos sus victorias,sufrimos y lloramos con ellos,nos hacen reír,tratamos de advertirles del peligro,nos enojamos si cometen errores tontos y cuando comentamos entre fans hablamos de ellos, como de cualquier individuo de nuestro diario vivir por más tonto que parezca.
Los sentimos vivos,mas no lo están.Lamentablemente para mi la realidad era otra.Yo era parte de su mundo y acababa de colocar la vida de unos de esos seres en el patíbulo. No era una sensación agradable,me sentía como si le estuviera apuntando con una pistola sólo esperando la orden de "fuego".
-¿lo entiendes ahora?-me pregunto Zamasu-tú eres sólo un bufón,que han traído para divertir a los Reyes de todo...
No quería discutir con él,para colmo le di la razón en secreto, desde mi mente,mientras me dejaba llevar por aquel corredor hasta esa habitación, que ahora me resultaba una celda.
Zamasu me hizo sentar en la cama para luego arrodillarse y quitarme los zapatos.Aquello fue extraño por muchos motivos. Uno de ellos era que ese gesto debía ser humillante para él ¿por que lo hizo entonces? Todo el tiempo me trataba con brusquedad y me veía como si yo tuviera lepra o algo por el estilo. Pero en ese momento hasta me retiro el calzado con gentileza,
luego empujándome por mi hombro,me hizo a acostarme.-duérmete-me dijo y sentí como me cubría con una manta.
¿dormir? Si,era una buena idea.
Al diablo con Zamasu,Daishinkan y todo lo demás,yo quería dormir.Me desperté abruptamente,aunque no estoy segura de porque. Por unos segundos creí estar de vuelta en casa,pero al girarme hacia la izquierda me encontré con Zamasu, sentado en una silla con las piernas cruzadas y las manos descansando sobre su rodilla. Me veía como si algo en mi, le causará grácia y a la vez desprecio.-hablas cuando duermes-me dijo-¿sabes que es lo peor?
-¿que puede haber un tipo sin nada mejor que hacer que escuchar mis balbuceos inconscientes?
-no...que respondes preguntas sinceramente-me dijo reclinandose hacia mí.
-¡morboso!-le grite.
Si,lo admito eso no fue agradable
¿qu é preguntas me habrá hecho ese sujeto? Y ¿por qué? Me pregunté, justo cuando Zamasu, me tiró aquella tablet a un lado.-escribe...necesitas siete estrellas-me dijo.
Lo hice,no porque me lo ordenará sino porque debía hacerlo. Al publicar la historia tenía una oportunidad de salvar a aquella chica y realmente esperaba poder hacerlo,pero al final todo dependía del juicio subjetivo de mis lectoras (y lectores si es que lo habían). Era todo,restaba esperar y eso era bastante tedioso. No había nada que hacer en ese lugar. Salvo por leer o dibujar no encontré nada más en que distraerme.
Zamasu se había retirado a su habitación y aprovechando eso me di un baño,pero tampoco podía quedarme en la tina el resto del día.Salí con el cabello a medio secar y con el mismo vestido que me habían dado,pues no tenía más prendas allí y me senté en el sofá a...nada.¡no había nada que hacer! Y la incertidumbre por el destino de la chica del universo díez, me estaba matando. Fue cuando note lo sola que estaba en aquel sitio.
No había nadie con quien hablar o que me diera una palabra de aliento o consuelo y eso me entrestecia bastante,por un momento hasta me sentí tentada a golpear la puerta de Zamasu y pedirle que hablará conmigo,
pero seguro me mandaría al diablo,por suerte no tuve que hacerlo,él salió,pero se metió a lo que era la cocina salió de allí con dos tazas de té,un rato después. En mi país el té se toma bastante también,pero yo nunca fui muy aficionada a esa costumbre. Puso una frente a mi y otra del otro lado de esa mecita entre los sofás,donde él se sentó.
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Cuentos al Rey De Todo
FanficYo escribía de él sin saber que desde su mundo podía leer aquellas historias. Un día, ofendido por mi prosa, me lleva ante él para proponerme un inusual juego.