XXXIV. Lugar Feliz.

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La gente constantemente dice que uno siempre vuelve al lugar donde alguna vez fue feliz...

Ya sea con la familia en una mañana de campo, cuando el cielo esta en lo alto y el aire sopla fuerte moviendo tus cabellos; con los amigos en la escuela, cuando se ríen de todo y de nada y pareciera que el mundo no importara, porque el momento es ahora o con el amor de tu vida, entre sus brazos después de, no solo entregar el cuerpo, sino también el alma, ese amor que sabes- porque lo grita cada una de tus entrañas- jamás podrá igualarse a ningún otro en la vida, aunque al final no concreten a nada, aunque al final la vida siga sin esa persona. dicen que inevitablemente, al final... uno siempre vuelve donde fue feliz.

Si alguien me preguntará, definitivamente yo me encasillaría en la última descripción y ciegamente, mil veces, volvería a los brazos de Frank, esos brazos fuertes que ante todo siempre me han hecho sentir protegido, esos brazos que se ciernen como murallas altas e inquebrantables, que me protegen de todo mal.

Volvería sin dudar, ni por un segundo, a esos días en donde nuestras miradas se perdían por horas, donde una sonrisa valía mas que millones de palabras, donde sus caricias quemaban mi piel, tan placenteramente que podría arder en las llamas del infierno, si se sintiera al menos la mitad de bien.

En mi nebulosa me pregunto... ¿podría haberme perdonado?, si hubiese tenido la oportunidad... ¿él me habría perdonado?

Se que debería haber hecho las cosas bien, dejar de escudarme en mi edad para justificar mi estupidez, tomar las riendas y ver las cosas con altura de mira, dejar de exagerar por todo, aunque parte de mi personalidad es esa, exagerar y agrandar y ahogarme en un vaso que ni siquiera tiene agua, un vaso vacío.

Aunque justo ahora me siento tan...

Bajo el agua.

Abro mis ojos y la fuerte luz del sol de pleno verano me ciega.

Parpadeo a gran velocidad buscando poder aclarar y frente a mi se alza una colina del pasto más verde que he visto en mi vida, el olor al mar y el sonido de las olas me tranquiliza de inmediato.

Es verano.

Es verano y soy tan ligero, tan liviano.

Camino por el sendero empedrado, colina arriba.

Pero se hace pesado, de pronto es como si mis zapatos fueran de plomo y el aire se vuelve denso, el calor sofocante...

- Vuelve a mi...

Giro la cabeza en todas las direcciones, pero sigo solo en el camino empedrado, colina arriba... el viento sopla con fuerza ahora y siento que vuelvo a respirar. Lleno mis pulmones de aire, pero quema.

- Por lo que más quieras, vuelve a mi...

Empiezo a hipar y las fuerzas me abandonan. Caigo de rodillas y el dolor me abraza con fuerza.

- No importa nada, no importa el tiempo...

Comienzo a llorar y miro al cielo, que es azul e inmenso.

- Por favor amor, regresa a mi...

Y veo todo como si fuese la primera vez y veo la verdad ante mis ojos. 

La risa, la alegría, el jubilo inmenso mezclado con la desesperación latente y constante.

Veo mi vida pasar, como los créditos de la película más larga jamás vista y estrenada.

Small BumpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora