30.

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Nuevo capitulo que espero disfruten, comenten y voten n.n



Aun tenía en sus manos un cosquilleo que sabía no se iría por lo menos hasta que todo en él se calmara; se tranquilizara.

Intentó con gran esfuerzo regular su respiración, mientras observaba la puerta delante de él completamente cerrada, a diferencia de cómo había estado unos segundos atrás. Su saco, tirado a un lado y aun la aguja clavada en su pierna, no eran precisamente la imagen que se había imaginado tendría algún día, pero allí estaba, esperando que el tranquilízate que se había inyectado le diera resultado, antes de pararse e intentar formularse cómo solucionar aquello.

Otro golpe se escuchó del otro lado de la puerta.

–Alfa –murmuró Oliver del otro lado, la única puerta que los separaba –Alfa –lamentaba, pidiendo por él, pero sabía que no era él el que hablaba, sino su lado irracional y que no podía controlar. Sabía que debía controlarse él también, aun si sentía las feromonas de Oliver colarse por debajo de la puerta, llamándolo.

Debía controlarse y por ello suspiró con pesar, sintiendo su cuerpo lánguido y perdido. Solo debía de aguantar unos minutos, quizás unas pocas horas.

Frustrado alcanzó como pudo el otro bolsillo de su saco, sacando de este su celular y respirando entrecortadamente, llamó a quien podía ayudarlo en aquel aprieto en el que se encontraba.


***


Sintió unos brazos que pasaban por detrás de su cuello y con delicadeza lo levantaban. Con esfuerzo abrió los ojos y vio frente a él a un joven de cabellos oscuros y ojos avellana, que nunca había visto. El estado en el que se encontraba tampoco le ayudó a querer gritar y preguntar qué hacia un extraño en su casa. Fue entonces que dejó que lo sentara levemente en la cama y con lentitud y sintiendo sus brazos pesar el triple de lo que pesaban, tomó el vaso que el joven le tendió.

–¿Quién...? –intentó preguntar luego de tomar unos sorbos y sentir su voz rasposa y gangosa, como también su garganta seca.

El joven le sonrió levemente y lo ayudó a acostarse nuevamente, acomodando las sabanas sobre su cuerpo y cerciorándose de que se encontraba bien.

–Ezra me ha pedido que viniera a ayudarte –le contestó y tomó el vaso con el que había tomado, dispuesto a levantarse –Soy Jude, amigo de Ez. Soy omega, así que no corres ningún peligro –le volvió a sonreír levemente y se levantó justo cuando alguien llamó a la puerta.

Fue entonces que una mujer, claramente alfa, se asomó por la habitación.

Oliver abrió los ojos de par en par e intentó inútilmente encogerse en su lugar.

–¡Tranquilo! –exclamó Jude y lo miró nervioso, agachándose a su lado y colocando una de sus manos sobre su hombro, intentando mitigar el miedo que comenzó a expedir Oliver –Es mi alfa, no te hará daño.

La mujer que ingresó asintió con la cabeza.

–Siento haber aparecido, pero creí que aun continuabas durmiendo. Freya ha venido a verte y ha dicho que con el supresor que te ha administrado sentirías el cuerpo lánguido y dormirías lo que queda del día.

Oliver miró entonces a Jude, quien asintió ante las palabras de la mujer.

–También ha dicho que a penas te recuperes deberás de ir a verla para hacerle unas consultas ya que tu celo ha vuelto a aparecer.

Oliver observó a la pareja, ya que Jude se acercó a la mujer e intentó hablar.

–¿Y... Ezra? –preguntó entonces.

Jude se giró y lo miró aun sin borrar su leve sonrisa de su rostro.

–Ha ido a hacer unos mandados. Volverá en unas horas.

Oliver se mordió el labio inferior, sin decir nada más.

Sabía que a penas había comenzado su celo Ezra se encontraba allí, pero aun así se había contenido e incluso lo había encerrado en el baño hasta que cayó rendido, luego de pedir por él a gritos para que lo ayudara. Aun sentía vergüenza de él mismo de tan solo recordarlo pero, aun así, agradeció que no había ocurrido nada. No estaba preparado. No luego de todo lo que había sucedido minutos antes de caer ante los efectos del celo que no había tenido durante años.

Había sido tanto tiempo el que había transcurrido desde su último celo, que incluso había perdido la conciencia demasiado tiempo y se había dejado llevar por sus instintos primitivos. Y se sintió asqueado de tan solo pensar que se hubiese rebajado a incluso pedir por Ezra, cuando el alfa había luchado contra sus propios impulsos, algo que nunca le había ocurrido.

Fue entonces que, colocándose de lado se encogió y comenzó a llorar. Llorar de la frustración, de lo imbécil e injusta que podía ser la vida. De vivir perdiendo y nunca ganar.


***


–¿En verdad estas seguro de que se trata de tu destinado? –preguntó por quinta vez desde que había ingresado a la oficina y Ezra rodó los ojos antes de verlo con mala cara.

–¿Cuántas veces te lo he confirmado ya? Si, es él –repitió ya cansado de la conversación sin sentido que estaba teniendo con su padre.

Chanan, por su parte, se llevó una de sus manos a la barbilla, pensando.

–Es extraño entonces –comentó y miró a su hijo.

–¿Qué cosa? –preguntó levantando una de sus cejas.

–Que hayas podido contenerte. Verás, cuando se encuentra el destinado es casi imposible detenerse al tenerlo frente a uno en celo.

Ezra volvió a rodar los ojos.

–Casi –repitió Ezra y le sonrió falsamente, lo que provocó que su padre rodara los ojos.

–No existen casos que un destinado haya frenado sus instintos primitivos Ezra, quizás estas equivocado y solo sientes empatía con ese omega.

Ezra entonces inspiró con fuerza.

–Ya esto es suficiente –dijo entonces mientras soltaba el aire y se paraba –¿Me has llamado para refregarme en la cara que Oliver no es mi omega destinado o por algo más?

Su padre entonces se tiró hacia atrás sobre la silla, sin dejar de mirarlo.

–Hemos hablado con tu madre Ezra y hemos concertado una cita.

Ezra levantó una de sus cejas.

–¿Una cita? ¿De qué?

–Con la hija de una pareja amiga. Creemos que puede ser tu omega destinada –le confirmó entonces, lo que provocó que una risa seca se escapara de los labios de Ezra.

–¿Lo dices en serio? ¿Acaso no has escuchado que Oliver es...?

–No estarás seguro hasta no conocerla –le interrumpió y Ezra apretó con fuerza sus manos hasta hacerlas puños.

–No iré –gruñó y su padre entrecerró los ojos.

–Solo tómate el tiempo de conocerla. Solo te pido que vayas a la cita, solo eso. Si no es, desistiremos.

Ezra entonces entrecerró los ojos.

–¿Qué ganas con eso, padre?

–Que mi hijo consiga lo que yo no he podido tener.

No dejó de mirarlo cuando mordió su labio inferior, sabiendo que toda palabra sobraba ya en aquella habitación, por lo que, sin siquiera saludarlo, se dirigió hacia la puerta.

–Te enviaré la dirección, el día y la hora luego –terminó diciéndole su padre antes de que él abriera la puerta y se fuera más que molesto. 

Un amor entre rosas y espinas [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora