El Vals de Los Malditos

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Ya ha oscurecido. Estamos en nuestra alcoba, preparándonos para dormir.

- ¿Cómo te ha ido por los "aposentos" de la realeza?

- Bien. Bueno, no se puede decir que la limpieza sea uno de mis hobbies

- Pues al menos no te ha perseguido la señora Druid por todo el castillo esperando a que te equivoques para regañarte

- Eso es verdad

Yo me pongo el camisón. Tú ibas a cambiarte pero recuerdas tener una cita con cierto rey. Deberías ir o se enfadará, aunque no te preocupa mucho, siempre está enfadado

- Emmm... Tengo que salir un momento

Te miro extrañada.

- Tengo que... Ir al baño

No se te ha ocurrido nada mejor.

- Vale. Te espero en la cama

Yo me acuesto y tu sales por la puerta

[Biblioteca]

Entras con mucho cuidado, no sin antes llamar a la puerta. Nadie contesta, pero decides entrar de todos modos. Jareth te espera en un butacón con la mirada perdida en la chimenea.

- Vamos, cuenta todo lo que tengas que decir. No tengo toda la noche

Te acercas silenciosamente. Eliges tus palabras con cuidado

- Hemos estado limpiando. Y cocinando. Esta tarde hemos dado una vuelta por las caballerizas y después nos fuimos temprano a cenar. Ahora está dormida en nuestro cuarto.

Se gira hacia ti

- ¿La señora Druid sólo os ha dado una cama? ¿Dormís en la misma cama?

Asientes. No es la primera vez que compartes cama. Ni siquiera habíamos reparado en ello. No le ves ningún problema. Y yo tampoco.

- A partir de mañana ordenaré instalar otra cama.

- No hace falta, Majestad

- No era una sugerencia. ¿Y de qué habéis hablado?

Sinceramente no te acuerdas

- Pues no se... De todo un poco

Se levanta con la mirada enfurecida.

- Es lo único que tenías que hacer. ¡ES TU ÚNICA MISIÓN!

- Yo... lo siento...

- ¡Más lo vas a sentir cuando te cuelgue cabeza abajo del Pantano del Hedor Eterno!

Prefieres no rebatir. Al menos por ahora. Tienes sueño, ganas de dormir y lo último que te apetece es escuchar sus bravuconadas.

Se levanta y se acerca a ti. En pose amenazante, con los brazos en jarras, se acerca muy lentamente, intimidándote.

- ¿No os habéis separado en todo el día?

- No...

- ¿Ni un solo momento?

Tú no sabes lo de nuestro encuentro en la habitación de Sarah. Mientes. Quieres que te deje en paz.

- No

- ¡¿Y cómo puedes explicarme que esta mañana ella estuviera en el cuarto de Sarah cuando yo soy el único que puede acceder allí?! ¿Sabías que eso estaba prohibido?

Tu piel se vuelve pálida como la de un muerto. No te lo había comentado, por lo tanto tú no podías saberlo

- Si intentas engañarme de nuevo, te juro que la muerte te parecerá el mejor de los castigos comparado con lo que voy a hacerte. Y ahora ¡Fuera de mi vista!

¿Y si todo fuera un sueño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora