Capítulo 1: La Sirena

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Abrí mis ojos despacio, adaptándome a la luz del sol. ¿Qué día sería? ¿Cuánto tiempo llevaba perdida? Mis hermanos debían estar preocupados por mí. Al incorporarme vi que varios hombres me estaban observando, ¿acaso nunca habían visto a una sirena? ¡Oh, claro! Ya no eres una sirena. Mire mis dos aletas. Esto era nuevo para mí. ¿Cómo se nadaba con dos aletas?

Disculpe señorita, debe acompañarnos por escándalo público. -el hombre se quitó algo que tapaba su cuerpo y me lo dio.- Tápese.

¿Por qué? ¿Qué es? -mire su mano.

Es una chaqueta. Esta desnuda. La recibirán en castillo y allí hablará con el rey. -me puse de pie y vi que los hombres se giraron. Me mire y me tape con aquel trapo que me había tendido aquel generoso hombre.

Supongo que usted trabaja para el rey. Me interesa hablar mucho con él. -el hombre me tomo del brazo y me obligó a ir delante de ellos. Mire como se movían ellos y los imite.

¿Cómo se llama al movimiento que hacen? -le pregunte al guardia de antes.

¿Se refiere a caminar? -dijo.

Caminar... -susurre. Entramos en aquel hermoso palacio. Era enorme, incluso más grande que mi reino. Era bastante luminoso, más que cuando el sol se refleja en las aguas cristalinas de las playas del sur. El palacio era color piedra, con pequeños brillos que se reflejaban a causa del sol.

Aquel castillo era enorme, lo notaba por el dolor que sentía en mis aletas. Entramos en una sala bastante vacía, solo se encontraba un hombre bastante mayor.

Majestad, aquí tiene a la mujer de la playa. -dijo el buen hombre.

Gracias Sebastián. -dijo el hombre sentado en... ¿eso se movía? ¿No tenía aletas como yo? Vi como el guardia se giro y se alejó de nosotros. Su vejez se reflejaba en las arrugas que se hacían notar en su frente y en los pliegues de su garganta.

¡Eh! Pero no te vayas...-me cruce de brazos. ¿Ahora me iba a dejar sola con este señor que me daba un poco de miedo? ¿Cómo se podía vivir tanto? Mantén la aleta Greta, él no debe darse cuenta de que le tienes miedo. Las palabras que mi padre me repetía una y otra vez, cuando montaba en mi caballito de mar, se aparecieron como un recuerdo fugaz.

Bueno, jovencita. Yo soy George, George Williams. -fue a continuar, pero lo interrumpí.

Disculpe señor, pero no tengo tiempo. Debo buscar al rey. – dije de manera seria y mire a los lados intentando recordar por donde había venido.

Bueno, creo que puedo ayudarla. Yo soy el padre del rey y antiguo rey de este hermoso reino. – lo mire. – Ahora es mi hijo quien se encarga de esos temas. -me sonrió de manera amable. – pero creo que antes de hablar con él, deberías ponerte algo de ropa. ¿No crees?

¿Ropa? ¿Eso que es? Antiguo rey, no tengo tiempo para distracciones, debo hablar con el actual rey. -él hombre soltó una carcajada.

Padre, ¿qué es lo que pasa aquí? -se acercó a nosotros una joven castaña, su pelo era totalmente rizado e iba cubierta con una cosa que no sabría cómo llamarla, pero el color de aquello era hermoso. Era rojo coral. Me hacía recordar tanto a mi hogar.

¿Por qué todos se tapaban el cuerpo? Me miré y fruncí el ceño al ver que aquello que el guardia llamaba chaqueta cubría tan poco mi cuerpo a comparación de la chaqueta que llevaba ella. Chaqueta... a si que así se llamaban.

¡Oh dios mío! -la muchacha me miró asombrada y tapó los ojos del hombre. -Padre no debería estar mirando a la señorita.

Creo que es ella la que no debería ir así. -él rió.

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora