Capítulo 18: La verdad

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Me senté en la orilla de la playa sin importarme si me mojaba o no. Yo pertenecía a ese lugar, ese era mi hogar. No en este mundo, donde todo el mundo miraba por su propio bien. Azariel, Malia, Kai... ¿Cómo os ayudo hermanos? ¿Por qué tenía tanta mala suerte? ¿Por qué a mí?

Primero me alejan de mi hogar de la manera más baja y después me enamoro de un hombre que me miente. Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos y observé hacia el horizonte.

Greta, llevo toda la mañana buscándote. Me tenías preocupada amiga. – Keisha puso su mano en mi hombro. – Maximus nos está buscando. Solicita nuestra presencia en el comedor.

¿Debo ir? – me abracé.

Serías un gran apoyo para él. – la mire y ella me tendió su mano para poder ponerme de pie. La cogí sin ganas, limpié mi cara y caminamos hacia el interior del palacio.

Cuando entramos en el comedor vi a varios hombres que parecían bastante importantes hablando con Maximus, junto a los padres de Cassandra. Mientras que ella parecía histérica mientras hablaba con su madre.

Keisha y yo nos acercamos a George.

¡Tú! – me señaló. - ¡Tú tienes la culpa de todo! – se acercó a mí y todos nos observaron. - ¡Es tú culpa! – me sujetó de los hombros y comenzó a sacudirme.

¡Cassandra! – Maximus la sujetó de los brazos y la separó de mí, mientras que Keisha hizo lo mismo conmigo, aunque yo solo me intentaba defender. – Esto no es culpa de Greta. Esto es mi culpa, por ello estoy intentando remediar todo esto. – los miré sin entender.

La madre de Cassandra la alejó de nosotros y cuando la sala se tranquilizó, Maximus subió a su lugar y nos miró.

Seguramente mucho de ustedes habréis estado esperando con mucha ansia la boda entre la señorita y yo, pero eso no va a ser posible porque no me encuentro con la capacidad de casarme con alguien a quien no amo y sé, que no voy a apreciar. Pero, les debo lealtad tanto a su familia, como a toda su gente. He hablado con su padre y he decidido ofrecerles mi ayuda económica en todo lo que sea necesario, pero no podré ofrecerle ayuda con el corazón de su hija porque ese corazón le pertenece a otro, como el mío le pertenece a otra mujer. – sentí su mirada en la mía. – Pero esto no es un motivo para frenar los planes que teníamos de seguir conquistando nuevos terrenos y seguir declarando la paz con el resto de los reinos. – respiro hondo. – Quiero pedir una última petición, y todos ustedes sabéis a que me refiero, así que no quiero palabras desmesuradas, ni mentiras... - sentí mi corazón oprimirse. -...exijo la presencia de cualquier ser con magia sobrenatural que pueda brindarme confianza y un poder fuera de lo común para una especial amiga. – me miró. – Es urgente la aparición de ese hechicero, mago, brujo... como deseéis llamarlo.

Majestad... - uno de los hombres de su confianza alzó la mano. - ¿Eso implicaría entrar al bosque encantado? – Maximus miró a su padre, luego me volvió a mirar a mí y dijo:

Hacer lo que haga falta. Pero lo necesito cuanto antes. Un pueblo necesita a su reina y ya llega tarde. – Keisha me miró y yo no pude dejar de mirar para él, sintiendo como la respiración me faltaba. 

Podéis retiraros. – después de despedirse de ellos, los hombres salieron de la sala y Cassandra me miró.

¿Reina? ¡Ella no es hija de los del Oeste! – le gritó a Maximus.

Relájate Cassandra, por supuesto que ella no es hija de los del Oeste... - me tendió su mano y yo la acepte donde me puso a su lado. – Ella es Greta, reina de Oceana. Greta es una sirena. – vi los rostros de los padres de Cassandra sorprendidos y ella me miró con cara de asco.

¿Te enamoraste de una sirena? ¡Maximus te lanzó un hechizó! – dijo histérica.

El único hechizo que me ha mandado Greta es el de la sensatez. Ella apoyo nuestra boda hasta que me hizo entender que yo no podía seguir mintiéndole a mi corazón y menos a tí. Lo siento Cassandra, por haberte mentido. – ella apretó sus puños y gritó en forma de rabieta y salió del salón seguida de sus padres.

Ya está. – me miró y luego retiró su mirada de mí para observar a su padre. – Hice lo que tenía que hacer. Soy libre, en parte, porque mi corazón aún sigue prisionero del amor de otra persona.

Mi labio tembló, y lo esquivé para salir corriendo de la sala. Corrí por el pasillo sin mirar hacia atrás.

Lo amaba tanto, quería perdonarlo, pero mi corazón aún estaba roto por utilizarme tanto. Sentía que había estado perdiendo el tiempo durante mucho tiempo y que mi gente estaba en peligro.

Corrí hasta el gran ventanal que se situaba enfrente de la habitación de Keisha y mía. Me acerqué despacio a este y observé a través de este el horizonte, lo lejos que estaba de casa y lo que echaba de menos a mis hermanos. Recorrí con la mirada toda la orilla de aquella larga playa y pude percatarme de algo raro en la orilla.

Había algo tumbado, no se podía distinguir muy bien. Mi corazón comenzó a latir muy rápido, eso tenía que conocerlo muy bien. Me alejé de la ventana y volví a bajar las escaleras corriendo donde Maximus, George y Keisha se encontraban en la entrada.

Hay algo... en la orilla. – pasé entre ellos.

Espérate aquí, los guardias fueron a ver...- sujetó mi brazo.

No me voy a quedar aquí ni, aunque tú me lo ordenes. – me solté de su agarre.

Puede ser peligroso, Greta. – me gire y lo mire.

Yo siento cuando algo es peligroso y esto proviene del mar y no siento que sea peligroso, sino familiar. – lleve mi mano a mi pecho y me gire para salir corriendo hacia la playa.

¡Espera! ¡Greta! – lo sentí gritar tras de mí.

Corrimos hasta la orilla y vi a los guardias apuntar con sus armas a algo. Me acerque rápida y al verlo, grite llevando mis manos a mi boca. 

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora