Maximus
Hoja tras hoja y nada. ¿Dónde podría encontrar un hechicero tan bueno para que ayudara a Greta y su hermano?
Pasé mi mano por mi pelo frustrado y me dejé caer en la silla.
Habían pasado varios días desde la llegada de Azariel a palacio y tanto Greta como Keisha parecían más animadas. Extrañamente mi hermana más que Greta. Ambos se llevaban de maravilla. Keisha lo enseñaba mucho y pasaban bastante tiempo juntos.
¿Puedo? – escuché el sonido de una pequeña voz que provenía de la puerta. Alcé mi vista y vi a Greta con la puerta media abierta sonriéndome.
Claro, mi reina. – ella sonrió y paso al despacho.
Maximus... - su rostro cambió a algo preocupada. – Llevas varios días aquí metido sin hacer otra cosa más que revisar papeles y casi no comes, debes descansar. – sonreí porque se veía bastante tierna al estar preocupada por mí.
Me levanté y me acerqué a ella. – Te prometí algo y debo cumplir mi promesa. -coloqué el mechón de pelo que se escapó de su trenza.
Ella apoyó sus manos en mi pecho. – Eso no quiere decir que no comas o salgas a respirar aire fresco. Vamos a dar un paseo, te sentará bien.
La pegué a mí y ella miró hacia mis labios, por lo que alcé una ceja. La vi sonrojarse y apartó su mirada.
Quiero que hagas lo que sientes, Greta y...- pero me interrumpió besándome. Sonreí en sus labios y acaricié su cintura.
Me encanta besarte, Maximus. Simplemente no quiero forzar las cosas porque tengo una sensación extraña y... -dijo de manera rápida, tomé su rostro entre mis manos y la besé.
Me siguió el beso. - ¿Más tranquila? -dejé cortos besos en sus labios y la sentí sonreír. – No voy a permitir que nada ni nadie nos separe Greta. No por ahora. -rodeó mi cuello con sus brazos y miro a mis ojos.
No quiero alejarme de ti, Maximus. – junté nuestras frentes.
Greta
Acepto ese paseo. – caminamos hasta el patio donde paseamos abrazados por el camino de rocas, pero lo que pasó después aún ninguno puede explicarlo. Fue una escena horrible.
A lo lejos divisamos como mi hermano golpeaba a Marco Zappellini con una rabia que no caracterizaba a Azariel. Corrimos hacía ellos y Maximus los separó, mientras yo sujetaba a Azariel.
¡Mira la basura esta lo que le hizo a tú hermana! – Azariel alzó la voz.
Tranquilo por favor. – puse mis manos en su pecho.
Llega a ser mi hermana, ¡ni mi hermana, ni nada a ninguna mujer se le hace esto! Te mató. -le gritó Azariel. – Tu hermana... se la llevaron las chicas. – Max lo miró asustado.
¡¿Qué pasó con mi hermana?! – gritó histérico.
La tomo a la fuerza. – mire a mi hermano aterrorizada con lo que acababa de decir. Azariel miró a Marco y este se soltó del brazo de Marco y salió corriendo a su caballo.
¡Guardias! – ordenó Maximus, pero Marco sacó un arco que colgaba en la silla de su caballo, apuntó a Maximus y le lanzó una flecha clavándose en el hombro de este, muy cerca del corazón.
¡Max! -grité. - ¡Ayuda! – Azariel iba a perseguir a Marco, pero me ayudo a entrar a Maximus y llevarlo a su cama.
¿Pero que es lo que paso aquí? – George entró en la habitación. - ¡Hijo! ¡El doctor está con Keisha!
Azariel trae agua caliente y un paño. -miré la flecha nerviosa. Respiro hondo y recordé como mi padre nos curaba las heridas de la cola, con tranquilidad y sin un ápice de nerviosismo. – Max, tengo que sacar la flecha... - lo vi mirarme y me tomo de la mano en señal de estar a favor.
Apoye mi mano en su pecho, respire hondo y tomé la flecha. – Respira hondo... -lo vi hacer lo que le pedí. – No soy doctora, pero debo curarte... - gruñó.
Sácalo, Greta...-mordió su labio y saque rápido la flecha lo que lo hizo gritar.
Mi hermano regresó con el agua y el paño. Moje el paño y la taponé.
Rasgué su camisa y limpié la herida. - Necesito algo para cerrar la herida.
El botiquín. – George se acercó al armario y sacó una caja. Miré a Maximus y lo vi con los ojos cerrados. - ¿Estás bien? – asintió y luego negó. – Necesito que aguantes un poco más, mi amor.
Limpié la sangre de la herida. Vamos, Greta. Mente fría.
Comencé a coser la herida, con los jadeos, gruñidos y gritos de Maximus. Intenté hacerlo lo más rápido que pude, y al terminar, limpié la herida y la tapé con una gasa. Lo miré y estaba bastante agotado. Me incorporé y saqué con cuidado su camisa, y sus zapatos. Coloqué su almohada y lo tapé.
Descansa... iré a ver a tú hermana. – besé su frente y caminamos hasta la habitación de Keisha, una vez lavé mis manos. Vimos al doctor salir de la habitación y los tres lo miramos.
Está bastante golpeada. – puse mis manos en los hombros de George y este apoyo sus manos en las mías. – y muy traumada. – Azariel dio un puñetazo a la pared dejando escapar un gruñido.
Azariel debemos estar tranquilos por ellos. Ambos están bastante mal. – le dije a mi hermano.
Le he dado un tranquilizante y ahora está dormida. -dijo el doctor.
¿Podría revisar al rey? – le pedí al doctor y este me acompañó a su habitación, dejando a mi hermano con Keisha.
La herida está bastante bien. ¿Perdió mucha sangre? – asentí. – Necesitará bastante reposo, le aconsejo que no lo deje moverse, y que le de estás pastillas para el dolor. – las tomé y asentí. - ¿Usted es enfermera? -negué.
No, solo amiga de la casa. -él doctor asintió.
Pues le ha salvado la vida al rey. – me hizo un gesto de despedida y salió de la habitación.
Me acerqué a su cama y me senté a su lado para verlo dormir. Le salvé la vida... si algo le hubiese pasado no me lo perdonaría.
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Mi extraña maldición
FantasyMaximus Williams, un joven rey aún aprendiendo de los errores de la vida, conoce a una sirenita un tanto soñadora y de corazón puro, quien lo enseña a ver la vida con amor y dulzura. Pero tras esta batalla en el amor a la que se enfrenta Maximus, ha...