Capítulo 9: ¿Me caso o no me caso?

97 10 0
                                    

Maximus

Salí de aquella habitación aturdido, confundido, con un escalofrío de pies a cabeza. ¿Ella estaba prometida? Por eso quería volver cuanto antes a su palacio, también se iba a casar.

Caminé hasta mi despacho y me dejé caer en el sofá. Ella tenía razón, no podía corresponder a Cassandra y sabía que Cassandra no podría corresponderme a mí. Debía hablar con ella, Greta tenía razón, yo no la quería.

Padre, ¿podríamos hablar? – me senté en el banco, mientras él observaba el paisaje.

Dime hijo. – me miró sonriendo.

¿Qué pasaría si decido no casarme con Cassandra? – mi padre frunció el ceño.

¿Y ese cambio de planes? Si estabas decidido a casarte con ella. – respire hondo. – Maximus tú decides con quien estar y con quien no estar, pero deberías hablar con Cassandra, porque ya tiene todo preparado para que os caséis el mes que entra.

Lo sé. – me puse en pie.

Yo te apoyo hijo. – lo miré y lo abracé.

Voy a pedir que la manden a buscar. – dije.

En la tarde recibí su visita. Baje hasta la sala y respire hondo antes de entrar.

Buenas tardes, Cassandra. – dije mientras me acercaba.

¡Querido! Me sorprendió vuestra carta. ¿Ya tienes ganas de verme como tu esposa? – rodeó mi cuello.

De eso quería hablarte, Cassandra. ¿Qué te gusta de mí? – ella me miró sorprendida.

¿Cómo que qué me gusta de ti? Pues eres guapo y yo soy guapa. – soltó esa risilla tonta que tantas veces me daba dolor de cabeza.

¿Y ya está? Porque eso no lo veo motivo razonable para casarnos. – ella abrió su boca sorprendida mientras que yo la miré serio.

Maxi sé que estás nervioso. Como yo. Pero debemos estar juntos, somos la mejor pareja real. – me separé de ella.

Cassandra, ¿qué más da eso? Yo no quiero casarme con alguien que solo nos ve por ser buena pareja. Ni siquiera sabes mis gustos... – dije indignado.

¡Claro que sí! – se quejó. – Te gustan... las cartas. ¡Juegas mucho a las cartas! – rodé los ojos.

¿Desde cuándo juego yo a las cartas? – me crucé de brazos.

Bueno, Maxi... - la interrumpí.

No me digas Maxi. – dije serio.

¡Da igual! Nos casamos y punto. – dijo histérica. – Se lo debes a mi familia.

No le debo nada a tú familia, Cassandra. Ellos nos han ayudado como nosotros los hemos ayudado. Si de verdad lo han hecho de corazón no tienen por qué pedirme nada. – ella chilló.

Es por la chica esa, ¿verdad? – apretó sus puños. – ¿Estás con ella?

No Cassandra. El problema es mi felicidad y la tuya. – dije.

Mi felicidad eres tú, Maxi. – apoyo sus manos en mi pecho y me fue a besar, pero la aparte.

Pero tú no eres la mía. – me alejé de ella. – Aquí se acaba nuestro compromiso.

No es justo que me hagas esto, Maximus. – me soltó una cachetada. Se alejó de mi y cuando pensé que se iba a ir, se giró hacia mí. – Esto no acabará tan fácil. – la vi marcharse bastante enfadada. Rodé los ojos y llevé mi mano a mi mejilla. Esa mujer estaba loca, las cartas dice, ¿desde cuándo he jugado yo a las cartas? Marco Zappellini si lo he visto jugar a las cartas, pero...

Marco Zappellini...

Caminé por el pasillo bastante enfadado de como habían ido las cosas, no quería volver a verla.

Me paré delante de la habitación de Keisha y Greta. Las escuché reírse y toqué la puerta.

¿Quién? – gritaron desde el interior.

Un hombre curioso. – dije divertido y ambas rieron aún más. Abrí la puerta cuando sentí un ''entra'' de mi hermana. Keisha estaba sentada junto a Greta, ambas con el pijama puesto.

¿A qué viene tanta risilla? – Keisha miró cómplice a Greta.

Tú hermana me contaba una curiosa historia. – ella rió. – Por lo que veo no eres muy bueno montando a caballo. – ella hizo un gesto en su mejilla indicándome que tenía algo en la mía.

¿Te volviste a caer del caballo, Maximus? – negué.

Cassandra me golpeó. – ambas me miraron asombradas.

¿Por qué te golpeó esa bruja? – preguntó Keisha.

Porque le dije que no me quería casar con ella. – Keisha abrió sus ojos sorprendida, pero al mirar a Greta su rostro palideció.

Pero ¿por qué? – Greta no se creía lo que acababa de decir.

Porque dice que ella y yo quedamos bien juntos por ser guapos... - me recosté bocarriba en la cama y Keisha aplaudió.

Tengo que contárselo a padre. – se levantó corriendo.

¿No puedes esperar a mañana, Keisha? -ella me miró mal y salió corriendo de la habitación. Respiré hondo y giré mi cabeza para mirar a Greta que me observaba asombrada.

En ningún momento mi intención fue separarte de Cassandra. – me incorporé y me senté a su lado. – Dios mío, seguro que me odiará. ¡Y no me conoce de nada!

Me eché a reír. – No sabes de lo afortunado que soy al haberme topado con una chica como tú, Greta. – ella se sonrojo. – Cassandra y yo no íbamos a llegar muy lejos. Ella es demasiado superficial y yo...

Y tú te preocupas en lo que diga la gente, también. – ella terminó la oración y la miré sorprendido. – Maximus, ¿por qué dejaste en realidad a Cassandra? ¿Por qué te di mi opinión y eso afecto a lo que tu ya pensabas? ¿Fue buena idea que te la diese? ¿O por qué no querías que te relacionasen con ella?

Porque mi felicidad no puede depender de ella, ella no es la mujer que yo he escogido para vivir. Y, por lo tanto, he tomado en cuenta tú opinión. Porque eres una gran amiga y porque dices muchas verdades. – agachó la mirada y Keisha entró de nuevo en la habitación.

Lo dejé riéndose. – sonreí.

Bueno yo ya me voy a la cama... - se levantó, se acercó a mí y dejo un beso en mi frente para repetir el gesto en Keisha. Me sonroje viéndolo salir de la habitación.

¿Qué pasa? – preguntó Keisha desde su cama. ¿Cuándo se había subido ahí? Bueno fue justo en el momento en el que babeabas por Max.

Nada... Keisha... ¿puedo hacerte una pregunta? Pero no la malinterpretes, es por lo que acaba de pasar con tu hermano. ¿Cómo sabe un humano cuándo esta enamorado? – ella sonrió y se dejó caer en la cama.

Sientes en el estómago una vibración como si tuvieses miles de mariposas allí adentro. No puedes dejar de pensar en esa persona y cada vez que estas con él te sientes en otra dimensión. No te importa otra persona sino él y tú. – me miró.

¿Tú has estado enamorado? ¿Cómo sabes todo eso? – ella se sonrojo.

No, no he estado enamorada antes pero mi padre me lo ha dicho y lo he leído en los libros. ¿Y tú? – se apoyó en su codo mirándome, pero yo mantuve la vista en el techo.

No, nunca he estado enamorada. – Hasta ahora. ¿Podrías dejar de aparecer en los momentos menos indicados?

No podía estar pasándome esto a mí.

¿Por qué no? ¿Qué hay de malo en enamorarse?

Pues que yo tenía que concentrarme en otras cosas. Como en mi reino. Debía marcharme cuánto antes de este palacio.

¿Y cuándo se supone que va a ser eso? Porque a este paso creo que la boda se va a celebrar contigo y no con Cassandra.

No digas boberías. Eso nunca pasará. O eso creía. 

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora