Capítulo 13: Mi presencia te hace feliz

65 7 0
                                    

<<Días después>>

No lo entiendo, Maximus. Estabas decidido. – oí las palabras de George dirigidas a su hijo que les había dado la noticia de que la boda se reanudaba.

Tú no la amas. – dijo Keisha haciéndolo entrar en razón.

Yo no los miraba. Llevaba días pensando que este ya no era mi lugar y que debía marcharme cuanto antes. No podría soportar verlo con alguien a quien no amaba, porque mi corazón dolía y no entendía porqué.

Greta... ¿tú que opinas? – levanté la vista de mis bolitas y los vi mirándome.

Yo no opino. – mire a los ojos a Maximus. – Él es rey. Es adulto. Es una persona que toma decisiones. Él sabrá lo que hace. – Keisha me miró sorprendida y yo me levanté. – Con permiso. – salí del comedor en dirección al exterior. Camine hasta la puerta, pero antes de que pudiera salir y sentir la brisa en mi rostro que era lo que necesitaba, sujetaron mi brazo y me hicieron girar para clavar su mirada preocupada en la mía.

Greta, necesito tu opinión. ¿Qué hubieras hecho tú? – mire su rostro preocupado.

¿Tanto te preocupa que alguien sepa de tu pasado? ¿De verdad crees que ella es capaz de eso? – le pregunté.

No le tengo miedo a nadie, Greta. Pero Cassandra es capaz de muchas cosas. – dijo y yo sujeté sus manos y las puse en mi corazón.

Por ese motivo y con el cariño que os tengo, te digo que no te cases con ella. Ella no te ama. Ella solo quiere tenerlo todo. Se ve en su mirada. – tomó mi rostro entre sus manos y junto nuestras frentes.

No me dejes solo, quédate conmigo hasta que me case. – lo mire sorprendida. – Nunca en mi vida me había sentido tan en paz, como lo estoy contigo Greta. Quédate y ayúdame en este lío en el que me he metido...



¿Y aceptaste? ¿Cómo vas a ayudarlo a casarse con esa loca? – Keisha me miró enfadada.

Keisha... - dije.

¡No! No quiero tenerla como familia. ¡Es mala! Es...

¡Keisha para! -la interrumpí. – Yo sé que es mala porque lo que hizo con él no se hace, pero no estas pensando en como lo esta pasando tu hermano. Él te necesita y créeme cuando te digo que él es el que menos quiere casarse. Yo vi en los ojos de tu hermano miedo, miedo por lo que le paso. – me senté en la cama. – Yo voy a apoyarlo.

¿Y tus sentimientos? – se acercó a mí.

Keisha, eras tú la que se hacía ilusiones, yo siempre mantuve las aletas sobre la tierra. – ella se cruzó de brazos. Sabes que esas palabras no te las crees ni tú.

No me pidas que la acepte como una más de la familia por favor. – negué.

Necesito aire fresco. – le dije y salí de la habitación para caminar hasta el jardín.

¿Por qué todos eran tan egoístas y pensaban en el beneficio propio? ¿Por qué no miraban por el bien del reino y el de su corazón?

No comprendía lo que me pasaba con Maximus, cada vez que se me acercaba, que me pedía algo, cedía sin siquiera negarme. Me dejaba llevar por la situación y aunque, aún no comprendía a los humanos, había algo de él que me atraía cada vez más.

Padre, ¿qué haríais en mi lugar? – susurre poniendo mis manos en mi corazón. - ¿Qué debo hacer para alegrarlo a él y no hacer sentir mal a nadie? ¿Estoy decepcionándote?

Este donde este vuestro padre, no creo que lo decepciones... - me giré sorprendida y vi a George a unos metros detrás de mí. – Nuestros hijos son nuestro mayor orgullo, nunca nos decepcionarán. Y menos tú, Greta, que eres una gran muchacha con un gran corazón. – puso su mano en el banco que estaba al lado de él y camine hasta allí para sentarme.

George... puedo preguntarle por qué va usted en esta cosa y no tiene aletas como el resto de los humanos. – él sonrió y tomó mi mano.

Me gusta que seas directa conmigo, Greta. Todo el mundo intenta evitar el tema porque les doy pena y creen que me afecta. Perdí mis piernas en un acto, por el cual nunca me arrepentiré. Intentar salvar a mi esposa. – miró hacia la estatua.

¿La mamá de Maximus y Keisha? – él asintió.

Ella era tan aventurera, tan simpática y sincera, como tú. – me sonrió. – Atacaron el castillo, cuando Max aún era muy joven y Keisha tan solo era un bebé. Yo era un rey muy envidiado por tener buenos campos y alimentos. Mi pueblo estaba sano y fuerte, nunca les faltó nada a ningún aldeano. Pero nos atacaron desprevenidos e incendiaron mi habitación donde creían que estaba, pero allí solo se encontraba mi mujer. Brandon, el padre de Cassandra, sacó a los niños del castillo y yo la intenté rescatar, pero una biga en llamas cayó sobre mí aplastando la mitad de mi cuerpo. Ella murió por falta de oxígeno ante mí y yo no pude hacer nada para evitarlo.

No fue su culpa, majestad. Su mujer estará orgullosa del hombre que es, y de cómo ha criado a sus hijos. – él apartó su mirada de mí.

Ella estaría más orgullosa, si yo le hubiese hecho caso y no me hubiera fiado de esos vándalos que vinieron a pedirme ayuda. – agachó la mirada.

Pero lo que se hace en el pasado no se puede remediar, solo vivir con ello. – tomé su mano y la acaricié. – sé que usted es un gran rey.

Mi hijo te adora, Greta. – lo miré sorprendida. – No permitas que pierda su vida por alguien que no le conviene.

Esta bien, haré todo lo posible para que Maximus sea feliz. -le sonreí y él me miró feliz. Besé su mejilla y me levanté para ir corriendo hasta el despacho de Maximus donde entre sin permiso y lo vi de espaldas a la puerta con la vista fijada en un punto del horizonte.

Max... - lo vi secar su cara y se giró hacia mí.

Dime Greta. – me sonrió triste. Me acerqué hasta él y lo abracé. Correspondió mi abrazo y me miró sin entender.

¿Quieres aprender más sobre las sirenas? Estoy dispuesta a enseñarte todo sobre nosotras. – él me sonrió y asintió. Mientras yo estuviese en este castillo, nadie volvería a pasarlo mal. 

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora