Capítulo 22: Renunciando al amor

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Me sacaron bruscamente de la bañera y vi a Keisha bastante alterada.

¿Qué hacías? ¿No me oías? ¿Estás bien Greta? – dijo preocupada.

Tranquila, Keisha. Estoy bien. – le sonreí y tomé una toalla para cubrir mi cuerpo.

No puedo estar tranquila, cuando hace un rato te estaba llamando y ni siquiera respondías a mis llamadas. Tuve que entrar. ¿Qué pretendías suicidarte? – fruncí el ceño sin entender de qué hablaba.

Keisha, soy una sirena. Lo de suicidarme bajo el mar es complicado, ¿no crees? – dije divertida.

Greta, no eres una sirena. Esto no es Oceana, aquí eres una humana más. A si que por favor déjate de decir esas tonterías. – aquellas palabras me sentaron peor de lo que podía imaginar. La miré incrédula y ella se dio cuenta de lo que había hecho. – Lo siento. No quise hablarte así. Perdóname. – se intentó acercar, pero retrocedí.

Salte del baño por favor. – ella se abrazó a sí misma y salió del baño sin decir nada más. Me vestí y salí de la habitación sin mediar palabra con ella.

Fui hasta el despacho donde me esperaba George para ayudarlo con el papeleo. Llevaba días sin comer y dormir. El estado de salud de Maximus me tenía preocupada, los cambios de humor de Keisha que me tenían en vilo toda la noche y el cansancio de George.

Te preocupas demasiado por nosotros. – alcé la mirada de los documentos del escritorio y miré a George que me observaba atentamente.

Sois como una familia para mí. – pasé mi mano por mi rostro.

¿Por qué no vas a echarte una cabezadita? Yo me quedaré aquí. – me negué.

No puedo dejarlo solo, además esto lo terminamos enseguida. – él me sonrió y tras rellenar nuestras tazas con té, volvimos al trabajo.

Así estuvimos durante toda la mañana, y al llegar la hora del almuerzo, me ofrecí para llevarle la comida a Maximus.

Cuando entré en la habitación lo vi intentando ponerse de pie. - ¡Ey! ¿Qué haces? – dejé la bandeja en su mesa de noche y lo volví a recostar.

No quiero dormir más, Greta. Un solo día más en esta habitación y me volveré loco. – gruñó.

El doctor dijo que debías mantener reposo y yo me encargo de que cumplas con las exigencias de él. – Maximus bufó y miró hacia el plato de comida, por lo cual se lo acerqué.

Se comió toda la comida dejando el plato completamente limpio y luego se quedó mirándome mientras fruncía el ceño.

¿Ya comiste? – le retiré la bandeja y la dejé sobre la mesa de noche. – Greta...

No. – me senté en el borde de la cama, él gateó hasta mí y alzó mi rostro con sus mejillas.

¿Qué pasa Greta? – mis ojos se llenaron de lágrimas mirando sus ojos. Lo abracé y sollocé.

Reina... mi vida, ¿te hicieron algo? – me abrazó fuertemente contra él.

No me sueltes por favor...- dije con la voz entrecortada. – Yo... no quiero dejarte, pero...

Estás preocupada por tu pueblo...-lo sentí suspirar y alcé mi vista a la suya.

No solo por tu pueblo, por ti. Casi te pierdo... por mi culpa. Marco seguramente iba por mí y ahora seguramente estará haciendo de las suyas. -besó mi frente y acarició mi espalda.

No fue tu culpa, Greta. Marco se vio amenazado por lo que le hizo a mi hermana que, por cierto, en cuanto me levanté de esta cama, se va a enterar de quien es Maximus Williams. – lo miré preocupada.

Tú no harás nada. Tú no eres como él. – coloqué mis manos en su pecho.

No soy como él preciosa, pero si se meten con lo que yo más quiero, ahí si que me van a conocer. – deje escapar un profundo suspiro y Max alzó mi barbilla para unir sus labios con los míos.

¡Por Poseidón! Me estaba besando nuevamente. Necesitaba sentir sus labios otra vez. Colocó su mano en mi nuca profundizando el beso. Estos días habían sido exasperantes ante sus subidas y bajadas de temperatura, el dolor de su herida que por fin había cicatrizado e incluso con esas pesadillas en las noches que no lo dejaban dormir con total tranquilidad. Había estado preocupada y en parte, había echado en falta sus besos y sus caricias, sus bromas y sus consejos.

Mordió mi labio y jadeé inconscientemente.

No sabes las ganas que tenía de hacer eso. – susurró en mis labios.

Te echaba de menos, Max. -dejé un corto beso en sus labios y ambos sonreímos sobre los labios del otro.

Agradezco a Dios, el destino, el karma o como lo quieras llamar de haberte puesto en mi camino, Greta. – acaricié su pecho. – Y no me arrepiento de nada de lo que he hecho o dicho...

Yo tampoco. – le sonreí, pero la sonrisa fue desapareciendo cuando me acordé de las palabras de Keisha, y él se dio cuenta.

Pero a ti te pasa algo más... -se apoyó en el cabezal de la cama, tomó mi cintura y me arrastró hasta él para pegarme a su cuerpo.

¿Sabes algo del hechicero? – lo sentí tensarse.

Lo siento reina, no lo he podido encontrar y menos estando aquí encerado. Te he fallado. – coloqué una de mis manos en su mejilla y acaricié la pequeña barba que había aparecido después de varios días.

Tú no me has fallado, Max. Tú eres lo mejor que me ha pasado en estos meses, pero tú muy bien sabes que, como rey, a veces, hay que dejar de lado cosas que queremos. – retiré lentamente la mano de su mejilla y él clavó su mirada en mí.

Greta...-comenzó.

Sé lo que me vas a decir, pero hay que acabar con esto porque sabes que no está bien para ninguno de los dos. – me alejé de él y me fui a poner de pie, pero Maximus tomó mi mano para girarme hacia él.

¿Me vas a decir que te vas a alejar sin más? ¿Qué no vas a luchar por lo nuestro solo porque eres sirena? – noté en su rostro miedo, nerviosismo, preocupación.

No se trata de ser sirena. Se trata de que soy reina y nuestra relación no puede durar si estamos lejos. – me separé de él y le di la espalda. – Lo mejor sería separarnos.

Greta, podemos solucionarlo. No tenemos porqué dejar lo que tenemos. Yo siento que eres lo mejor que me ha pasado y... - lo interrumpí.

Lo siento Maximus, pero creo que seguir contigo sería hacernos daño. – lo mire esta vez a los ojos. ¿Estás intentando ser dura con él para romper? Porque la verdad es que no funciona. – Debes buscarte a alguien que corresponda tus sentimientos.

¿Y tú no lo haces? – me miro esta vez serio. Mi labio comenzó a temblar.

Max...-intenté a buscar una excusa.

Responde a mi pregunta, Greta. - dijo molesto. 

Tengo una familia que me está esperando allá afuera. Nunca pensé que me fuera a tardar tanto y menos pensé en enamorarme del rey de este palacio. Porque Max, estoy enamorada de ti, pero ninguno puede renunciar a su vida. – camine a la puerta y unos brazos alrededor de mi cuerpo impidieron que abriera la puerta. Su aliento en mi nuca y su cuerpo pegado al mío me hacían temblar.

Si piensas mucho complicas las cosas... - susurro en mi oído. –...y debes guiarte por el corazón, como me dijo una querida amiga. – cerré los ojos recordando cada palabra que le dije. – Déjame demostrarte cuánto significas para mí, mi sirenita...

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora