Capítulo 10: Lucy

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<<Unos días más tarde>>

Veo que te recuperas con facilidad. – me apoyé en la pared de la habitación y sentí unas manos en mi cintura que me ayudaron a caminar hasta la cama.

Déjame salir de esta habitación, Max. Me aburro demasiado. – él sonrió y se sentó junto a mí.

Por eso estoy aquí. El médico me dijo que podías apoyar el pie, pero que no hicieses grandes esfuerzos así se recuperaría más rápido. Pero creo que por hoy has hecho suficiente esfuerzo. – me crucé de brazos y rió al ver mi cara de enfado. – Te traje la cena.

¿Tú? Pensé que vendría Bruna. – este negó. – Además así te hago compañía. Creo que estamos solos. – Keisha y George esta tarde tuvieron que asistir a un evento que se realizaba en el reino vecino.

¿Por qué no fuiste tú? – se encogió de hombros.

¿Y con quien te quedabas tú? – colocó la bandeja delante de mí y sonreí al ver la sopa de verduras.

¿Sabes? Hecho de menos las bolitas rojas... -Max rió. Puse la mano a mi lado y se sentó junto a mí mientras yo empezaba a comer. Al terminar aparté la bandeja a un lado y lo miré. Él estaba observándome.

¿Estaba buena? – asentí y sonrió. – Me alegro. Te dejaré descansar...

¡No! No te vayas... - él me miro sorprendido. – Llevo sola casi toda la tarde, no me dejes sola ahora. Quédate conmigo.

¿Aquí? – asentí.

O en la cama de Keisha... - me sonroje. – Como prefieras.

Espera un momento, ¿de acuerdo? – tomó la bandeja para salir de la habitación. Deje escapar un gran suspiro como una boba. ¿Admitirás ya que es adorable? Aún no.

Pasó un buen rato hasta que apareció tras la puerta. Iba igual que la otra noche en la que lo fui a visitar a su habitación. ¿Por qué me ponía nerviosa verlo así? Camino hasta la cama de Keisha y dejó su almohada en esta para tumbarse.

¿Cómo puede dormir Keisha en esta cama? – se puso de lado y me miró.

¿Qué tiene de malo? – dije.

Mi cama es más cómoda. – me sonrió. Aparté la mirada sonrojada. – Cuéntame algo de tu familia, Greta.

¿Qué quieres saber? – me coloque bocabajo.

Cualquier cosa. – le sonreí. - ¿Cómo se conocieron tus padres?

Mis padres se conocieron en una manifestación de sirenas. – lo vi fruncir el ceño. – Mi madre reclamaba junto a más sirenas un mejor cuidado de los animales reales... - reí. – Mi padre harto de dicha protesta salió a ver que es lo que pasaba y cuando la vio en primera fila se acercó a ella, según mi padre fue la sirena que más le llamó la atención. Entonces, mi padre fue de ligoncete e intento que mi madre cayera en sus redes. Pero no funcionó. – ambos reímos. – Mi madre lo plantó en varias ocasiones, pero a ella ya se le hacía costumbre que él la intentara conquistar con algún dulce marino o alguna cría de foca. Era el animal favorito de mi madre. Mi madre cansada de la insistencia de mi padre aceptó una cita, y luego otra, y luego otra... hasta que se hicieron grandes amigos, grandes amantes, una gran pareja real. Todos querían a mi padre, era un buen rey, testarudo, pero un gran rey. Y cuando escogió a mi madre, una plebeya como reina, se produjo una revolución. No por parte de los aldeanos, ellos los apoyaban, sino por parte de la nobleza. Pero eso a mi padre le importo muy poco, y tras casarse con mi madre tuvieron a mi hermano, Azariel.

Guau... fue un acto de amor verdadero. ¿Cuántos hermanos tienes? – dijo.

Somos cuatro hermanos. Yo soy la menor. – lo vi fruncir el ceño.

¿Cómo va a ser eso? – preguntó curioso.

El hijo menor de la realeza se queda con el trono, si a este le pasase algo iría el anterior a él. – este asintió. – Azariel, Kai, Malia y yo.

¿Cómo son ellos? – sonrió.

Azariel es un hombre testarudo, como mi padre, pero de buen corazón. Nos cuida mucho a los cuatro, pero desgraciadamente no ha tenido mucha suerte en el amor. Él sufrió por una sirena hace mucho tiempo. Kai es inteligente y un gran luchador. Siempre ha sido el más independiente de todos los hermanos. Además, he de reconocer que también es él más pícaro. – Maximus se rió. – Malia es más seria, es la mejor domadora de tiburones de toda Oceana y está casada con Arthur. Hacen una linda pareja y se aman. Ellos se conocieron en una competición. También he de decir que son muy competitivos el uno con el otro.

Tienes una linda familia. -me miró y luego miró al techo.

Tú también. -respire hondo y tome valor. – Max... digo Maximus...

Puedes decirme Max, solo tú puedes decírmelo. – lo mire sorprendida. – Solo a ti te dejo y no me preguntes porqué, porque no lo sé.

Me puedes terminar de contar lo que te pasó con Lucy. – lo vi mirarme durante unos segundos.

Ella quedó embarazada. – lo mire con sorpresa. – Ella quedó embarazada y yo quise hacerme cargo de ese niño. Pero ella no quería a ese bebé, pues había sido víctima de una violación. Ella no quería ser madre tan joven y comenzó a rechazarme.

Pero no lo entiendo, me dijiste que estabais enamorados. Él amor puede con todo. – él miró mis ojos.

Ella se rehusaba a estar conmigo a dejar que la cuidase. Muchas veces intenté hacerle ver el lado positivo de tener un hijo. Por lo que siguió adelante con el embarazo, pero lo mató. – su voz se quebró. – Ella mató a mi hijo... - apartó su mirada de la mía. – Cuando el doctor le entregó al niño ella delante de mis ojos, delante de mí... cogió al niño y saltó por aquella ventana. – lleve mis manos a mi boca horrorizada. – Cuando llegué abajo, los dos habían muerto. Ella había aplastado al bebé con su cuerpo y se había golpeado la cabeza.

¿Y si ella no lo quería por qué no dejo que tu lo cuidases? – pregunté, pero él se encogió de hombros y vi que se sentó provocando que varias lágrimas cayeran por sus ojos. Me puse de pie y caminé hasta él. Coloqué mis manos en sus mejillas y sequé las lágrimas que salían de sus ojos. Los miré directamente y pude comprobar que era un hombre de corazón puro sin malas intenciones.

Lo abracé con todo el dolor del mundo y sentí sus brazos rodear mi cintura pegándome del todo a su cuerpo.

Sollozó durante unos minutos en mi hombro y debo admitir que hasta a mí se me saltaron las lágrimas.

Acaricie su pelo despacio. Movimientos suaves que lo distrajeran del dolor. Nos mantuvimos en silencio durante un buen momento, sin decir nada. Solo abrazados, sabía que él lo necesitaba.

¿Cassandra no sabía nada de esto? – lo sentí gruñir en mi cuello.

Ni loco se me ocurriría contarle esto a ella, además nunca me dejaba hablar. – susurro. Acaricié su suave piel y sentí como él tomo mis aletas para sentarme sobre él. Nos dejamos caer en la cama abrazados.

Lo siento, no quise hacer que te sintieras incómodo. – puso su mano sobre la mía.

No me has hecho sentir incómodo en absoluto. Eres la primera persona en quien confío para contárselo. -alcé mi rostro para mirarlo. Dejó un beso en mi frente y nos quedamos dormidos abrazados el uno al otro. 

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora