Capítulo 3: La boda

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Padre, era una desvergonzada. Quería hacerme creer que era una reina o sirena y lo confundió a usted, pero, fuera lo que fuese no la creí. Es obvio que no estaba en su sano juicio. -ande por la habitación de un lado para otro.

¿Y entonces, por qué estás tan agitado si crees que has hecho lo correcto y yo actué de manera imprudente creyéndola? -dijo mi padre tan tranquilo mientras observaba por el gran ventanal.

No crees que he actuado correctamente, ¿verdad? Usted sigue creyendo en ese cuento de que las sirenas existen. -me acerqué a mi padre y lo vi observando el horizonte.

¿Por qué crees que has actuado correctamente? -lo mire sorprendido.

Padre, nadie en su sano juicio dice que proviene de un reino submarino. -mi padre se giró en su silla de ruedas para observarme detenidamente.

Maximus, hay muchas cosas que tú aún desconoces. -avanzó hacia la estantería y sacó un libro viejo que se ocultaba tras una gran montaña de libros. – las sirenas sí que existieron. -Cuando mi padre sentenció aquella ultima oración creí que se le había ido el juicio a él también, pero en los años que tengo observando y estudiando cada uno de sus movimientos para ser un gran rey como lo era él, no me había percatado de su intensa y verdadera mirada cuando hablaba de algo serio.

No entiendo, nunca me has hablado de ello. Tú me lo sueles contar todo...-me interrumpió.

No. Todo no. -abrió el libro acomodándolo en sus dormidas piernas y señaló una página. -Sirenas... son seres mitológicos marinos pertenecientes a las leyendas de nuestros antiguos ancestros. Se dice que son animales fabulosos con cabeza y torso de mujer, y extremidades inferiores de pez. -lo mire atento.

¿Has leído todo eso en ese libro? -fruncí el ceño.

Sí. Tu madre siempre las estudio. Este es su diario. Aquí habla de todo lo que ella vivió con Willow. -me senté aturdido en la silla.

¿Quién es Willow? -pregunté y vi a mi padre esbozar una sonrisa.

La mejor amiga que tuvo tu madre. La que la hacía aprender cada día más de ambos mundos. Cuando ocurrió el accidente, no volvimos a verla más. -mi padre perdió su sonrisa. -Tú jugabas con ella en el mar y te gustaba dibujar en su vientre.

¿Estaba embarazada? -pregunte curioso.

Sí, de una niña. -mi padre cerró el libro.

Pero cuéntame más... ¿entonces esa tal Greta, no miente? ¿Está diciendo la verdad? -vi a mi padre asentir. – De acuerdo, dejaré que vuelva al castillo para que me explique su problema. – Mi padre sonrió orgulloso.

Me pase toda la tarde pensando que de qué manera quería mi ayuda esa chica. No dudaba de las palabras de mi padre, pero había cierta duda en mi cabeza. ¿Cómo es que ella era una sirena y no tenía cola? ¿Cómo podía respirar en la superficie?

Sin darme cuenta la puerta del despacho se abrió para dejar ver a Cassandra.

Hola Maximus. – le sonreí y me levanté para tomar su mano y dejar un beso en esta.

¿Qué hacéis por aquí? – le retiré la silla del escritorio para que pudiese sentarse y rodeé el escritorio devuelta a mi silla.

Bueno, salía del castillo de las hermanas D' Onell y me quedaba de paso vuestro castillo. Nunca es malo vernos antes de nuestra boda, ¿verdad? – jugó con un mechón de su pelo color azabache. Ahora que me fijaba era bastante distinta a Greta. Cassandra iba maquillada e iba con trajes voluminosos y llamativos. No es que me desagradara, ella era muy bonita también, pero nunca me había parado a observar a las mujeres hasta que apareció la sirena. Que era una más que añadir a la lista de mujeres malas y fáciles.

Cassandra, era respetable. Una mujer de bien y de una buena posición. Sería lo mejor para el reino.

No, claro que no es malo. ¿Qué tal vuestro día? – pregunté.

Largo e intenso. He tenido sesión de peluquería, para hacer la prueba del tocado. – sonrió. Se veía feliz mientras hablaba de la preparación de la boda, cosa de la que a mi no me entusiasmaba hablar. - ¿Usted ya tiene su traje de bodas?

Sí, me pondré el traje de boda de mi padre. – A ella pareció desagradarle la idea, por la expresión de su rostro. - ¿No le parece una buena idea?

Bueno, pensaba que irías más moderno. Digo, la boda de vuestro padre fue hace mucho tiempo y... - la interrumpí.

Es una boda, Cassandra. Es una simple boda. – dije restándole importancia.

No es una simple boda, Maximus. Es NUESTRA boda. ¿Acaso no te parece importante que el rey se vaya a casar con la hija de uno de los más prestigiados nobles y mejor amigo de vuestro padre? – me levanté y observé a través del cristal. Debo saber medir mis palabras con Cassandra, de todo hace un drama. Ya recuerdo porqué no quedaba para pasear con ella, la última vez que lo hice acabamos bastante mal. Y es que, ella y yo éramos incompatibles. Y nunca dejaba de echarme en cara lo de nuestros padres.

Sí, siento haberte molestado con mi comentario. ¿Me disculpas? – ella se levantó y se acercó a mí.

Por supuesto, te notó bastante cansado, así que debería dejarte descansar. – tomó su bolso y la acompañe hasta la puerta. – Que tengas dulces sueños, Maximus. – me sonrió ampliamente y la vi marcharse.

Respiré hondo y caminé hasta mi habitación.

Me acerqué hasta la cama y me senté allí, para observar detenidamente la mesilla de noche. Allí tenía una foto de mamá, Lucy, Keisha, padre y yo. Lucy... cuanto la echaba de menos.

Nunca amaré a otra mujer como la amé a ella, pero hay que tener cuidado con los sueños, porque a veces se convierten en nuestra peor pesadilla. ¿Qué que paso con ella? Es una historia muy larga y desagradable. Así que prefiero irme a la cama y ya en otra ocasión os contaré que pasó con ella.

Mañana sería un día bastante largo...

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora