Capítulo 14: El baile

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Solo debes introducir la invitación en el sobre y yo la cerraré con el pegue. – Maximus, Keisha y yo nos estábamos encargando de las invitaciones de la boda entre Max y Cassandra.

El padre de ella le había encargado no alterar más a su hija de esa manera. Querían compromiso por parte de él y este no pudo decir nada para contrariarlo. Por eso nosotras ahora lo estábamos ayudando a organizar todo.

Ambos estaban serios, no se hablaban y tampoco se miraban.

Me parece ridícula esta situación... -Keisha dejó la invitación sobre la mesa y se levantó. – Maximus no lo hagas o te arrepentirás... - le suplicó a Max.

Keisha no lo hagas más complicado por favor, no hagas esto. – ella se enfado y salió del despacho. Maximus se sentó frustrado en su silla y yo me levanté para caminar hacia él.

No te preocupes, ella lo entenderá algún día. – coloqué mi mano en su hombro. – Y a ver, cuéntame un poco de las bodas humanas. – dije como distracción.

¿Qué quieres saber? Cuando nos casamos los humanos, la mujer va de blanco normalmente y el hombre la espera en el altar. Se celebra una gran fiesta por la unión de dos personas tan importantes y deben bailar. – dijo no muy animado.

¿Bailar? – Maximus me miró y se levantó para tomar mi mano. Lo seguí sin saber a donde me quería llevar. - ¿Adónde me llevas? – abrió las puertas de una sala bastante amplia, con mucha iluminación proveniente de un sol que se ubicaba en el cielo de aquella habitación.

¿Cómo entraste ese sol? -él me miro sin entender y se lo señale.

Eso no es un sol, es una lámpara. – fruncí el ceño y caminamos hasta el centro de la habitación. – ¿Bailamos? – fruncí el ceño.

Pero ¿cómo? Ustedes no tenéis delfines... - Max comenzó a reírse.

¿Para qué necesitas los delfines? – dijo divertido.

Para bailar. Las sirenas bailamos con los delfines. – Él me dedico una tierna sonrisa y tomo mi mano.

Aquí bailamos de otra manera. Aquí bailamos por parejas. – tomó mi mano y la colocó en su hombro sin soltar la otra. - ¿Puedo? – dijo cuando fue a colocar su mano libre en mi cintura. Asentí de manera tímida y el unió nuestros cuerpos. – Mírame. Déjate llevar, ¿de acuerdo?

Lo mire a los ojos. Unos ojos tan nobles y sinceros. Cada vez que los miraba sabía que no podría ir nada mal, que todo saldría bien.

Maximus dio un paso hacia atrás e intenté seguirlo torpemente.

Te voy a enseñar lo básico. El 1, 2, 3... - fruncí el ceño mirándolo.

¿El 1, 2, 3...? – me sonrió.

Sí, solo debes marcar el compás de la música con esos tres simples números. Así. – tomó nuevamente mi cintura y volvimos a dar un paso hacia atrás. Dijo 1, 2, 3... y volvió a dar otro paso hacia mí.

Lo siento, no soy tan buena como tú. – mire nuestras aletas.

Ey, no te preocupes, esto lleva mucho tiempo de práctica. Pero te recuerdo que tu eres rápida aprendiendo. Ya te sabes más de la mitad de los muebles del castillo, conoces algunas de nuestras costumbres, nuestros platos y ahora aprenderás a bailar. ¿Tú confías en mí? – me sonrió y con una mano tomó mi barbilla para alzar mi vista hacia la de él. – Eres preciosa Greta... - sentí mis mejillas arder y mi corazón latir a mil por hora. Coloqué mi mano sobre la suya.

No diga esas cosas, majestad. – él rió.

No me digas majestad, ese es mi padre. A mi me gusta cuando me dices, Max...- me puse de puntillas y besé su mejilla.

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora