Capítulo 17: Te amo pero soy egoísta

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Podía oír como mi corazón latía a mil por segundo y como cada parte de mi cuerpo se estremecía antes sus palabras.

Dime algo. – acarició mi mejilla con su mano y vi como sus ojos recorrían preocupados cada parte de mi rostro. Di un paso enfrente quedando más pegados si es que era posible, me puse de puntilla y dejé un corto beso en sus labios. Alejé mis labios apenas y cerré los ojos, ¿y si no me corresponde el beso? Pero antes de pensar cualquier cosa sentí su aliento chocar con el mío y presionó sus labios con los míos, para continuar el beso.

Mi cuerpo cedió al suyo y me aferré a su blusa.

Sentí como presionaba mi cintura con sus brazos.

Sus labios, sus labios eran la muestra de amor que me faltaba para confirmar que él era el hombre de mi vida. Estos se separaron apenas para recuperar el aire perdido y al abrir mis ojos, me encontré con sus hermosos ojos verdes.

Su sonrisa me describía a la perfección lo que estaba pasando por su corazón.

Guau... esa es la mejor manera de decirme ''te quiero''. – dijo divertido. Ambos reímos, pero fui perdiendo la sonrisa y tapé mi rostro.

Oh dios, lo siento. – me giré avergonzada, pero él sujetó mi cintura pegándome a su cuerpo.

Ey no, ¿qué pasa? – apoyo su rostro en mi hombro y yo coloqué mis manos sobre las suyas.

Esto no está bien, Maximus. Usted se va a casar. – me separé de él.

¡Oh, venga! ¿No le ha quedado claro que a quién quiero es a ti? – tomo mis manos y se arrodilló ante mí. - ¿Lo quiere más formal? Cásate conmigo.

No, no, no. Eso no esta bien...- lo obligué a ponerse de pie. – No podemos casarnos, ni nada de eso...- dije nerviosa y emocionada porque él lo estaba dejando todo por mí. – Yo en cualquier momento me tendré que volver a mi reino.

Pues hasta que ese momento llegue, déjeme pertenecerle. – llevó una de mis manos a sus labios y la beso. Mordí mi labio sintiendo como mi corazón se estaba derritiendo ante él. – No hagas eso, reina. – pasó su pulgar por mi labio inferior. – Ya no puedo contenerme ante esos rosados labios...

Me sonroje. – Son todos vuestros. No le pertenecen a ningún otro hombre. – alzó mi rostro y acercó su rostro al mío.

Rozamos nuestros labios y los encajamos como un perfecto puzzle.

Sabía que esto estaba mal, que se iba a acabar y que yo volvería a ser sirena en cualquier momento, pero no podía negar mis sentimientos. No quería negarlos.

Greta, has roto esta extraña maldición que me rondaba desde que era joven. – lo mire sin entender, mientras volvíamos a palacio.

¿A qué te refieres, Max? – acaricie su mano.

Tú conoces mi pasado y a raíz de ese pasado yo me he convertido en un hombre cerrado, triste y aburrido que se conformaba con casarse con cualquier princesa para dar una apariencia de gran reino al pueblo. Pero cuando llegaste tú, con tu felicidad, tu sonrisa y esa idea de que eras sirena, pensé que estabas loca. – ambos nos reímos. – Y en realidad, lo único de lo que me di cuenta es que más allá de mi dolor hay seres como tú que tienen problemas en sus reinos. – me acerqué y acaricié su mejilla.

Siento que me ocultas algo, ¿me equivoco? – él miró mis ojos y agachó la vista.

No, no te he contado toda la verdad. – fruncí el ceño.

Maximus, puedes confiar en mí. – dije cuando llegamos a la puerta de mi habitación.

No sé si seré capaz de contarte esto. – tomó mis manos. – Puede que me odies.

Max... mi Max... -junté su frente con la mía. – Yo no estoy hecha para odiar. Tú lo sabes.

Fui un egoísta. Greta...-miré sus ojos. -... nunca quise que te fueras porque me traías la felicidad que yo necesitaba y fui un egoísta y cobarde.

No te entiendo Maximus. – dije preocupada.

Antes de ir a más contigo, y estropearlo aún más, tengo que decirte que nunca estuve buscando ese brujo o hechicero que necesitas. Te mentí, al principio pensé que si te seguía el juego, que si te hacía creer que lo estaba buscando me dejarías en paz, pero luego me fui enamorando de ti y me fui interesando por tú mundo cada vez más y por ti. – él colocó sus manos en mis mejillas, cuando lo mire horrorizada. – No merezco tanto corazón como el tuyo, pero no podía decirte que te quiero y luego mentirte en esto.

¿No me estas ayudando...? - separé sus manos de mis mejillas y retrocedí chocando con la puerta.

Greta, nunca quise hacerte daño. Ahora quiero ayudarte, déjame ayudarte. -dijo nervioso.

Lo he dejado todo de lado. Llevo casi un mes aquí en este palacio. Te entregue todo mi amor y tú... tú me mentiste... - se fue acercar a mí. – No me toques. – sentí mis lágrimas caer rápidamente. – ¡ALÉJATE DE MI! – alcé la voz y entre en la habitación cerrando la puerta en sus narices.

Me dejé caer al piso llorando. Él no me podía hacer eso, él no... Ahora que le había declarado todos mis sentimientos hacía él, me había mentido.

Greta... - giré mi rostro hacía el interior de la habitación y vi a Keisha mirarme preocupada. Corrí a ella y la abracé derrumbándome. – Tranquila, por favor. ¿Qué paso? ¿Mi hermano y tú no solucionasteis las cosas? – me aferré a ella.

No...me hables...de él...por favor... - dije con la voz entrecortada. Ella me abrazó y acarició mi espalda. – Quiero...quiero volver... a mi hogar. – sollocé.

Por favor, Greta no digas esas cosas. Dime que paso con Maximus. – la mire y ella secó mis lágrimas. – Acuéstate. – ambas nos recostamos en la cama y ella esperó a que hablase, pero me negué. Quería irme. – Hagamos algo. Descansa, mañana será un día largo y necesitamos fuerza para afrontarlo. Hoy ha sido un día lleno de emociones.

Maximus

Me dejé caer tras la puerta y llevé mis manos a mi rostro. Lo había estropeado todo. Ella no merecía esto. ¿Debía entrar? No. Ella no quería verme ahora.

Caminé hasta mi habitación desganado, había sido un egoísta con ella. Con la única persona que había confiado en mí. Pero no me iba a rendir con ella, debía enmendar mi error. Me tumbe en la cama pensando en que podía hacer para no perderla.

Sé Maximus. El rey. Nuestro pueblo necesita oír tú verdad, ¿y qué si saben la verdad? Greta merece la verdad, porque el amor merece siempre la verdad, la confianza y todo tu ser para que las dos partes puedan ser felices. 

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora