Capítulo 28: La verdad

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Entre a la habitación de George y le tendí la nueva taza de té que le había preparado.

¿De verdad crees que es veneno? – dijo George tomándose mi taza de té. Miré la taza de Cassandra sobre la mesa de noche y luego lo volví a mirar.

¡Greta! – giré y vi entrar a mi hermano entrar la habitación de George seguido de Keisha. - ¿Se puede saber que haces aquí? Tienes que estar descansando.

Estoy bien, Aza. – mi hermano me tomó del brazo y me obligó a mirarlo.

Es una orden. – gruñí cuando me dijo aquello y dirigí mi mirada a George. – Tengo que hacerle caso, tenga cuidado, ¿de acuerdo? – George me sonrió y Keisha se acercó a él sorprendida por el cambio de su padre.

Volví a mi habitación enfadada, en realidad me seguía doliendo la cabeza, pero no quería darle la razón a mi hermano. Una vez me tumbe en la cama, me dejó sola.

15 minutos después, estaba mirando a la pared de la habitación sin haber podido conciliar el sueño. Tocaron la puerta.

Adelante... -la puerta se abrió para dejar entrar a Maximus.

Te traje una taza de té. Creo que te hará bien para el dolor de cabeza. – se sentó a mi lado y me incorporé sin decir nada, para después coger la taza y dar un pequeño sorbo. – Cuidado, está caliente.

Gracias...-dije sin mirarlo.

Greta desde que llegaste, lo has revolucionado nuevamente todo, hasta la actitud de mi hermana es de otra manera. No sé con que magia de la tuya ha sido, pero no sabes lo feliz que soy al ver a mi familia con energía. – Maximus sacó algo de detrás de él y me mostro una cadena. – Le pertenecía a mi madre y quiero que la tengas tú. – me tendió la cadena.

Maximus, agradezco su detalle, pero... -aleje su mano y este me miró seriamente.

Estoy harto de los peros y los no podemos. Sé que he cumplido una promesa y que no puedo romperla, pero mi corazón es tuyo Greta. – se enfadó, pero yo también lo hice.

¿Tu corazón es mío? Entonces, ¿por qué no has aprendido nada en los meses que estuvimos juntos? – me miró sin entender. – Cuando te conocí te ibas a casar también por agradecimiento, ¿no crees realmente que si ella lo hiciera con buena voluntad no te pediría absolutamente nada? – Max me observó analizando mis palabras.

¿Crees que ella solo está aquí porque le interesa algo? – asentí. ¡Por fin lo había entendido! - ¿Y según tú que es eso que busca?

Te quiere para ella sola, ella quiere tus riquezas, tus victorias, quiere ser la esposa de un gran rey, le da igual si te conoce o no, si le haces daño o no, ella solo quiere lo material. Y para ello necesita quitarse gente de encima. – Maximus frunció el ceño y yo me acerqué a él para tomar su mano. – La otra vez cuando fui a ver a tu padre estaba bien, lo dejé con ella para que le diera sus medicamentos y a la mañana siguiente cuando volví a verlo estaba muy mal. Así que, con un poco de mala idea le pedí a Cassandra que yo le daría las medicinas y en vez de darle el té que le ofrecía a vuestro padre, lo tire en una pequeña planta que tenía bastante vida, pero que si la observas ahora esta mustia y marrón. Seguí a Cassandra al bosque y en una pequeña cabaña, un hombre le tendió un frasco marrón con una etiqueta negra y una carabera, por lo que uní las piezas y creo que Cassandra está envenenando a vuestro padre. – Maximus se puso de pie alarmado por las palabras que yo había pronunciado.

Greta, la acusación que estas haciendo es muy grave. – tomé su mano y la puse en mi corazón.

Con el corazón te juro que lo que te estoy diciendo es verdad. – se volvió a sentar. – Y hay más, el hombre que le entrega el veneno a vuestra prometida es Marco Zappellini.

Llévame a esa cabaña, ya. – Maximus camino a la puerta decidido.

Espera Max, no podemos ir todavía, no sabemos donde está Cassandra. No podemos dejar solo a su padre, con ella. – me levanté de la cama y caminé a él para sujetar su brazo.

Tienes razón. Esta noche iremos. – sentenció.




¿Estás seguro de lo que estás haciendo? – me subí tras él en aquella yegua. - ¿Qué vas a hacer cuando los veas? Maximus, es peligroso.

Greta si no quieres venir quédate, pero necesito que me digas donde es para cobrarme cada una de las cosas que le ha hecho a mi hermana. – me abracé a su cintura.

No te voy a dejar solo. – me miró sobre su hombro y me dedicó una tierna sonrisa.

Greta, quiero que sepas que... no se como vamos a terminar la noche, pero quiero que sepas que te amo. -lo mire sorprendida. Le dio la orden a la yegua y comenzó a cabalgar hacia el bosque.



Es aquí...- miré alrededor y estaba bastante oscuro, miré hacia el cielo y sentí varias gotas caer en mi rostro. -...creo que va a llover. – al terminar de decir aquellas palabras, comenzó a llover bastante fuerte.

Entonces, démonos prisa. – Maximus me tomó de la mano y nos acercamos hasta la cabaña, en la cual se veía que había gente por el humo que salía de la chimenea. Nos acercamos hasta la ventana y observamos en su interior.

Agaché la mirada rápido al ver que ocurría en el interior. Miré a Maximus que miraba con coraje la escena.

Me dan ganas de entrar y romperles el momento. – dijo con rabia y me miró.

¿Qué harás? – le susurré.

Venganza, pero a mi manera. Como un verdadero rey. Démosle unas últimas horas de gloria. - se agachó a mi lado. 

Maximus... - besó mi frente y tiró de mi entre los árboles. Caminamos bajo la lluvia, durante un largo rato pues el caballo se había alejado del camino y nosotros teníamos que refugiarnos. Ambos nos escondimos en una cuevita cerca de un lago.

Esperemos a que la lluvia amaine para encontrar a Jackie. – nos sentamos y vimos como la pequeña catarata cubría la entrada de la cueva. Era una hermosa cortina de agua que nos encondía del resto del mundo. – Hagamos un poco de fuego...

¿Con qué? – lo mire frunciendo el ceño.

Soy un rey precavido. Además, Jackie ya me ha hecho esto antes. – abrió la bolsa que traía con él y sacó un pequeño aparato que emitió una pequeña llama. Abrí la boca sorprendida.

¿Cómo has hecho eso? – él rió divertido y me explico como hacerlo.

Creo que Keisha se olvidó de enseñarte algunas cosas. – me sonroje.

Hace un rato, Max había salido a buscar algunas ramas de árboles y ahora estaba prendiendo la leña en un lado de la cueva para entrar en calor. Cuando lo hizo, me tendió la mano y nos sentamos enfrente de esta. Acerqué mis manos y sentí el calor del fuego acariciar mis manos devolviéndome el calor al cuerpo.

Miré a Maximus y este se quitó la chaqueta que estaba empapada. – Voy a ponerla aquí para que se seque y luego te la pones por los hombros...- me ordenó. Él abrió la camisa que llevaba y dejó al descubierto su mojado pecho.

Te vas a poner enfermo con este frío. – le dije y se sentó a mi lado de nuevo.

Me pondré enfermo si me la dejo puesta. – él me miró a los ojos, pero yo dirigí mi mirada a mis manos y no dije nada más. 

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora