Capítulo 4: La reina de Oceana

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Greta

Y bueno se supone que he venido aquí para eso...- el ratón se quedó observándome detenidamente, me robó el trozo de comida que traían en aquella pequeña tablilla y huyó entre los huecos del bloque. - ¡Traidor! Solo estabas escuchándome por interés.

¿Con quién hablas? – alcé la mirada para observar esos intensos ojos verdes observarme a través de los barrotes. Rodé los ojos y le di la espalda.

No me hablo con usted. – me crucé de brazos.

Vengo a disculparme por dudar de usted, de su identidad. – me gire y me acerque hasta él.

¿De verdad? – dije emocionada. – Oh, menos mal. Creo que me hubiese vuelto loca, aquí encerrada. – lo vi abrir el calabozo y se apartó para que pudiese salir. Me tropecé por la debilidad de mis aletas, al no estar en constante movimiento se habían quedado dormidas.

Sujetó mi brazo y lo mire sonrojada. - ¿Está bien?

Lo siento, no sé manejarlas. – señalé las aletas o piernas como le decían ellos.

Sujétese de mi brazo. – hice lo que me pidió y lo seguí.

A ver, así que se llama Greta...- asentí sin apartar la mirada de él. Era mucho más alto que yo y era muy diferente a las sirenas que conocía. ¿Por qué era más amable conmigo ahora que antes?

Sí. – dije tímida.

¿Ahora no habla? La primera vez que nos conocimos no paro de hablar ni un solo instante. – esbozo una sonrisa.

Es que...usted... es más amable. – dejó escapar un suspiro.

Siento como la trate el primer día, pero no crea que aún no dudo de usted. Solo quiero escuchar la versión completa. Aunque, antes que nada, la llevaré a que coma algo. Debe de estar hambrienta. – lo seguí sin rechistar y me sentó en el objeto de madera extraño, al que ellos llamaban silla. Enfrente de mí, había un tablón a los que había visto utilizar a los piratas en alta mar y que formaba parte del suelo de los barcos, pero ahora ellos lo utilizaban para colocar otros objetos más pequeños encima. ¿Cómo la llamarían?

Espero que te guste...- dijo él sentado a mi lado y miré lo que colocaba la señora encima del tablón.

¿Qué es? – fruncí el ceño. Olía bien, pero tenía una pinta extraña.

Langosta al ajillo. – abrí mis ojos horrorizada.

¿Langosta? – lo mire sorprendida. - ¿Ustedes se comen a nuestros animales?

Él abrió los ojos sin saber que responderme y yo me levanté.

Me marcho de aquí. – él sujeto mi mano.

Espera, no te lo tomes así. Nosotros vivimos de lo que nos da el mar y la tierra. Apenas y creo que usted sea una sirena. – gruñí.

¿Otra vez está dudando de mí? – lo miré enojada.

Pues siéntese y cuéntame la verdad. Bruna, retira el plato de la mesa y tráigale a la señorita algo más verde... - me senté y vi como la señora se llevo aquella cosa. – Mírame. – aleje mi mirada de la señora para mirarlo a él.

No te preocupes, no volveremos a comernos a tus amigos. – dijo.

¿Lo promete? – asintió y mire nuestras manos que no se habían soltado.

Soy Greta, reina de Oceana. Es un reino submarino, muy alejado de este. Hace unos cuantos meses recibimos la visita de nuestra tía Aqua, quien nos invadió con su ejército de tiburones. Adquirió mayor poder por un hechicero marino desterrado, él nuestro no era tan poderoso y perdí mi cola a causa de luchar con ella.– dije y lo miré suplicante. – Necesito vuestra ayuda.

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora