Capítulo 21: Recuerdos de una sirena

56 12 0
                                    

<A la mañana siguiente>

Tranquila Keisha, por favor. – la vi llorar y acariciar su cuerpo varias veces como si se diese asco.

No, no, no... hizo daño a Maximus por mi culpa y a mí... a mí...-se pegó a la pared cuando me fui a acercar. - ¡No te acerques! – me gritó. - ¡No me toques!

¿Qué pasa aquí? – Azariel entró en la habitación.

¡Márchate! – Keisha le gritó, él alzó las manos.

Escúchame, Keisha. Sé que no quieres ver a nadie, no quieres estar cerca de ningún hombre. Yo como hombre me siento como una basura al ver que esa cosa te tocó y yo llegué demasiado tarde. ¡No pude evitarlo! – vi a Keisha abrazarse y lo miró.

Tú no tienes culpa...- ella dijo con un hilo de voz. Él dio un paso hacia ella y esta se volvió a pegar a la pared.

Sé que no me dejas acercarme, déjame estar aquí contigo, aunque sea desde la cama de Greta. Ella está cuidando a Max, y no pasa tiempo aquí. – la vi asentir rápidamente y él me miró. Le sonreí y decidí dejarlos solos.

Caminé hasta la habitación de Maximus y entré en esta para verlo mirando el techo.

¿Greta? – su voz se oía muy entrecortada por lo que me alarmé y corrí hacia él. Su cara estaba empapada y al tocar su frente estaba ardiendo en fiebre. Mojé un paño en agua fría y limpié su rostro con ella.

No puedes tomar más pastillas, Max. – dije cuando el estiro su mano al bote. – Ya te he dado la que te tocaba.

Ten...go...mu...cho...fríiiio...-lo tapé con las sábanas. Coloqué el paño en su frente y acaricié su mano. Tenía bastante miedo, no sabía que hacer. Con una sirena ya le hubiese aplicado algún ungüento de planta marina, pero...

¡Ungüento marino! Eso es lo que necesito.

Max... ¿en el jardín del palacio? ¿Crees que hay alguna planta medicinal? – él me observó confundido y luego asintió levemente. – Vuelvo ahora mismo. – salí corriendo de su habitación hasta el invernadero. Al entrar allí, comencé a buscar, pero eran plantas simples que no podían ayudarme a sanar su herida. Me estaba comenzando a desesperar cuando justo detrás de las margaritas, en una esquina escondida, se encontraba una pequeña planta que me llamaba bastante la atención.

Me acerqué hasta ella y observé que en el exterior de su maceta tenía una pequeña descripción:

Agrimonia

''Dicha planta solo se puede utilizar en casos extremos, como enfermedad o heridas graves. El abuso de dicha planta puede acarrear problemas bastante graves. Usad con cuidado''

¡Justo lo que necesitaba!

Tomé dos hojas de dicha planta y alguna hoja de otras para mi ungüento, para después volver al interior de palacio hacia la cocina.

Tomé un cuenco, eché las hojas y un poco de agua.

Miré a mi alrededor. Necesito un espesante, un líquido denso.

En Oceana esto era mucho más fácil: un poco de alga, unas gotas de lágrima de sirena, un pelo de foca y emesis de delfín. ¿Qué? Eso es lo que se aprende en la escuela medicinal de sirenas.

¡Céntrate, Greta! Okey, okey.

Miré a mi alrededor y alcé una ceja al acordarme del postre que habían preparado las muchachas el día anterior. Era bastante denso y se movía demasiado. ¿Cómo decían que se llamaba? ¡Oh sí! Gelatina.

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora