Capítulo 12: Cassandra...

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Maximus

Miré los libros que había sobre el escritorio e intenté concentrarme en ellos.

Su piel era tan suave, su sonrisa tan sincera y su risa una melodía que quería oír siempre. Su pequeño cuerpo pegado al mío me hacía sentir que debía protegerla, quererla y abrazarla por siempre.

Aparté los libros de mi vista y concentré mi mirada en la puerta. ¿¡Por qué diablos no podía sacarla de mi mente!?

Me levanté de la silla y caminé enfrente del escritorio. ¿Por qué ahora que me había fijado en ella quería que me casase con Cassandra? Me negaba a ir con esa mujer.

Estaba tan metido en mis pensamientos que ni siquiera había sentido a mi padre entrar.

Hijo, ¿qué pasa que no contestas? – miré a mi padre y me dejé caer en el sofá.

Lo siento padre, no estaba prestándole atención. – suspiré.

Eso ya lo sé, pero ¿por qué? – él se acercó a mí.

No me la puedo sacar de la cabeza. – pasé mi mano por mi pelo.

¿A quién? – frunció el ceño.

A Greta... -él rió.

Normal, para como estabais esta mañana. – alcé la mirada a la suya sin entender.

¿A que se refiere? – vi a mi padre sonreír.

Keisha y yo los vimos bastante acaramelados. – me puse en pie.

No es lo que parece padre. – advertí.

Nunca nada es lo que parece hasta que lo parece. – fruncí el ceño.

Padre entre Greta y yo no existe más que una bonita amistad. Por favor, no vaya a pensar lo que no es. – él alzó sus manos rindiéndose.

De acuerdo, si entre Greta y tú no hay nada, no hay nada más que hablar. – se giró hacia la puerta.

Pero me gusta...-susurre y mi padre volvió a mirarme.

Lo sabía. Eres demasiado obvio cuando te gusta una chica, aunque hacía años que no te veía estar así por nadie. -me volví a sentar.

No sé que hacer... - dije confundido.

Guiarte por tu corazón. Debes dejar que las cosas fluyan entre ustedes. No la presiones ella es nueva en el mundo humano, y aunque lleva más de dos semanas aquí, aún no saben como funcionan sus sentimientos en la tierra. – asentí.

Padre, hay una parte que me aleja de ella y me sentiría como un hipócrita sino me sincero con usted. – me senté en mi silla y mi padre se acercó preocupado hasta el escritorio.

¿A qué te refieres hijo? – uní mis manos sobre la mesa y me quedé mirándolas fijamente.

Greta ha sacado una parte de mí desconocida para el resto de las mujeres, pero no puedo permitirme avanzar más con ella como quisiera por temor a que se marche. – deje escapar un gran suspiro.

¿Te acuerdas de Jackie? La yegua de mamá. ¿Recuerdas que siempre que te subías te lanzaba por los aires? – lo mire sin comprender adonde quería llegar. - ¿Cuántas veces te subiste hasta que te dejo de lanzar?

Muchas, infinitas, casi ni me acuerdo... pero recuerdo que dejó de lanzarme cuando murió mamá. Los días después yo me subí porque quería que me volviese a lanzar para ir con mamá, pero no lo hizo.

Tú nunca fuiste un cobarde y seguiste insistiendo a pesar de que una y otra vez te mandase a los arbustos, pero ¿verdad que cuando murió mamá ella no lo hizo? – asentí. – Ella sabía que era el momento de que tu la montases. Ella crecía contigo. Ella presentía que algo iba mal, que tu no eras el mismo. Y que era la hora de que ella fuese tú guía. Greta quiere ser la persona en la que te aferres, pero no quiere ser la causa por la que tú y Cassandra os separéis. ¡Pero tu ya has elegido! Tú corazón quiere domar el corazón de la sirena, tú quieres una aventura romántica no una mentira. Así que, ¡vive! Vive hijo mío, y que te importe muy poco lo que los demás digan de ti. En vez de enfadarte con ella, deberías aprovechar cada instante.

Papá, ¿a qué viene todo esto? – lo mire sorprendido.

A que yo tuve a tú madre muy poco tiempo y quiero que disfrutes de quien de verdad amas. Porque no sabes lo bonito que es amar de verdad, ver a tus hijos crecer y sentirte orgullosos de ellos, Maximus. Y también puede que sea por verme viejo ya, quiero ver a mis nietos crecer. – ambos reímos.

Tendrás muchos nietos, te lo prometo. – me sonrió y después de hablar un poco más se retiró para irse a descansar. Mi padre tenía razón, necesitaba enseñarle a Greta como era en verdad. Le iba a mostrar el verdadero Maximus.

Max... -una vocecilla me saco de mis pensamientos. Al alzar la vista y mirar hacia la puerta vi a Greta detrás de la puerta esperando mi permiso para pasar. - ¿Puedo?

Entra Greta...-sonreí y me puse de pie.

Quería pedirte perdón...-fruncí el ceño sin entender. – No soy quién para meterme en su vida privada. Simplemente me asusté. No soy una persona que le guste el conflicto y menos sin conocer a la persona siquiera. – Ella era perfecta.

Tomé su mano y nos sentamos en el sillón. – No pasa nada... ¿Cómo estas tú? ¿Cómo llevas lo de ser humana?

Bueno, es extraño pasar tanto tiempo fuera del mar. Hacéis muchas cosas diferentes a nosotros, pero creo que me voy adaptando bien, excepto por estos vestidos. Prefiero ir con mi cola...-sonreí.

¿Quieres ir a nadar? – pregunté y ella me miró sorprendida.

¿Cómo? Yo no tengo mi aleta. -me eché a reír.

No te hace falta. – me puse en pie y ella miró mi mano al principio desconfiada. – Los humanos también nadamos y no necesitamos aletas. - Me miró sonriendo y confiando en mis palabras, me dio su mano.

Caminamos cogidos de la mano hasta llegar a la entrada del castillo, se sentía genial estar en compañía. Bajamos las escaleras para llegar a la salida riendo y bromeando con el otro.

Por un momento tuve la sensación de que estábamos conectando, pero no podía ser, ella ya estaba enamorada de otro hombre, aunque eso no hacía que desapareciese mi curiosidad por ella. Quería desarrollar esos sentimientos que se enredaban en mi estómago creándome un nudo. Pero creo que algo, o más bien alguien, nos lo impediría.

¡Maximus! ¿Qué estás haciendo? – sentí como Greta soltaba mi mano y yo rodé los ojos para mirar a Cassandra.

¿Qué quieres Cassandra? No tengo toda la tarde. – dijo cansado.

Pues sí debes tenerla para mí. Soy tu prometida, merezco tu atención. – me acerqué a ella.

Solo estás haciendo esto más difícil Cassandra. Ya te dije que no iba a casarme contigo...

Pero debes... -me interrumpió. – Si no te casas conmigo, contaré a todo el pueblo tu verdad. Que no eres el príncipe que ellos esperan, que tu antigua prometida se suicidó y que mató a tu hijo solo porque no sabías cuidarla.

¿Quién te ha dicho eso? – la mire impactado.

Se lo oí a mis padres una vez mientras hablaban con el tuyo. – sonrió hipócritamente.

¡Eso es una traición! – intervino Greta. – Usted no es quien para hacerle eso.

¿Y tu quién te crees para meterte en los asuntos de Maxi y míos? – se le acercó amenazante, pero me interpuse entre ellas dos.

En primer lugar, no me digas Maxi y, en segundo lugar, Greta es una amiga de la casa que merece respeto y puede opinar en lo que ella desee. – la defendí. – Y respétame a mí, porque no sabes de que soy capaz.

¿Es tu amante? – la tomé del brazo.

De mi di lo que quieras, pero de ella no te atrevas a meterla en este rollo. Aceptaré casarme contigo, pero ¡déjala en paz! – ella sonrió victoriosa y se zafó de mi agarre.

Perfecto... Padre vendrá mañana para hablar contigo y volver organizar la fiesta para oficializar la boda. – me picó un ojo y salió de palacio.

Respire hondo y me gire. - ¿Estás bien? – me miró, pero no dijo nada. – Greta, tenía que...

Yo no pienso meterme en vuestros asuntos, majestad. – dijo y quede anonadado ante su cambio. Se giró y volvió por donde vinimos. Supuse que se había ido a su habitación y que lo que yo quería entre ella y yo nunca podría ser. 

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora