Capítulo 29: Soy tu reina

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No mires...- le di la espalda.

Que no, que no miro, Greta. Fíate de mí. – Vi como me dio la espalda. Dejé caer el vestido, tomé su chaqueta para ponérmela y cubrir mi cuerpo. Mi vestido estaba demasiado empapado y Maximus me había dicho que lo mejor para que se secara es que lo pusiera al lado del fuego con su camisa. Al girarme con el vestido en mis manos y la chaqueta cubriendo mi cuerpo, pude ver que él me estaba observando.

¡Dijiste que no ibas a mirar! – me quejé.

Él se encogió de hombros y soltó una pequeña risa. – No puedo evitar mirar a una bella mujer cuando la tengo a mi lado y más si estoy enamorado de ella.

Max... - tendí el vestido al lado del fuego.

Max, ¿qué? Greta, me vuelves loco. Eres la mujer más aventurera, valiente, inteligente, divertida, alegre y, sobre todo, cariñosa y familiar que conozco. Además de que eres hermosa. – me sonrojé y me senté a su lado sin mirarlo. Él se había quitado sus pantalones para tenderlos al lado del fuego también e iba semidesnudo.

Paso su mano por mi barbilla y luego la colocó en mi mejilla para girar mi rostro y hacer que nuestras miradas conectaran.

¿Y yo? ¿Por qué nunca me dices lo que sientes hacia mí? – miré sus verdosos ojos y agaché la mirada para sentir mis lágrimas caer.

Porque no quiero ilusionarme más de lo que estoy...- él secó mis lágrimas con sus pulgares.

¿Ilusionarte? Si no vives de ilusiones y sueños, ¿de qué vivimos entonces, Greta? – mire sus ojos.

Max, debo volver a Oceana. – él negó.

No me importa, dejemos de sufrir de una vez. – junto nuestros labios. Sus labios desaparecían todos mis miedos y mis inseguridades. Profundice el beso mientras él me pegaba a su cuerpo.

Max mordió mi labio inferior. – Dios mío, me encantan tus labios. Son como una adicción que nunca he sentido.

¿Nunca has besado unos labios como los míos? – le pregunté divertida rodeando su cuello.

No, son...-se quedó embobado mirándolos. -...deliciosos. Saben a fresa y estaría todo el día probándolos.

Pero ¿tú los quieres besar o te los quieres comer? – dije divertida a lo que él rió, acercó su boca a la mía y dijo:

Las dos cosas...-nos volvimos a besar con deseo, provocando que nuestros cuerpos entraran en calor, dejando de lado el frío. Sentí sus manos recorrer mi cintura y bajar por mis piernas.

Jadee en sus labios. – Max... - me sonroje.

La última vez... que nos vimos...-dijo entre besos. -...te prometí algo...-gemí cuando tiró de mi labio. Se movió provocando que nos quedásemos acostados en el frío suelo de la cueva que únicamente estaba iluminada con la fogata.

Enredé mis manos en su pelo y dejé un corto beso en sus labios. Miré sus ojos, los cuales me observaron atentamente y mordió su labio.

Max... yo...- me sonroje avergonzada. -No se si esto es normal aquí, pero...

Greta son dos mundos diferentes, pero el amor es el mismo. – acaricié su corta barba.

¿Y si no sé como hacerlo? – Max dejó un corto beso en la nariz, luego dejo otro en mi frente, en mis mejillas y volvió a mis labios.

Nadie nace sabiendo, yo solo quiero demostrarte que te amo. Sé que el amor debe demostrarse con hechos más que palabras, así me lo enseñaron mis padres y así quiero enseñárselo a mis hijos. – besé sus labios. – Pero no te voy a obligar nunca. Puedo esperar toda la vida.

No quiero esperar toda la vida para entregarme a ti. – me atreví a decir y uní nuestros labios antes de que pudiese decir algo.

Maximus me correspondió el beso y sus manos recorrieron mi cuerpo desde mi cintura hasta mis muslos. Esas caricias hacían que mi cuerpo cediera al suyo, que se me erizara la piel y quisiera más de él.

Sus labios bajaron por mi cuello, dejando húmedos besos. Me aferré a su espalda con el corazón a mil. Eché mi cabeza hacia atrás dejando mayor libertad para que pudiese seguir besando.

Subió una de las manos que sujetaban mi cintura hasta los botones de su chaqueta, la desabrochó y pegó mi cuerpo nuevamente al suyo.

¿Estás segura de que quieres seguir? – miré sus ojos. – Porque no quiero que te arrepientas de nada.

Nunca me arrepentiré de pertenecerte. – Max me miró a los ojos y yo lo bese. Ambos terminamos de desnudarnos y aquella noche nuestros cuerpos se unieron y se convirtieron en uno. Nos amamos y lucharía por lo nuestro. Sus manos recorrían mi cuerpo explorando cada zona de este, y las mías no se quedaron atrás. Nuestros labios no se separaron salvo para dejar escapar algún que otro gemido.

La naturaleza se quedó en silencio prefiriendo oír los sonidos de nuestro amor. Agradecí a aquella hermosa noche por haberme dejado conocerlo.

Ninguno de los dos durmió aquella noche, es más, amaneció y nosotros estábamos abrazados.

Acaricié su pecho despacio y sentí su mirada sobre la mía.

Estás muy callada...- me dijo mientras acariciaba mi espalda. - ¿Pasa algo? ¿Dije algo inapropiado?

Lo mire. – Solo estoy pensativa...

¿En qué piensas? – beso mi frente.

En la pregunta que me hiciste antes. Que qué pensaba yo de ti. – alcé la vista para mirarlo, y me miró atento. – Creo que eres un gran rey, un gran hermano, un gran hijo, un hombre trabajador y fuerte. Pero tienes alma de niño porque a veces eres ingenuo. Eres leal, porque cuando te hacen un favor tú quieres devolverle el favor. Eres romántico...-me sonroje pensando en lo que había pasado hace unos minutos atrás. -...quieres el bien de todos. Y eso te hace ser una increíble persona. – Su mirada estaba fija en la mía. Parecía sorprendido por mis palabras.

Nunca me habían dicho nada de eso. – acaricie su mejilla y este se aferró a mi cintura entrelazando nuestras piernas. - Simplemente me consideró una persona como otra cualquiera, que tiene unas obligaciones y debe cumplirlas.

Negué. – No eres una persona cualquiera. – mire sus ojos cristalizados y retiró la mirada de la mía para fijar la mirada en el exterior. Coloqué mi mano en su mejilla y lo obligué a mirarme, acerqué mis labios a los suyos y los besé. – No es malo llorar, Maximus. – susurré en sus labios.

No me da vergüenza llorar ante una mujer, llorar es bueno para alma como dice mi padre. Lo que me pasa es que nunca, nadie, ni siquiera las mujeres con las que estuve antes me trataron como me tratas tú, Greta. Te amo, te amo, TE AMO. – gritó y ambos reímos. – Vuelve a palacio conmigo, sé mi reina. – lo mire a los ojos.

Soy tu reina. – él me sonrió y nos besamos. – Pero debemos volver...-dije divertida cuando me giró y comenzó a besar mi cuello.

¿Ya? – mordió mi cuello y gemí.

Tenemos que detener a dos delincuentes que quieren matar a tu padre. – se separó de mí.

Mi padre. Keisha. – ambos nos levantamos y nos vestimos con nuestra ropa ya seca. Encontramos a Jackie que pastaba por los alrededores y regresamos a palacio.  

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora