Capítulo 11: Sentimientos encontrados

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Me desperté y me giré sintiéndome atrapada por unos brazos, por sus grandes y fuertes brazos. Abrí mis ojos despacio y me lo encontré durmiendo plácidamente a mi lado.

No, no, no...

Me separé de él despacio y me incorporé dándole la espalda.

¿Adónde vas? – susurró a mi espalda y sentí una de sus manos en mi cintura, pero me aparté alejándome de él. - ¿Qué pasa Greta?

Debería volver con Cassandra... - dije.

¿Qué? ¡No! ¿Por qué? Tú misma me dijiste que si no la quería no podía sacrificar nuestra vida. – se sentó.

Pero no se puede dejar llevar por comentarios absurdos de una desconocida. Debe seguir con esa muchacha que seguramente lo quiere, pero a su manera. – lo vi levantarse.

Eso sí que es absurdo. Yo no amo a Cassandra, ¿no quedo eso más que claro Greta? – lo vi cruzarse de brazos y yo le di la espalda para apoyarme en el cabezal de la cama. – Greta, ¿qué es lo que ocurre? – lo sentí acercarse a mi y colocó sus manos en mis brazos para acariciarlos. Mi piel se erizó creándose un nudo en el estómago.

Max...- dije con poca fuerza de voluntad. – Cassandra es una buena mujer. Simplemente estará nerviosa por vuestra boda y...

No. Sé lo que pretendes. - ¿Lo sabía? Cuando dos corazones laten al mismo tiempo no hay quien los pueda parar. Gracias corazón, siempre tan oportuno. De nada, Greta. Ese es mi trabajo. Me giró y me obligó a mirarlo directamente a los ojos. – Greta por una vez en mi vida me siento completamente feliz, sin preocupaciones sin que nadie me obligue a estar con otra persona.

¿Y si a lo mejor te estás equivocando y Cassandra no te evoca obligación sino libertad? – tensó su barbilla.

Greta, para, no más... -me aparté de él. – Pensé que me dabas consejos para que fuera más feliz. Pienso en mí y en mí reino, aunque, últimamente no sé ni en quien pienso. – se quedó mirando mis ojos y se apartó para salir de la habitación.

Me dejé caer en la cama y me abracé a la almohada llorando. ¿Qué es lo que me pasaba? ¿Qué es lo que estaba sintiendo y no comprendía? Necesitaba a mis hermanos, a mis padres, a mi gente. ¿Por qué él me hacía sentir que me faltaba el aire?

¡Ya volvimos! – la voz de Keisha se hizo oír en la habitación a media mañana, pero yo no me inmute. Seguí con la mirada clavada a través del cristal. Observando el hermoso mar, mi hogar. - ¡Ey!... Ey... - su segundo reclamo fue más ligero cuando se percató de que aún estaba llorando. – Greta... - me abrazó con fuerza y yo le correspondí el abrazo completamente rota.

Los echo tanto de menos. – susurre en su hombro y ella se aferró a mí. Cuando nos separamos pude percatarme que sus ojos estaban cristalinos.

Siento que no podamos ayudarte de otra manera. Mi hermano hace seguramente todo lo que puede, pero no es fácil. – limpie sus mejillas y ella me imitó.

Puedo confesarte algo, algo que no sé explicar. – ella me miró frunciendo el ceño y ambas nos sentamos en la cama. – No quiero pensar que he sido yo la que ha boicoteado la boda de vuestro hermano y Cassandra.

Tú no has boicoteado nada, Greta. Maximus y Cassandra no están hechos el uno para el otro. Cuando tú amas a alguien no puede importarte más un vestido de novia o la pose que vais a lucir para el retrato oficial. Cuando tú amas a otra persona debes querer protegerla, abrazarla, amarla, consentirla... Y Cassandra no es esa clase de mujeres Greta. – agaché la mirada. – Mi hermano no merece ni quiere eso. ¿Te confieso yo algo? – alcé mi mirada a la suya y asentí. – Desde que tú has llegado a este palacio, Max no es Maximus. – fruncí el ceño.

¿Qué quieres decir? – ella tomó mis manos y me sonrió.

¡Por fin mi hermano es feliz! – ella gritó riendo. – Lo sacaste de la monotonía que vivía, Greta. Has traído felicidad a esta familia después de la muerte de nuestra mamá. Mi padre te ve como una hija, tiene miedo a que te vayas y mi hermano... mi hermano se levanta cada día con una sonrisa, una sonrisa que ni siquiera cuando él estuvo enamorado de verdad, la tenía.

Te refieres a Lucy... -susurré.

¿Cómo sabes tú esa historia? – me miró sorprendida.

Max me la contó. – ella llevó su mano a su rostro sorprendida por las palabras que acababa de decir. - ¿Qué pasa?

Max nunca le ha contado esa historia a nadie. – ella me abrazó. - ¿Te imaginas ser familia?

¿Qué? Pero ¿qué dices Keisha? – me sonroje.

Una boda mitad marina mitad humana, ¿habrá algún tritón para mí? – alzó ambas cejas pícaras, por lo que agache la mirada mientras mis mejillas ardían. – Será una boda de ensueño, todas las princesas te envidiaran.

Keisha no hables más de la cuenta. Eso nunca pasará. – me levanté y camine lejos de ella.

¿Por qué no? Hacéis una pareja espectacular... - me giré a mirarla.

¿Qué más da si hacemos o no una pareja espectacular? ¿Por qué os centráis en eso? Hay muchas más cosas en este mundo de las que disfrutar. – le di la espalda.

¿No quieres disfrutar del amor? Porque yo creo que ambos estáis pillados el uno por el otro. Como os miráis, como os acariciáis... sobre todo, porque esta mañana os pillé acostados muy abrazados en mi cama. – abrí mis ojos de par en par y me giré a mirarla. Ella mantenía una pose divertida mientras alzaba ambas cejas.

No es lo que parece... - me acerqué a ella horrorizada y esta rió.

No boba. No creas que soy tan mal pensada, pero estaban bastante cómodos los dos. – trague en seco.

Yo solo le quería dar ánimos. Ayer él no estaba bien y... - Keisha tomo mis manos.

No me tienes que dar explicaciones, Greta. – me sonrió. – Pero déjame decirte algo, en los 25 años que tiene mi hermano, nunca lo había visto tan acaramelado con una mujer, como contigo.

Eso es malo, ¿verdad? – ella comenzó a reírse.

¡Es lo mejor! – me abrazó feliz y sonreí en parte tranquila. Tal vez Keisha tuviera razón y no tenía que temer sobre las decisiones de Max, al fin y al cabo, no es mi problema lo que pase entre él y Cassandra.  

Mi extraña maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora