la manilla.

1.7K 101 2
                                    

Maratón 4/7

~narra mafe~

Hoy es otro día en el que siento la ausencia de mi hija, sin su risa, ni sus chistes, nada... Fue como si la tierra se la hubiese tragado, no habían noticias de ella, las cámaras no captaron nada y ninguna persona la vió.

Ya repartí volantes con su rostro, contraté un investigador privado, busqué la policía y pregunté a cada persona que pasaba por la calle o centro comercial, no importaba donde fuera. La policía no daba con pistas y el tiempo en nuestro mayor enemigo.

Por el momento yo estoy cuidando de Ramón que es mi única compañia, Germán me contacta para hablar de alguna pista o sospecha de su paradero. A veces hablamos de los momentos que hemos desaprovechado con nuestra hija y que en este instante desearíamos tenerla al frente, poder abrazarla y decirle cuanto la amamos.

Pedí permiso en mi trabajo para poder estar más días en Colombia y así buscar a mi hija.

Hace unos días fuí al hospital a recoger el registro de calle y aprovechando que estaba cerca fuí a la habitación de poché, debo admitir que no había ido antes por lo ocupada que estaba y porque además me recuerda mucho a mi hija y eso me causa tristeza, gracias al tiempo y lo ocupados que estoy no tengo tiempo de pensar bien todo lo que está pasando.

Ya estando a tan solo unos pasos de la habitación de poché me encontré a su hermana, tenía la mirada perdida y no sabía si llamarla o no, sé el sentimiento que tiene y sé por todo lo que está pasando. Fuí a su lado y me senté por unos momentos en silencio, al parecer no había notado mi presencia y no la culpo, con todo lo que ha tenido que pasar debe de estar muy triste.

—valen— la llamé esperando una respuesta de su parte.

—mafe— habló sorprendida, al parecer no esperaba mi visita.

—¿cómo estás? ¿Cómo está poché?

—bien, todo bien, poché no ha despertado pero los médicos prometen esperanzas —habló con la mirada perdida hacia algún lugar del suelo.

—bueno, hay que pensar en lo positivo, en cualquier momento puede despertar— me sentía un poco hipócrita, dándole esperanzas a valen cuando nisiquiera yo las conservaba.

Hablé con Valentina al rededor de 40 minutos, hablamos de todo y nada a la vez. Valentina es muy divertida y aunque todavía es pequeña (a comparación mía) es muy madura y muy valiente para afrontar todo esto.

Después de despedirme me fuí por unos papeles en la oficina del agente que estaba llevando el caso de mi hija, todas las veces que he ido a la oficina no había tenido la suerte de noticias nuevas, pero hoy sentía un aura diferente, sentía que esta vez sí había esperanza.

—Buenos días, agente —saludé cortésmente y después me senté en la incómoda silla que se hallaba al frente del escritorio.

—Buenos días, señora calle— aunque me incómoda en cierta parte que me llamara por el apellido de mi anterior esposo, no podía objetar, porque en realidad no me había divorciado de él.

—por favor dígame que hay noticias nuevas —hablé ya cansada mental y físicamente.

—las hay— una sonrisa se posó en mi rostro al escuchar esas simples palabras — hemos encontrado la manilla del hispital con el nombre de su hija— prosiguió.

—¿en dónde?

—cerca de la cafetería gusstus, esto podría ser un nuevo comienzo de algo, podría significar el encuentro de su hija, créame que esto es una esperanza muy grande para usted— y lo era, la manilla que era algo muy pequeño, insignificante podría decirse, pero para mí, lo era todo.

—y ¿la manilla? ¿Dónde está?

—la tienen en laboratorio haciendo una serie de exámenes, no se preocupe, está en buenas manos.

—usted es el experto, solo le pido que encuentre a mi hija sana y salva, por favor— y esa fué mi última palabra, salí de su oficina y me dirigí al parque de enfrente.

Observé un buen rato el paisaje, pensando en lo genial que sería estar aquí con Daniela.

Recuerdo cuando era una pequeña calabacita, con esas mejillas rosaditas de tanto correr por lo columpios, era una pequeña traviesa con sus locuras. Recuerdo una vez que se calló y se lastimó la rodilla, estába tan nerviosa de no encontrar nada para detener la sangre que agarré una hoja grande de un árbol y se la coloqué en la herida, le dije que los árboles tenían el poder de sanar ,y que si se dejaba la hoja, para el otro día no tendría raspones; mi pequeña calabacita se paró feliz cantando que los árboles la iban a sanar, por otro lado yo me sentía como una héroe por haber estancado la sangre.

Son esos pequeños momentos que invaden mi mente cuando la recuerdo, quisiera poder protegerla tan fácil como cuando era una niña.

_______________      _______________

MIL VECES TÚ ©(caché) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora