Prefacio

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El primer sonido que rompió la quietud de la noche fue el rasgar de unas uñas afiladas en la piedra.

Ninguno de los ocupantes de la torre vio venir al enorme lobo que se lanzó sobre la muralla y aterrizó en la plaza central, hundiendo las zarpas en el barro húmedo de la lluvia que aún caía con ligereza.

—¡Proteged el Árbol! —Una orden gritada desde lo alto de la muralla hizo que una docena de guardianes saliesen desde las puertas escondidas entre los jardines y corriesen a por el lobo, armados con espadas, lanzas y estacas—. ¡Atacad!

El lobo fue más rápido. Arrancó la garganta del primer guardián, un chico de no más de diez años. La sangre empapó su boca y pelaje, pero no se detuvo ahí. Se lanzó a por el siguiente chico, usando las patas delanteras para derribarle. No paró para comprobar si seguía vivo, los niños no eran su objetivo.

Se abrió paso a patadas y mordiscos, derribó a sus atacantes y ocasionalmente seccionó gargantas o amputó miembros. Un tajo en una de sus patas le ralentizó un tanto, pero no frenó hasta llegar al árbol inmenso que coronaba el centro del patio.

Saltó hacia el Árbol, pero una pared invisible le lanzó hacia atrás, haciéndole soltar un quejido más humano que animal. Una única chica, vestida con una larga túnica con capucha, salió de entre las sombras con ambas manos alzadas hacia el lobo. El animal arañó y empujó, incluso golpeó su cabeza contra las paredes invisibles, que le apresaban en un cubo de medio metro de ancho que no le permitía ni estirarse del todo, pero no consiguió escapar.

La chica alzó la vista hacia su maestro, que la observaba desde lo alto de la torre, esperando la orden de qué hacer con el animal.

—Mátalo —ordenó la voz desde lo alto.

La chica agitó un poco la cabeza y movió ambas manos de forma perfectamente coordinadas. En el lugar del lobo apareció un chaval de no más de quince años, temblando y sangrando en el suelo. La chica deshizo las paredes invisibles de su alrededor y retrocedió de nuevo a la sombra del Árbol.

—No están preparados —le dijo una mujer al maestro—. Si sufriésemos un ataque de verdad... —Dejó la frase en el aire, no había necesidad de acabarla, ambos sabían lo que pasaría.

—Lo sé. Ella es la única suficientemente fuerte, y se niega a hacer lo que debe hacer —suspiró—. Necesitamos más niños.

—Sí, señor.

—Sí, señor

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Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora