XVIII

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Me desperté con cierta brusquedad, con la sensación de que debía estar haciendo algo importante... La pelea llegó a mi cabeza de golpe. ¡Ezequiel! No podía creerme que alguien hubiera conseguido colarse. Mientras los vampiros nos atacaban otro grupo debía haber aparecido dentro de la casa y estaba tan confiada que no me di cuenta hasta que fue demasiado tarde y la madre de Ezequiel estaba muerta.

—Tranquila, estás a salvo. —La voz de Enkar me pareció más grave de lo normal.

Tuve que sentarme en la cama para verle. Estaba en una habitación oscura y pequeña. Una chimenea encendida iluminaba lo justo. Enkar estaba sentado en una silla pegado a la pared cerca de mí. Me froté los ojos tratando de quitarme aquel embotamiento mental.

—¿Y Ezequiel? Tengo que dejar de desmayarme, cada vez me siento más perdida —traté de bromear sin muchas ganas.

Enkar me dedicó algo parecido a una sonrisa diminuta, pero tenía un aspecto horrible. Grandes ojeras marcaban su atractivo rostro y tenía el pelo sucio y ligeramente aplastado. Además, tenía manchas de sangre en la camisa blanca y, por el olor, deduje que eran suyas. Llevaba una manta de licántropo.

—Ezequiel está... a salvo —explicó, perdiendo un poco la mirada y sus ojos grises me parecieron más oscuros que nunca—. Dentro de un par de horas haremos un... funeral a Lea. Él no ha querido separarse de ella hasta entonces.

Se frotó un poco el hombro, justo donde una mancha de sangre y una rasgadura estropeaba la blancura de su camisa y supuse que el niño le había atacado. Parecía tan cabreado y desesperado... Me estremecí un poco al recordar aquella imagen.

—Mató a dos vampiros él solo —le dije a Enkar—. Ni siquiera me di cuenta de que se me habían colado, lo siento tanto...

—No es culpa tuya. —Apretó la mandíbula mientras hablaba y me tendió una bolsa de sangre que tenía en la mesilla a su lado—. No debí llevarte allí. Zacarías tenía a Werner controlado y yo había despistado a sus vampiros, ni siquiera sé de dónde salieron esos.

—Son de Dominic. —Até cabos sin problemas—. Dijeron que su jefe quería verme. Así que me buscaban a mí.

Enkar me dedicó una mirada silenciosa y me pareció que sus ojos recorrían mi alrededor, como si viera más allá, como si pudiera ver a Arkra. Yo no dejaba de sentirle ya, como si estuviera sentado justo a mi espalda, respirando en mi nuca.

—Come algo, tienes que recuperarte de toda esa magia que desprendiste. Si no hubiera sido por ti, Sel, Ezequiel también estaría muerto. Así que no te culpes.

No le respondí, porque si no hubiera sido por mí, esos vampiros no habrían estado allí, pero no quise discutir más.

Solo necesité abrir la bolsa para darme cuenta de que aquella sangre era de elemental, no de humano. Le di un trago por si acaso, para confirmar, pero estaba asquerosa.

—No es humana —pregunté sin preguntar.

—Zacarías vuelve a estar al mando. Más o menos.

—¿Más o menos? —dudé, pero luego empecé a beber, me moría de sed.

Enkar se tomó uno de esos silencios suyos y se recostó un poco en la silla, aunque no dejó de mirarme mientras yo bebía.

—Unos días antes de que llegases a la Morkvald, encontré a Ezequiel entrenando a eso de las cinco de la mañana. Estaba con esa espada suya golpeando un muñeco como si le fuera la vida en ello. Le pregunté qué hacía y me dijo: «Broderick dice que pronto estallará una guerra en Morkvald, quiero estar preparado». En ese momento le mandé a la cama y pensé que era una idiotez. Pues bien, la guerra ha empezado y yo ni siquiera lo creí posible.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora