Acto 4: Huida a la Tierra - XI

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Cerré con tanta fuerza el libro que soltó una nube de polvo y conseguí tener a la señora Muerte pegada a mi nuca. No me disculpé, estaba cabreada. Además, mi nuevo protector barra acosador, se plantó entre mi espalda y la señora Muerte en un segundo.

En la última semana había leído prácticamente todos los libros de historia de la biblioteca y no había encontrado nada. Nada salvo una historia absurda a la que no le di más importancia. La única mención a Arkra aparecía en un libro que hablaba de unos quinientos años atrás. Era una especie de diario de guerra, en el que anotaban el avance de las tropas de las criaturas de la Tierra en Morkvald, luchando contra un ejército de dragones.

¿Cómo se suponía que tenía que creerme que en Morkvald había dragones? Y, peor, ¿cómo se suponía que las criaturas iban a haberlos derrotado?

Vale, supongamos que me creía que Morkvald había estado habitado por dragones hasta que los vampiros, lobos, elementales y demás habían llegado. ¿Y tenía que creerme que un grupo de cobardes que habían huido de la persecución en la Tierra era responsable de la extinción de estos?

Porque eso eran las criaturas. Al parecer, huían de la caza de brujas de la Tierra. Con los vampiros milenarios a la cabeza de su ejército (según aquel libro, que parecía escrito por uno de ellos, la verdad). Así que básicamente eran un grupo de vampiros cobardes, lobos renegados y elementales asustados. Y, un grupo de humanos con horcas los había hecho huir con el rabo entre las piernas, pero ¿dragones? ¡Deme diez!

El caso, es que ese libro mencionaba a Arkra, pero la fiabilidad estaba bajo mínimos. Además, hablaban de él como una especie de dios. Le consideraban un descendiente directo de algo que llamaban caenuna.

Los caenunas sí que estaban ampliamente documentados en la biblioteca. Pero como criaturas mitológicas, es decir, que no existían. Así que, que un tipo muerto quinientos años atrás fuera hijo de un ser inexistente me hizo desconfiar más del libro.

En definitiva, y por lo que había entendido. Los caenunas eran lo que en la antigüedad se conocían como dioses, o semidioses y, en la actualidad, ángeles. En Morkvald los llamaban caenunas y unos los rezaban y otros los temían. Uno de los libros conjeturaba con la opción de que tuvieran su propia dimensión y estuvieran allí atrapados, escondidos o, simplemente, pasasen de nosotros. Pero, de vez en cuando, uno debía escaparse para tener hijos en la tierra, a los que llamaban quirónidos. Vamos, nada diferente a Hércules o Jesucristo.

Y me negaba a pensar que tenía en la cabeza a un ser así. Lo común para la gente es hablar con Dios, hasta yo sé eso, no que Dios te responda. Entre uno y otro, está la diferencia entre fanático y enfermo mental. Sin embargo, Zacarías se había metido en mi cabeza y había hablado con Arkra. ¿Significaba que estaba allí conmigo? ¿Yo estaba loca?

El caso es que los dichosos caenunas tenían sus propias historias, mitos y leyendas que me tuvo un día entero leyendo con avidez. Podía entender la necesidad (y la gracia) de creer en algo así. Algunas de sus historias eran mezclas de historias humanas (que no me planteé por qué conocía, pero lo hacía). Hablaban de guerras, desiertos, inundaciones, tentaciones y muerte. También tenían su propio «traidor», que se revolvió contra sus hermanos y bajó a la Tierra a acabar con la creación de su «padre». En algunos libros lo mencionaban como Hades, en otros como Satanás. En la historia de Morkvald, se referían a él como el Primero.

En definitiva, Morkvald solo tenía quinientos años, y sus habitantes venían de la Tierra. Así que se habían traído muchos mitos y leyendas. Y, la veracidad de estas, estaba en entredicho. Vamos, que no me creí nada.

La última semana había sido una completa pérdida de tiempo. Dejé el libro en su sitio y salí de allí, con Nick pisándome los talones. Como siempre. Al parecer, la amenaza de Zacarías le había acojonado de verdad.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora