IV

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—¡¿Tú te haces llamar mi amiga, Sele?! —El grito de Ezequiel me hizo levantar la cabeza de un libro la mar de interesante, sobre magia elemental, para mirarle.

—No —respondí, sin entender el drama.

Me di cuenta de que llevaba horas en la misma postura, inclinada sobre libros. Tenía tres acabados a mi lado ya. Estaba segura de haberme pasado toda la noche en la misma posición. Debía ser por la mañana ya.

—¡¿Te has enfrentado a Enkar sin avisarme para reírme?! —se quejó, sin bajar el tono, dejándose caer a mi lado en una silla.

Hizo mucho ruido arrastrándola por el suelo y cuando me di cuenta, la señora Muerte estaba pegada a nosotros. Sinceramente, casi me dio un infarto, pese a que estaba segura de que mi corazón no latía desde hacía más de un día ya. Chistó a Ezequiel, tan fuerte que estuve segura de que había llenado todo de babas. En serio, ¿la saliva era mejor para los libros que el ruido? Debía planteárselo alguien. Yo no lo hice, estaba ocupada evitando que mi corazón volviese a latir. O en no salir corriendo. ¡Qué mal rollo me daba la señora!

—Perdone, es que esto es grave —se quejó el niño, ganándose otra mala mirada de la ancianita, que ya no tenía nada de adorable.

—Vamos fuera, Ezequiel —sugerí, levantándome para colocar los libros.

De todas formas, necesitaba moverme un poco. Aunque mis músculos no estaban entumecidos (cosas de vampiros) sí que me sentía algo cansada de la postura. Ezequiel no protestó, de hecho, me pareció que la señora Muerte le asustaba tanto como a mí. Y, ¿esa mujer no dormía? Porque llevaba allí las mismas horas que yo y más.

Una vez que acabé de colocar los libros salí con el niño, que me esperaba en el pasillo. Bajamos juntos, mientras volvía a regañarme porque no le hubiera avisado de mi pelea con Enkar.

—No lo planeamos, solo surgió —me disculpé.

—Dicen que le ganaste. —Me miró emocionado, con los ojos grises ligeramente brillantes.

—No creo. Fue un empate.

—Entrenaremos, la próxima vez le patearás su prepotente culo.

—No creo que Enkar sea prepotente... —le defendí.

Ezequiel me lanzó una mirada escrutadora y yo me centré en las escaleras para que no viera lo mucho que me gustaba su tío. No era culpa mía, era nuestro vínculo...

—Es porque no eres su sobrina —aseguró él.

«Por suerte». No me sentía muy como de su familia, la verdad.

Salimos juntos al patio y Ezequiel cogió dos espadas metálicas de un cubo y luego me hizo un gesto para que le siguiera. Dudé un segundo, luego vi que se dirigía entre los pinos y le seguí casi a la carrera, con la emoción palpitándome con fuerza en el pecho. ¿Iba a ver que había tras los árboles?

Pensé que el niño se pararía antes de la línea de estos, pero se internó tras un vistazo alrededor. Yo le imité. Había un par de vampiras en el patio, sentadas donde la noche anterior y un grupo de elementales entrenaban magia un poco más allá. Y ya está.

—¿Dónde vamos? —pregunté en un susurro a Ezequiel.

—Donde no nos vean. No quiero que nos molesten. Tienes que derrotar a Enkar.

Puse los ojos en blanco por su conclusión, pero me dejé guiar con él. Estaba segura de que la isla no era muy grande, a juzgar por el mapa que Enkar me había enseñado por la noche. Y los militares debían andar tras esos árboles, porque por el lado contrario se oía ligeramente el mar, así que debía estar el borde. Aunque Ezequiel paró antes de llegar a ningún sitio, en medio de un claro del bosque. ¿Allí era donde Nick había querido verme el día anterior?

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora