Acto 1: La fortaleza - I

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Unas voces amortiguadas me despertaron. Me levanté de la cama, pero tan rápido que tuve que apoyar una mano en la pared y mirar alrededor para entender qué había pasado. Descubrí que estaba en la habitación más fea que había visto nunca.

Aunque cuando traté de hacer memoria para saber dónde estaba o por qué, no encontré nada. Ni siquiera pude recordar otras habitaciones con la que comparar aquel horror. Solo sabía que era inusitadamente fea.

No tenía ventanas, solo una puerta oscura, y las paredes eran completamente grises. Todo el mobiliario consistía en una única camilla que, por cierto, apestaba a sudor, sangre y algo más que no quise identificar. Y ya está, no había ni un adorno, ni una mesilla, ni un objeto personal. Nada.

¿Dónde estaba?

Busqué pistas en mí entonces, pero llevaba una bata blanca que tampoco me aclaró nada. Y debajo, nada más. Me revisé las manos, que me parecieron extrañas. Como si no fueran mías, aunque tampoco podía recordar cómo eran mis manos. Era un despertar fuera de lo común, sin duda.

Eso sí, tenía las uñas rotas, manchadas de sangre y barro y eso sí que me pareció familiar de alguna forma.

Me moví por el suelo de piedras desiguales, que me pinchó ligeramente los pies, no dolía, solo era raro. Tenía un tacto extraño, pero muy real. Estaba frío, pero eso no me molestó ni un poco, solo era así.

Sujeté el pomo redondo y cogí aire, que apestaba, antes de cruzarlo para seguir la procedencia de las voces, que podía oír, pero no entender.

De pronto, me di cuenta de que me moría de hambre. Quizá tenían algo para comer, pese a que el olor en el sitio no acompañaba para nada.

Salí a un pasillo directamente, con puertas a ambos lados y un olor más penetrante y desagradable que antes me golpeó la nariz, que arrugué ligeramente, tratando de evitarlo. Miré a un lado y otro, y seguí el camino de la derecha, donde una chica contaba con tono lacrimógeno cómo la habían atacado.

Llegué entonces a una zona más amplia, el lugar no era realmente grande, solo unas diez puertas en el corto pasillo que yo había dejado atrás y una enfermería más ancha donde yo acababa de llegar. Había unas ocho camillas a cada lado, separadas por cortinas verdes. Al parecer, aquello era algún tipo de sanatorio.

Una de las camillas estaba ocupada por una chica de pelo casi rojo y una venda rodeando su brazo, que tenía apretado contra el pecho. Y, delante de ella, a los pies de la camilla, había un tipo realmente enorme. Le miré boquiabierta. Luego el hambre me apretó el estómago. Iba a morirme si no comía algo rápido.

—Hola —saludé, con una voz que definitivamente no podía ser la mía.

La chica emitió un grito agudo y se bajó de la camilla por el lado contrario al que estaba yo, pese a que estaban como en la tercera camilla y yo me había quedado al final del pasillo. Sin acercarme ni un paso más.

—¡Es una selenia! —Me apuntó con un dedo acusador.

—Cálmate, Elektra —ordenó el hombre, con mucha más calma.

Él se giró hacia mí entonces y yo estuve a punto de babear. No le había visto bien antes, pero me impresionó, sin duda. Era guapísimo, aparte de medir fácilmente dos metros y ser muy ancho de hombros, tenía el pelo negro y revuelto, descuidado y unos ojos grises que me hicieron mirarle fijamente casi sin parpadear.

—¿Estás bien? ¿Sabes cómo te llamas? —me preguntó él.

Yo abrí la boca para decirle mi nombre, debía ser algo fácil, automático, sin pensar. Solo era un nombre. Pero no tenía ni idea. Así que negué un poco.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora