Acto 8: La reconstrucción - XXVIII

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—Suponía que estarías escaqueándote —bromeó Dominic, sentándose a mi lado.

Yo le sonreí un poco, pero luego volví a fijar la vista en el horizonte. El sol había salido en Nuskadia por primera vez en meses y me calentaba ligeramente la piel de una forma muy agradable. Además, el mar estaba tranquilo y no hacía aire.

Realmente estaba evitando las labores de reconstrucción (que, en realidad, como Zacarías me había dicho, era más una búsqueda y rescate con un nombre bonito), y me había ido a la muralla más cercana para mirar el amanecer. Quería ver si de verdad haber matado a Darren me permitía estar al sol. Ya ves, no aprendo. Pero el sol no me abrasó esta vez. Hasta ese momento no me lo creí del todo, pero Darren estaba muerto.

—Hemos perdido a muchos. Aunque consigan que el edificio quede como antes... —lo dejé en el aire.

—Ya vendrán más. Siempre lo hacen. El día que derrotamos al último dragón, también hizo este tiempo apacible... Creo que es una señal del universo, o algo.

—Claro que sí, seguro que, si hay un Dios o lo que sea, nos premia el genocidio con sol y buen tiempo... —dije, sarcástica.

Dominic se rio un poco. Luego contempló las ligeras y finas nubes que decoraban el cielo aquel día.

—¿Qué harás ahora, Selene?

—¿Qué harás tú? —se la devolví, porque yo no lo tenía ni un poco claro.

—Caleb ha muerto, y también Florine, Broderick y Millard. Morkvald va a necesitar mucha ayuda. Voy a ocupar el puesto de Anuja un par de meses, hasta que encontremos a alguien que pueda sustituir a Caleb. Luego me iré a buscarla.

Me tomé un momento de silencio, agitando ligeramente los pies a varias docenas de metros sobre el mar. Me había sentado en las almenas, en el punto más alto, para poder verlo todo. Dominic no había tenido dificultad para imitarme.

—Entre Anuja y tú... ¿Qué hay? —curioseé, provocando una sonrisa al vampiro.

Pensé que iba a mandarme a paseo por cotilla o a responderme, pero no hizo ni una ni otra, sin embargo, no dejó de sonreír al pensar en Anuja. Habló un par de minutos después de apacible tranquilidad.

—El puesto de Florine ha quedado vacante. Si quieres quedarte, es tuyo.

—¿Mío? Por favor, soy el vampiro más desastroso por aquí...

—Selene... En unos días has conseguido que todos te aprecien. Esa gente se jugó la vida por ti, no por nosotros.

—Deberías ofrecérselo a Nick. Es un vampiro genial.

—Enkar ha aceptado el puesto de líder de la Fortaleza. Quizá tampoco sea el más fuerte, ni el más listo —se metió con él. Yo puse los ojos en blanco—. Sin embargo, me gusta la gente que tiene cojones para hacer lo que debe hacer. Pensé que querrías quedarte cerca de él.

Me lo pensé un segundo.

Tras la batalla nos habían escoltado a Eismond, la ciudad de los vampiros, a todos para que los lobos pudieran transformarse con seguridad en Nuskadia. Pero poco antes del amanecer nos habían dicho que tendríamos que volver para reconstruir el edificio. Yo me había largado entonces, sin ver a Enkar, aunque pasé la noche acariciando el pelo rubio de Ezequiel mientras dormía, agotado por la batalla. Tenía un corte en la ceja y otro en el costado. Supe que, quisiéramos o no, ya era ese guerrero que tanto deseaba ser.

Mi venganza estaba completa. No tenía ningún lugar al que ir, nada que hacer..., pero sí que podría ayudar a la gente que, como yo, llegaba perdida.

—Quiero enseñar magia elemental —le corregí con suavidad.

—Como no... —murmuró un poco, aunque no lo entendí del todo—. Siempre tienes que llevar la contraria, ¿no? Está bien. Serás la nueva instructora de magia elemental. Y pondré al pequeño Nicky a prueba con los vampiros. A ver si puede guiarlos y no extorsionarlos... Y ahora —saltó de vuelta a la muralla—, os dejo solos. —Y desapareció.

Bajé también de las almenas al oír los pasos de Enkar subiendo las escaleras. Le esperé cruzada de brazos, con una sonrisa.

—Vaya mierda de escondite, todo el mundo me pilla —me quejé, cuando llegó hasta mí.

—Se te ve desde la campana —se disculpó encogiéndose de hombros—. Ha llegado lo que queda del ejército, Clash y un grupo grande estaban desterrados por Werner en la Tierra, así que han sobrevivido bastantes. Están ayudando en la reconstrucción. No como nosotros —añadió.

—Estaba haciendo una entrevista de trabajo —expliqué, y me pareció que le brillaban los ojos de interés.

—¿Y qué has dicho? —preguntó, ligeramente ansioso.

—Que quiero enseñar magia elemental. No quiero que nadie se sienta tan perdido como yo nunca más. Pero creo que tendré que pedir clases particulares a Ezequiel primero —bromeé un poco.

—¿Te quedarás? —quiso asegurarse, acortando la distancia que nos separaba del todo.

Era tan alto que tuve que alzar la vista para poder verle a los ojos grises. Y vi la esperanza y la necesidad de él. Me dije que, por primera vez desde los cinco años, por fin estaría en algún lugar donde ser querida.

—Al menos de momento. —Asentí un par de veces. Luego bajé el tono hasta convertirlo en un susurro—. ¿Tú serás el jefe?

Enkar apoyó su mano enorme y caliente en mi mejilla y, como siempre hacía su contacto, me sentí muy viva.

—En funciones. —Se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.

No lo aguanté más. Durante las últimas veinticuatro horas había creído que iba a morir una vez tras otra y me merecía un poco de esa vida que solo Enkar sabía darme. Me puse de puntillas y junté mis labios con los suyos, con suavidad.

Tendríamos mucho tiempo para hablar, para explicarlo todo, pero, en ese momento, no quería palabras. Me abracé a su cuello y él me rodeó de la cintura, pegándome a sí mismo hasta que no quedó ni un milímetro entre nosotros. Y profundizamos el beso, lleno de hambre y promesas.

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Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora