XIII

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No veía nada. Tardé unos segundos muy largos en notar la opresión que respondía a mi ceguera: tenía los ojos vendados.

No sabía dónde estaba, ni por qué. ¿Cómo había llegado allí? Sin embargo, una parte de mí me decía que estaba justo donde debía. No pude ponerme nerviosa del todo, solo ligeramente ansiosa.

Poco a poco empecé a detectar otras cosas a mi alrededor. No estaba sola. Oía movimientos suaves, leves, casi inaudibles. Me percaté de que tenía las manos atadas a la espalda. Ni siquiera lo había notado hasta entonces, el nudo no estaba excesivamente apretado. Era simplemente un recordatorio de que no debía moverme, no un impedimento real.

Y oía el frufrú de otras manos frotándose contras las cuerdas. Tanteando. Tal como estaba haciendo yo. Pero la atmosfera no parecía de miedo. Al revés, había cierta impaciencia en el ambiente. Nadie hablaba, pese a que, al menos yo, no llevaba la boca tapada. No teníamos nada que decir.

Una puerta se abrió con suavidad, las bisagras crujieron ligeramente y una corriente de aire frío me golpeó. Con el chorro de aire limpio me di cuenta de que allí olía mal. A sudor y algo más, algo fuerte.

Unos pasos se adentraron al lugar y la puerta se cerró con la misma suavidad con la que se había abierto, pero chirriando. El sonido me tensó un tanto esta vez, pero no sentía mucho miedo. Solo un poco.

—Sé que estáis ansiosos —habló una voz grave, ligeramente forzada—. Todos habéis sido preparados para nuestra misión. La guerra está ahí fuera, tras esa puerta y vosotros seréis los héroes que defiendan a la humanidad.

—¿Por qué nosotros? —preguntó alguien, una voz muy infantil.

Fruncí el ceño, pero no me atreví a moverme. ¿Una guerra? ¿Quién estaba en guerra?

—Porque todos tenemos una función en esta guerra y la vuestra es esta.

Los pasos, que no se habían parado en ningún momento, dando vueltas por la sala, pasaron cerca de mí. Tragué saliva, nerviosa.

—¿Contra quién vamos a luchar? —me atreví a preguntar.

—Nuestra misión es impedir que el Primero escape. Y, para ello, usaremos todas las armas a nuestra disposición... —Se paró entonces, justo a mi lado, luché contra las ataduras, pero no tenía fuerza suficiente pese a que no apretaban. Ahora tenía mucho miedo, quería irme a mi casa—. Debéis proteger el Aprelic con vuestra vida, porque esa es vuestra misión.

Sus dedos se apoyaron con suavidad sobre mi cabeza. Traté de moverme, pero me apretó con tanta fuerza que me mantuvo en el sitio. Pensé que se limitaría a una amenaza, pero entonces un dolor abrasador me taladró la sien y se metió en mi cabeza.

Y grité. Solo pude gritar, porque dolía tanto que sentí que moría.

—Eh, Sel. —Sentí unos brazos cálidos rodearme—. ¿Qué pasa?

—Enkar. —Escondí la cabeza en su sudadera y lloré contra él.

—¿Qué ha pasado, Sel? —murmuró, algo adormilado aún.

Me lo planteé un momento. ¿Qué había sido eso? Aún sentía la cabeza palpitar, con un dolor muy real...

—Una pesadilla, creo... —murmuré.

—¿Una pesadilla?

Se movió y encendió la luz con un movimiento de la mano. Me di cuenta de que le había manchado la sudadera por la sangre de mis lágrimas, pero no parecía molesto.

—No quise dormirme —me disculpé, sintiéndome un poco tonta por haberme asustado tanto por una simple pesadilla—. Pero supongo que estaba a gusto y tranquila a tu lado...

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora