Acto 3: Ojos amarillos - VIII

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Perdí un noventa por ciento de mi felicidad por mi futura coronación antes de llegar al «picadero», acompañada por Li, que me estaba esperando en el patio para ir conmigo. Por suerte, porque no tenía ni idea de cómo llegar y no me apetecía olfatear hasta dar con los vampiros.

Pasé de la corona también, por cierto. Ya no me hacía tanta ilusión aquello. Poco a poco fui siendo consciente de que entre Enkar y yo, no habría nada.

Era posible que yo le gustase. Y que él me encantase. Pero estábamos separados por las circunstancias. No habría un nosotros. Ni más besos. Salvo los fraternales en el pelo, al parecer.

No habría un nosotros.

¿Y qué vida me esperaba? Ya no tenía esperanzas de tener una familia o amigos en Eldmâne, la ciudad de los elementales. Porque no había dejado de pensar que era posible desde que había sido consciente de lo que era yo.

De hecho, era posible que estuviera con los malos. ¿De verdad lo era? ¿Y era culpable de los crímenes que había cometido si no podía recordarlos? ¿Y si descubría que era una asesina o algo peor?

Por primera vez desde que había revivido en la enfermería, una semana atrás, no quise saber quién había sido. Quizá era un regalo del cielo no poder recordar. Así no tendría que saber qué cosas horribles había hecho.

—¿Estás bien? —me preguntó Li, señalándome un agujero en el suelo.

Era amplio, redondo y parecía excavado naturalmente, aunque era difícil saberlo. Quizá lo habían abierto a propósito. Supuse que llevaba al «picadero». Miré a la pequeña vampira, parándome al lado del hueco.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí, Li?

—Suficiente.

Perdió la mirada, como si hubiera una historia realmente horrible detrás. La verdad, ya había llegado a esa conclusión. Algo en su mirada... Me ponía los pelos de punta y me llenaba el corazón de pena (y era mucho decir, para un corazón que no latía).

Miré un momento al agujero y me concentré, pero no oí voces, ni pasos, por lo que deduje que el sitio no estaba inmediatamente debajo y que no nos oirían.

—¿Conoces bien a Enkar?

—No. ¿Por?

—Por saber. Es...

—Un lobo. Un enemigo natural de los vampiros. —Me sonrió un poco.

—Yo no llevaré mucho tiempo en este mundo, Li, pero llevo el suficiente para saber que el peor enemigo de los vampiros, son los propios vampiros.

La chica soltó algo a medio camino entre una risa y un resoplido. No hubo negación. Luego saltó al agujero, como si no quisiera seguir hablando conmigo. Quizá no quería, tampoco podía culparla.

Salté detrás. La seguí en silencio por unos túneles oscuros, hasta el punto donde se abría en una pequeña cueva donde ya estaban todos los vampiros. Era un espacio grande, con un hueco enorme que daba al mar revuelto, pero demasiado por encima como para que llegase el agua. Solo se colaba el ruido del oleaje y el olor intenso a sal.

Nick había hecho un buen trabajo reuniéndolos, incluso estaban los dos hombres a los que yo apenas había visto por allí, porque parecían no salir mucho. Solo aparecían en las reuniones con Florine.

Uno tenía pinta de rondar los sesenta años y muy mal llevados. Tenía un estómago pronunciado y una calva que siempre brillaba, con varios pelos descolocados. El otro era un chico normal, joven y desgarbado. Ninguno hablaba demasiado, pero no me extrañaba, porque Nick los tenía subyugados para no tener competencia.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora