Acto 5: La oferta del vampiro - XVII

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—Ezequiel... —Tuve que tragar saliva un par de veces para poder seguir hablando. Me dolía la garganta y me moría de hambre—. ¿Qué ha pasado?

—Sele. —El niño se me abrazó con fuerza y yo solo pude palmearle la espalda tratando de entender algo—. Pensé que no ibas a despertarte...

¿Qué había pasado? Estábamos en Nuskadia, tratando de huir de Werner. Me sujetó y... nada después de eso. Y ahora, obviamente, no estábamos en la isla.

Aquello era una habitación de color azul, con pósteres de dibujos y ropa tirada por todas partes. Además, sobre el escritorio había amontonados libros y figuritas de muñecos. Supuse que era la habitación de Ezequiel, porque olía mucho a él. ¿Estábamos en la Tierra? Estaba segura de que en la Fortaleza nadie tenía habitaciones así.

—¿A despertarme? —Caí en cuenta entonces de las palabras de Ezequiel—. ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?

—Tres días.

—¡¿Tres?!

Tuve que usar algo de fuerza porque seguía pegado a mí. Me solté de él y me puse de pie para mirarle con seriedad. ¿Cómo podía haber estado inconsciente tres días? ¿Qué demonios había pasado?

—Sí —respondió con suavidad, rascándose la nuca un poco, ligeramente incómodo.

—¿Y Enkar?

No podía pensar, de hecho, me dolía todo. No sabía que podía dolerme así el cuerpo, y la cabeza me palpitaba. Tuve que volver a sentarme en la cama, no tenía energía. ¿Qué me había pasado?

—Pues...

—Está despistando a la gente que os sigue —explicó una voz femenina, con cierto tono borde.

Entró en la habitación mientras hablaba. Era una mujer rubia de unos treinta años, con los ojos claros y un vestido negro, ligeramente elegante que no acababa de pegar del todo con las botas sin tacón que calzaba. En la mano llevaba una bolsa de sangre que me hizo salivar y olvidarme brevemente de todo.

—Come, selenia. Tienes que estar fuerte para largarte de aquí.

—¡Pero mamá! —gritó Zeq—. No puede irse, necesita que la protejamos.

—No importa, Ezequiel —le interrumpí, no quería que se pelease con su madre por mí. A fin de cuentas, solo era un niño y yo no quería ponerlos en peligro—. ¿Qué ha pasado? —pregunté a la mujer.

—Enkar dice que usaste demasiado poder...

—Dijo que tus ojos eran amarillos —contó el niño, emocionado, interrumpiendo a su madre—. ¿Eres un vampiro milenario?

—No digas tonterías... —me reí sin ganas y cogí la bolsa de sangre.

Necesitaba comer, estaba famélica. Si llevaba tres días inconsciente significaba que llevaba cuatro sin comer. Ezequiel apartó la mirada de mí cuando abrí la bolsa y empecé a alimentarme. Su madre me miraba como si estuviera apuntándolos con un arma en lugar de bebiendo de una bolsa de donación de sangre, que además, era humana. Fue ligeramente decepcionante, porque la sangre de elemental me habría ayudado a recuperarme mucho más rápido.

—Enkar volverá cuando les dé esquinazo y te sacará de aquí. Luego, no quiero que te vuelvas a acercar a mi hijo. Yo misma te mataré si lo haces.

Asentí un par de veces al acabarme la sangre y me limpié las comisuras con el dorso de la mano. No había desperdiciado nada, pero siempre me daba un poco la paranoia del aspecto que tendría desde fuera.

—No volveré a acercarme a vosotros —prometí, porque yo no quería arriesgar a nadie y menos a Ezequiel, era un buen chico.

—Pero ¡Sele! —se quejó él, haciendo algo parecido a un puchero—. Eres mi amiga.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora