XXVII

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Vi a Darren entonces, justo cuando alguien hacía sonar la campana de la Fortaleza. Sujeté las dos espadas y me acerqué a él.

—No eres rival para mí, Selene —me dijo Darren.

De verdad se había quedado cobardemente escondido entre la primera línea de árboles, mirando el devenir de la pelea. Con los militares fuera, ganar tendría que haber sido fácil para él. Y, quizá, si Dominic no hubiera puesto a la mitad del ejército de su lado, ya estaríamos muertos.

—Al menos déjame intentarlo, ¿no? —le provoqué, tomando postura ofensiva.

Darren se plantó ante mí, pero no sacó armas, se limitó a alzar los puños. No quise menospreciarle. A fin de cuentas, Dominic le había nombrado su segundo por algo, ¿no?

Tuve claro enseguida que Darren no iba a atacar primero, así que traté de condensar años de entrenamientos en mi cabeza y cargué. Ataqué con la espada de Dominic, sin acercarme del todo. Quería ver cómo respondía, aún no sabía cuál era su arma oculta.

Y no tardé en verla. Darren agitó una mano y algo me golpeó, con tanta fuerza que salí despedida hacia atrás. No me pareció exactamente como mi aire mágico, era más bien como pura energía. Me levanté con dificultad, sintiendo la sangre chorrear por mi cara. ¿Qué clase de magia era esa?

—¿Qué... has...? —jadeé, rehaciendo la postura.

Lancé un chorro de aire hacia él, pero ni le despeiné. Algo le defendía, ni siquiera me pareció que él estuviera haciéndolo activamente. ¿Sería la magia de ese caenuna? A fin de cuentas, no tenía ni idea de lo qué era del todo, salvo mitos y rumores.

Darren no me respondió, pero pareció cansarse de mí. Alzó la mano en mi dirección. Yo salté hacia atrás para evitarlo. ¿Cómo iba a librarme de ataques que ni siquiera veía? Guardé las espadas, saltando de nuevo hacia un lado, más por instinto que porque supiera qué estaba evitando. Estaba claro que Darren no iba a dejar que me acercarse lo suficiente.

—Aún estás a tiempo de volver a mi bando, Selene —me ofreció, con la vista clavada sobre mi hombro, como siempre.

—No me interesa. No voy con perdedores...

¿Por qué nunca me miraba a los ojos? ¿Tendría miedo de que me metiera en su mente si había contacto directo? Sabía que la gente más versada en las artes mentales podía meterse en tu cabeza solo mirándote a los ojos. Yo no podía, por lo que sabía. Pero quizá Arkra... Él no debía saber que Arkra se había quedado con Caleb.

Esta vez Darren no se movió, así que el golpe me pilló por sorpresa. Fue muy fuerte y justo en mi pecho. Volé hasta impactar contra un pino, partiéndolo con la espalda. Exhalé de dolor mientras caía a un lado y árbol se desplomaba. Dolía.

Parpadeé para centrar la mirada y vi más allá a Dominic. Se había lanzado sobre el caenuna y le repartía espadazos que el otro paraba con mucha dificultad con sus alas o su propia arma.

Al intentar levantarme me clavé una ramita en la mano, y eso me dio una idea. Me tomé un segundo para coger aire, o para recuperar el aliento, mejor dicho, y me levanté de allí. Me acerqué de nuevo a Darren.

—¿No te cansas? —se burló.

—Me han torturado desde los cinco años, Darren. No puedes hacerme daño.

Moví la mano hacia atrás y las afiladas hojas del pino volaron hasta Darren. No esperaba hacerle daño, pero sí ver su barrera mágica. Apenas tuve un segundo para observar cada lugar donde las hojas chocaron antes de caer al suelo.

—¿Qué intentas? —rio.

No le respondí. La verdad es que esperaba que aquello tuviera algún fallo defensivo, pero no lo vi. Me preparé para repetir cuando Darren movía la mano para golpearme otra vez. Lancé las hojitas de nuevo y dejé que me golpease. Esperaba que al atacar bajase la defensa, pero solo conseguí volar de nuevo entre los árboles. Aquello no tenía ni un solo punto débil.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora