XV

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Retomamos el camino bastante más callados y apáticos. Al menos en mi caso. Quería confiar en Enkar con toda mi alma, porque me gustaba mucho. Pero no sabía nada, absolutamente nada. ¿Y si él estaba con los malos? ¿Y si lo estaba yo? Ni siquiera sabía qué guerra iba a estallar, ni en que bando estaba yo...

—¿Te has quedado sin preguntas? —me preguntó con cierto tono preocupado.

—No, jamás —bromeé un poco, para relajar la tensión—. ¿Quién va a guerrear, Enkar?

—Así mejor —me sonrió un poco—. No me tengas muy en cuenta, es que he dormido poco y... aflora mi parte pesimista —bromeó, sin dejar de sonreír con cariño.

—No sé en quién puedo confiar, Enkar —confesé en un susurro, mirando el suelo. No quería ver sus ojos o caería entre sus brazos—. No sé quién soy, ni qué hice, o me hicieron. No sé quién es amigo o quién enemigo.

—Sel... —Sujetó mi mano y me hizo girar hacia él—. Le das demasiadas vueltas. Claro que sabes quién eres. Yo sé quién eres. Solo tienes que confiar en tu instinto, lo estás haciendo muy bien.

Me mordí el labio y alcé la vista hacia él. Yo quería confiar en él, pero mi instinto al respecto no era muy fiable. Desde el primer momento había notado una conexión entre nosotros y eso podía estarme confundiendo.

Sin embargo, ese instinto sí que me decía que debíamos ir a la zona militar, así que le dediqué una sonrisa tranquila.

—Deberíamos continuar, o se hará de noche —bromeé un poco.

—Sí que tienes ganas de ropa —me siguió la broma, un poco más tranquilo.

Le dirigí una sonrisa, aunque cuando pasamos junto a la zona de aparición, la pequeña caseta vigilada ahora por tres vampiros que nos miraron mal, volví a tensarme. La zona militar debía estar cerca, y desde allí se protegía todo Morkvald, al parecer.

En ella debía estar Werner, el vampiro de ojos amarillos que podía ser responsable de mi muerte.

Una vez allí, tendría que buscar la forma de dar con él.

La zona militar apareció delante de nosotros casi con brusquedad. Los pinos desaparecieron abruptamente. Debían haberlos talado para tener más visibilidad. El terreno era mucho más grande que el de la fortaleza y había barracones de piedra aquí y allí, casi colocados al azar. Como si simplemente los hubieran ido montando donde pudieron cuando los necesitaron.

Sin embargo, con ese desorden y cantidad de barracones en tanto espacio, no tenía forma de saber en cual estaría Werner... ¿Cómo iba a encontrarlo? Parecía imposible.

Enkar me dejó observar, como si quisiera ver mi reacción ante el enorme lugar que, como mínimo, imponía. Me fijé mejor en los detalles, seguramente Werner estuviera en la casa más grande, ¿no? Por algo era el líder y, si se parecía a la idea mental que tenía de los vampiros de ojos amarillos, debía ser algo megalómano.

Vi entonces la muralla, que rodeaba toda la zona militar y, si no me equivocaba, toda la isla. Porque la fortaleza estaba casi en la otra punta y no habíamos atravesado ninguna muralla para llegar. Debía rodear la isla al completo. Unas escaleras en el muro conducían hasta la parte superior y me pregunté si desde lo alto encontraría lo que buscaba. Quizá reconociese la casa de Werner si podía ver todo desde arriba.

—¿Podemos subir? —pregunté a Enkar.

—Claro.

Sujetó mi mano con suavidad y me llevó a la muralla. Algunos militares, con uniformes verdes y negros y algunos con faldas de los mismos colores, le saludaron al pasar. Pero nadie nos paró.

Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora