Tres pitidos agudos y cortos, apenas perceptibles, me hicieron alzar la cabeza del libro que estaba leyendo sin mucho interés. Hablaba en términos científicos sobre vampiros, lobos, elementales y otras criaturas. No logró interesarme del todo. Algunas de esas cosas ya creía saberlas, otras, eran obvias.
—Es la hora de la cena —me dijo Rachel, con cierto tono de emoción mal contenida.
Florine me había dejado allí tras charlar con ella y me había dado aquel libro. Rachel había aparecido más o menos el tiempo justo después que Florine debía haber tardado en ir a buscarla y pedirle que me vigilase. La vampira me había dicho que podía ir dónde quisiera y luego, me había colocado una niñera a la fuerza.
Por suerte, Rachel no era demasiado entrometida ni había forzado una conversación. Al contrario, se cogió un libro, se sentó a mi lado y no levantó la cabeza hasta que lo hice yo.
Y, como tenía hambre, dejé el libro de nuevo en su sitio y eché un último vistazo a la biblioteca para salir de allí. Era un lugar enorme, mejor iluminado que el resto de la fortaleza, con enormes bolas luminosas que pendían del techo y de las cuatro esquinas de las dos docenas de mesas que decoraban el sitio. No tenía ventanas, pero prácticamente cada centímetro de pared libre estaba cubierto de estantes enormes repletos de libros. La mayoría de aspecto viejo. También había algunas estanterías por en medio, pero era un espacio más bien diáfano y estas eran bajas, se podía ver al otro lado incluso estando sentada.
Una señora con aspecto de abuelita encantadora, que olía a muerte, vigilaba todo desde un podio más alto. No supe que era, no olía como nada que hubiese olfateado antes, pero me dio algo de mal rollo, pese a que parecía, como ya he dicho, encantadora. Me sonrió y me ofreció su ayuda incluso. Yo respondí con cordialidad y me alejé de ella todo lo posible.
Empezaba a confiar en mis instintos y ella no olía bien. Metafórica y literalmente hablando.
En cualquier caso, no había sido un desperdicio de libro, había aprendido algo: todas las criaturas podían ser profundamente racistas. Los elementales se creían mejores que los humanos (por lo que había sacado en claro del libro y por lo que fui viendo poco a poco), los lobos se consideraban superiores a los minotauros (a los que yo no había visto jamás y dudaba de su existencia, la verdad), todos pensaban ser mejores que las arpías y los vampiros, decían ser superiores a todos. Decíamos, supuse, ahora era del equipo de los monstruos.
El tema entre vampiros, lobos y elementales era tan espinoso, que no entendí por qué se recluían voluntariamente en un mismo edificio y eso le pregunté a Rachel mientras bajábamos las escaleras para ir a cenar.
—Verás, aquí venimos los que no tenemos otro lugar al que ir, los que quieren hacer méritos en sus respectivas ciudades para conseguir una mejor posición de cara a los suyos o los que necesitan aprender a controlar sus poderes.
—Pero ¿por qué empeñarse en juntarse bajo un mismo techo? —insistí.
Y, para darle fuerza a mi argumento, nos cruzamos con un par de elementales que se pegaron tanto al borde de la escalera, asustados de nosotras, que estuvieron a punto de caerse al otro lado de la barandilla. Tuve que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para no asustarlos, porque me parecían terriblemente ridículos.
—Eres nueva, no saben de qué eres capaz. Normalmente no estamos tan mezclados como crees —explicó.
Me pregunté si eso significaba que no iba a ver mucho a Enkar. Solo llevaba tres o cuatro horas sin él y ya le echaba de menos. Estaba segura de que se creó algún tipo de vínculo entre nosotros porque él había sido el primero en ser amable conmigo al despertar. Pero quizá no era mutuo. Tampoco me iba a matar por buscarle. Tenía muchas cosas que hacer.
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Crónicas de Morkvald: Luna de Sangre #1 - *COMPLETA* ☑️
FantasySelene despierta en un lugar que no conoce, sin recuerdos y sabiendo que alguien ha acabado prematuramente con su vida. Sin embargo, cuando nadie parezca interesado en descubrir qué ha pasado con ella, tendrá que luchar por desentrañar el misterio d...